Un adiós con aroma a “para siempre”

POSTAL TUCUMANA. Un camión sube por la ruta 307, camino a Tafí del Valle; de fondo, el monumento El Chasqui (más popularmente conocido como al Indio) y todo el verde de nuestra flora. POSTAL TUCUMANA. Un camión sube por la ruta 307, camino a Tafí del Valle; de fondo, el monumento El Chasqui (más popularmente conocido como al Indio) y todo el verde de nuestra flora.

Se sabe: el Dakar dejará Sudamérica en 2020 y se mudará a Arabia Saudita. Once años estuvo en Sudamérica y Tucumán fue parte integrante de sus mapas, a veces con rol protagónico como sede (como cuando fue sitio de descanso en 2011) o sólo con un papel de reparto, cuando no, fue ignorado. También tuvo sus representantes, con Rodolfo Bollero erigido en el que mejores resultados logró. La nostalgia del adiós no quita una afirmación: se trató de una experiencia única y prácticamente irrepetible, en la que la provincia se involucró, con bendición oficial y retaceado apoyo privado.

¿Dejó algo el Dakar en estas tierras? En lo deportivo, un entusiasmo que se notó luego en una mejor preparación de los pilotos, los vehículos y los equipos en disciplinas de cross country y navegación, que paralelamente ganaron espacio en la agenda anual nacional. Pero quizás lo mejor fueron las enseñanzas de una organización monstruosa por su dinámica, tamaño y ejecutividad. En ese sentido, promovió que mucha gente se familiarice en el manejo de tecnologías de punta, y conozca modos y sistemas de trabajo de alto perfil. Los espectáculos internacionales de esta envergadura generan eso, al igual que algún ligero y eventual impacto económico. También es relevante determinar que este rally se erigió en una previsible vidriera de la provincia al mundo, lo cual apuntaló de alguna manera a la promoción turística.

Pero también quedaron cuestiones polémicas. La siempre presente afectación sobre el medio ambiente es una de ellas. O las críticas de los visitantes al estado general de la provincia. El pico de tensión en este sentido se dio en la edición de 2016, cuando “Toto” Patronelli, hermano de los reconocidos pilotos Marcos y Alejandro, escribió duras críticas en Twitter sobre el estado de abandono que observó en el paso periférico de la ciudad.

El Dakar es un espectáculo, una puesta en escena cuyo espíritu no difiere significativamente de un show musical, por ejemplo. Ante él, el público tucumano se brindó en buena forma y muchos fanáticos, quizás, recordaron con él aquellas viejas experiencias cuando el Rally Codasur hizo pie en la provincia a principios de los 80.

Esto último lleva a la pregunta: ¿volverá Tucumán a vivir experiencias internacionales del tipo Dakar, al menos en el mediano plazo? La crisis económica, las últimas políticas oficiales, la actitud de acompañar y no liderar, lleva a una respuesta lapidaria: de ninguna manera.

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