Seguramente, a ninguna persona le gusta que la obliguen a hacer o a festejar algo que no desea, ya sea por una cuestión de principios, porque no está de acuerdo o simplemente, porque no quiere. Un adulto puede defender su posición e incluso enfrentar amenazas para que la cambiara si así fuera, pero un niño de cuatro años no tiene ninguna opción, salvo de anclarse en su silencio.
Esta semana, tras la clasificación de Atlético Tucumán a las semifinales de la Copa de la Superliga, se viralizó un video que mostraba cómo, en el aula, un niño era incomodado con insistencia por su maestra para que festejara junto a sus compañeros la proeza decana. La maestra enfoca el rostro del niño y le insiste que aplauda, pero él no quiere. Baja la mirada con tristeza, porque confiesa ser hincha de San Martín. El hecho tuvo una repercusión inmediata en las redes sociales y despertó la indignación no solo por el episodio en sí, sino también por la exposición pública del niño al difundir el video, lo que está prohibido legalmente.
Las docentes involucradas en el caso, que enseñan en un establecimiento municipal, fueron separadas preventivamente de sus cargos el mismo día en que se produjo el hecho, hasta tanto se realice el sumario administrativo correspondiente y deberán capacitarse en talleres sobre inteligencia emocional.
La secretaria municipal de Políticas Educativas dijo que la situación pudo haber sido una oportunidad para que el niño se afianzara en su personalidad, mostrar que se puede ser diferente y que pueden respetarse las distintas adhesiones porque eso enriquece las relaciones. Hizo hincapié en la necesidad de apelar a la inteligencia interpretativa de lo que está ocurriendo dentro del aula, y poder detectar las emociones que se ponen en juego entre los alumnos. “Se debía haber aprovechado el momento para afianzar la identidad del niño. En este caso, sus preferencias por determinado club de fútbol, lo que generalmente está ligado a una identidad familiar. Pero quizás se pretendió que los niños sean capaces de alegrarse por el triunfo de los otros, y los alumnos de esa edad, cuatro, cinco años, no están preparados para eso”, afirmó la ex ministra de Educación, quien agregó que el episodio será tomado como una instancia de aprendizaje: se dictarán talleres para docentes y padres sobre cómo convivir con la diferencia y fortalecer la tolerancia.
¿La intención de la maestra fue buena? ¿Discriminó sin darse cuenta al niño? ¿Pudo haberse disculpado con él inmediatamente si tomaba conciencia de su error y revertir la situación de bochorno? El desafortunado episodio está reflejado probablemente una falencia en la formación docente. Esta carrera exige una gran vocación y al mismo tiempo una gran responsabilidad porque se trata de educar a quienes serán nuestros futuros ciudadanos. De manera que los educadores deberían tener una instrucción más profunda en el manejo de las emociones en el aula, así como en las actitudes intolerantes o discriminatorias, empezando por mirarse a ellos mismos porque hay docentes que intimidan a sus alumnos.
En algunas oportunidades, sugerimos que podría impulsarse la enseñanza de la mediación escolar por tratarse de una herramienta valiosa para promover el diálogo y zanjar conflictos. Se debería instruir en este sentido a alumnos y docentes, e involucrar a los padres en el hecho educativo. Nos parece positiva la intención de convertir un hecho negativo en uno de aprendizaje, pero sería bueno que la realización de talleres no fuera algo conyuntural, sino que se proyectara a todo el ámbito educativo.