Los discursos de la inseguridad

En tiempos electorales todo es posible. Indudablemente, hasta el 9 de junio, todos los candidatos hablarán sobre la seguridad. Y lo harán después de haber permanecido en silencio durante cuatro años. Ahora muchos presentarán ideas y proyectos luego de haberlos tenido guardados en los cajones de sus escritorios o no haber peleado por ellos para que al menos los tuvieran en cuenta y fuesen al menos debatidos.

Obviamente que esta cuestión es el talón de Aquiles del gobierno de Juan Manzur. No sorprende que ese sea el blanco predilecto de los opositores. Sí es llamativo que los oficialistas, que guardaron un obsecuente silencio durante tanto tiempo, recién ahora le pidan implementar medidas al PE. Por ejemplo, recuperar la aplicación Transporte Seguro que fue una buena idea de este Gobierno y que inexplicablemente fue dada de baja a los meses de haberse lanzado y a pesar de que más de 400.000 tucumanos la descargaron.

Si no lo sabe, Tucumán está en Emergencia en Seguridad desde hace casi hace tres años. Hasta se creó una Comisión de Seguimiento para controlar la tarea que realiza el Poder Ejecutivo sobre el tema. También era un espacio donde legisladores opositores y oficialistas, acompañados por funcionarios del Gobierno y representantes de la Justicia ordinaria y Federal, supuestamente analizarían la situación e impulsarían nuevas ideas para combatir el delito. Pero nada de eso ocurrió. No se hicieron políticas de seguridad, sino que se hizo política con la inseguridad. Habría que preguntarle a algún miembro de esta sociedad si realmente le importó la polémica que se desató por el día que debía presentarse el ministro Claudio Maley para brindar el informe cuatrimestral que por ley está obligado a hacerlo. ¿Eso es más importante que debatir ideas sobre cómo frenar los ataques de motochorros, por ejemplo? La repuesta está cantada.

Algunos candidatos saben que el discurso de la seguridad se paga con votos. Los opositores siguen prometiendo algo que nunca ocurrirá en las calles de nuestra provincia. No se verán militares ni efectivos de las fuerzas federales. Esa idea es una densa cortina de humo para tapar una dura realidad. La Policía de Tucumán es la que menos efectivos tiene en todo el NOA, a pesar de que se incorporaron unos 900 hombres en 2018. Tiene un efectivo cada 197 habitantes. Está en el último lugar de un ranking que lidera Jujuy (1/92) y que le siguen Catamarca (1/104), Santiago del Estero (1/106) y Salta (1/117). Sobre este punto clave nadie dice ni una palabra. Y no lo hacen porque no tienen idea de cómo resolver el problema que incide en cuestiones sensibles para toda la sociedad.

El no haber incrementado el presupuesto en los últimos cuatro años es otra mejilla en la que el oficialismo recibe cachetazos. Según los informes que presentó Maley y que abarcan desde enero de 2018 hasta marzo de 2019, la fuerza sólo incrementó 10 móviles (camionetas, autos y motos) a su flota para recorrer las calles de la provincia y hacer tareas de prevención. Eso, aquí y en cualquier lugar del mundo se llama desinversión. Y de este tema tampoco hablan los candidatos. Si bien es cierto que no hay fórmula exacta para resolver este problema, no se escucharon aún ideas o sugerencias que permitan creer en un cambio a corto, mediano y largo plazo.

Deuda

A los legisladores, muy preocupados en seguir con la campaña, no les gustó haber quedado en evidencia este último fin de semana por su falta de interés en resolver cuestiones que son consideradas importantes para los tucumanos. Por ejemplo, cómo frenar los ataques de motochorros. Se presentaron más de media docena de proyectos y nunca se trataron. Se aprobó una Ley que no prosperó porque había numerosa jurisprudencia que la hacía inaplicable. Es cierto que con normas más duras no se acabará con la inseguridad, pero en algún momento los representantes de los tres poderes se deben reunir en una gran mesa de diálogo para tratar de conseguir herramientas que les permitan a los tucumanos, al menos, sentirse más protegidos. Esa era la función de la Comisión de Seguimiento de la Ley de Seguridad que fracasó rotundamente por su inacción.

Existe otro problema que los tres poderes del Estado no vieron: el desarrollo del narcomenudeo. Los transas se apoderaron de los barrios; reciben los botines que jóvenes desesperados roban para comprar una dosis de drogas; matan con la porquería que venden y con las armas con las que cuentan y que utilizan para sembrar terror; y son los que hacen asistencialismo entre los vecinos que necesitan una ayuda económica o un ataúd para enterrar a sus seres queridos, muchos de los cuales se suicidaron por no haber podido frenar su adicción. Crecieron tanto estos señores de la muerte que ahora será muy difícil detenerlos, o por lo menos, habrá que esperar varios años para ver resultados positivos.

Pero nunca es tarde para actuar. Lo importante es hacerlo. No existen soluciones mágicas ni inmediatas. El primer paso es el más complicado. Convocar a una mesa de diálogo entre todas las partes para comenzar a discutir qué camino se podría tomar para combatir con la inseguridad. Pero para que ello ocurra, se debe dejar de lado los intereses personales para que ganen todos los tucumanos.

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