San Martín volvió a ganar y se abraza con fuerzas a la ilusión de mantener la categoría

No está muerto quien pelea.

BUENA PRODUCCIÓN, Y GOL. En varios pasajes del juego, Giménez se puso el equipo al hombro y manejó la pelota con criterio. Además, en un momento tenso, pidió la pelota y ejecutó el penal con seguridad. BUENA PRODUCCIÓN, Y GOL. En varios pasajes del juego, Giménez se puso el equipo al hombro y manejó la pelota con criterio. Además, en un momento tenso, pidió la pelota y ejecutó el penal con seguridad.

Ganar, calcular, soñar… En el “Tomás Ducó”, San Martín volvió a cantar victoria en Superliga 99 días después de aquel épico triunfo en el “José Fierro”. Los goles de Matías García, de Nicolás Giménez -de penal-, y de Luciano Pons hicieron delirar a los hinchas “santos”. A ellos les volvió la fe de que el milagro es posible.

Es cierto que San Martín sigue en terapia intensiva, conectado a mil cables, al decir de Ricardo Caruso Lombardi en la previa. Pero la victoria 3-1 a domicilio –la primera fuera de Tucumán en el torneo- sobre un Huracán “muleto” y convaleciente sirve para que su pronóstico de vida mejore exponencialmente. Tanto que sumada a los resultados del viernes de tres de sus competidores directos, el “Santo” depende exclusivamente de sí mismo para gambetear el descenso. Si gana los tres partidos que le quedan, habrá sí o sí permanencia.

En la noche de Parque Patricios hubo una gran gesta de los jugadores y también del entrenador. Caruso acertó en los cinco cambios (cuatro obligados, uno táctico) antes del pitazo inicial. Porque Julián Vitale, Juan Orellana, Gonzalo Rodríguez y los propios Giménez y Pons hicieron un aporte gigante a la causa. Y el posicionamiento de Hernán Petryk como volante -por momentos extremo- por derecha dio buenos dividendos.

Y brilló el “Caco” García, el mejor jugador de San Martín en la Superliga. Como en esa pelota que le ganó a Patricio Toranzo, seguida de pared con Rodríguez y zurdazo cruzado para abrir el marcador a los 14’. O como cuando obligó al penal de Carlos Araujo en el comienzo del segundo tiempo para que Giménez lo cambiara por gol.

Hubo momentos de zozobra, claro. Cuando Rodrigo Moreira se dejó ganar por Andrés Chávez tras un largo pelotazo y Jorge Carranza dudó lo indecible entre salir a cortar y quedarse, y el ex Boca remató para el 1-1. Entonces volvieron los fantasmas de esos puntos que San Martín dejó inexplicablemente escapar.

Pero para ese Trastorno Límite de Personalidad, o al menos para uno de sus síntomas posibles, el infligirse daño a sí mismo, que futbolísticamente hablando San Martín ha padecido esta temporada, Caruso parece haberle encontrado un antídoto: el equipo capeó el temporal de la igualdad parcial y terminó mostrando mejor cara a la hora de ir a los vestuarios al entretiempo.

Con el 2-1 a favor, el ingreso de Tomás Federico, dio nueva vitalidad. Y después de que Vitale luchara y ganara una pelota para decirle a Pons “tomá y hacelo” el 3-1, la entrada de Alejandro Altuna aportó el equilibrio necesario para sostener la victoria sin sobresaltos ante un rival golpeado, y silbado por sus hinchas al final.

Esta vez, San Martín supo aprovechar su oportunidad, ante un “Globo” repleto de suplentes –sólo Saúl Salcedo jugó de arranque de los once titulares ante Cruzeiro el jueves- y desinflándose. Quizá la inyección anímica del pase a 16avos. de final de la Copa Argentina curó algunos de los males endémicos del “Santo”.

Los hinchas de Huracán, con cierta resignación ante los vaivenes de su historia, suelen decir que en su estadio ha resucitado más de un muerto. San Martín no lo estaba, pero lo parecía.

Como nos hemos acostumbrado a escuchar en la voz de Joan Manuel Serrat en “Cantares”, “cuando de nada nos sirve rezar, caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Esta vez, el San Martín de Caruso cumplió el “golpe a golpe” para seguir con vida.

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