Por algo es la final de la Copa Libertadores

El poder de gol de Boca y la calidad de ejecución de River como conjunto hacen que la revancha del sábado 24 en el Monumental no libere a uno como “el” gran candidato: los dos tienen con qué hacer historia.

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13 Noviembre 2018

Descontada la condición de serie final abierta y con promesa de un desenlace inolvidable, lo sucedido el domingo en La Bombonera dejó ver dos confirmaciones de peso: la superioridad colectiva de River y la pasmosa facilidad con que Boca sabe llegar al gol.

Esto no supone, desde luego, que en River esté negada su capacidad de convertir ni que Boca carezca de todo soporte de conjunto, pero sí establece una tendencia que flotará en el ambiente a la hora de empezar a rodar la pelota el sábado 24 en el Monumental.

Se alegará, no sin cierta razón, que el mediocampo de corte más batallador que dispuso Guillermo Barros Schelotto salvó en parte los conocidos lastres de despiste y blandura, pero en todo caso, aun concedida, la mejoría se revela insuficiente para merecer el aprobado. En la primera media hora el medio de Boca fue tanto o más acéfalo que otros compuestos por otra trabazón de nombres y en ese lapso River estuvo uno o dos goles arriba en el juego propiamente dicho: por dominio estratégico, por concepción y por profundidad.

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Sin el notable concurso de Agustín Rossi se volvería imposible explicar por qué Boca se fue al descanso en ventaja cuando en realidad la mayor parte del tiempo se la había pasado corriendo sin ton ni son, con sus jugadores pasados de cada jugada, o muy lejos o muy cerca, sin contención, con una flojedad defensiva que comprendió la estructura y el uno por uno.

En realidad, una de las varias ironías que entregó el partido, acaso la más relevante, fincó en que Boca fue el único que estuvo en ventaja, no una, dos veces; asimismo el último en disponer de una oportunidad clara de gol (la gran jugada de Carlos Tevez que Darío Benedetto no pudo rubricar ante la reaparecida mejor versión de Franco Armani). Sin embargo en el desarrollo, en el porte, en la imagen, en la regularidad positiva, ni por asomo estuvo por encima de River. Dicho de otro modo, los momentos de marea alta que construyó River fueron más nítidos, vigorosos e incontrastables que los momentos de marea alta de Boca. River es un equipo más confiable que Boca en coordinación, cohesión entre las líneas y demás; River persiste en sacar una diferencia apreciable en la sabia mano de su entrenador Marcelo Gallardo. River, en fin, se ha acostumbrado a que los superclásicos se jueguen tal y como lo propone, por lo menos durante un buen tramo.

Ahora, ¿quiere esto decir que a Boca le ha pasado el tren, que si no se ha subido en La Bombonera sus posibilidades de coronarse se han reducido? De ninguna manera: con independencia de esos valores intangibles y a menudo más reales que la propia realidad que suelen esgrimir los hinchas, cartas infaltables en el mazo narrativo de la familia “xeneize”, hay en danza argumentos futbolísticos.

Cantidad y calidad en la materia prima ofensiva y la latente amenaza de convertir un vaso de agua en un tsunami: para hacer un gol, o dos, Boca puede prescindir por completo de acumulación de la tenencia de la pelota e incluso de platos de aproximación elaborados. He ahí un valor capital que Boca llevará al Monumental, lo cual no cancela que Barros Schelotto deba aguzar al máximo sus destrezas para elegir el sistema y sus intérpretes más adecuados.

En este punto se desprende menos prometedor el 4-3-3 que un 4-4-2 de medio más variado y rocoso, más Benedetto-Ábila como el tándem para la multiplicación de los panes. Ojo: otoñal, casi ex y todo, Tevez no ha dejado de demostrar que en las tenidas calientes siempre tiene algo por decir.

¿River? Para el desquite dispondrá de Leonardo Ponzio y de Ignacio Scocco, más los etcéteras que cuadren, lo posicionan con una luz de ventaja siendo local. River es más equipo, pero se trata de una presunción que bien podría tener destino de cartón pintado: porque es más equipo en general pero deberá demostrarlo en particular y porque enfrente estará Boca, con lo suyo propio, con su gran caudal individual y con una motivación, la de escribir una epopeya de ensueño.

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