Que nadie se baje, que nadie se ausente

El aprovechamiento electoral de las nuevas tecnologías por parte de la política, como por ejemplo el de las redes sociales, no sepulta las antiguas mañas de hacer campaña, especialmente en este tiempo donde está en juego alcanzar o continuar en el poder. No vale sorprenderse porque la dirigencia meta mano a todo el menú proselitista posible y trate de que nada quede librado al azar. Se les va el pellejo en la parada. En ese marco, el abuso indigno de los repudiables trolls, las apuestas desesperadas a que una frase haga cosquillas y quede grabada a fuego en los cerebros, y el armado de spots con ritmos populares pegadizos forman parte de las ocurrencias de los equipos para tratar de captar la atención de los ciudadanos en favor de un candidato. O para debilitar al contrincante.

La semana pasada comentábamos cómo los principales candidatos se preocupaban por dar clases orientativas a sus fiscales para que el día de los comicios estén atentos a las posibles picardías de sus “colegas” de mesa y, además, para garantizar que les suscriban lealtad y que no cedan ante las posibles tentaciones. La inquietud en la dirigencia por este detalle es más notable respecto de las anteriores elecciones. Los que están en un cargo público no quieren perder lo obtenido, cada uno defenderá y se aferrará a su quintita de poder, y lo hará con todas la herramientas disponibles. Con uñas y dientes.

Es parte del menú electoral tradicional, como lo es el de tratar de crecer a expensas del adversario que casualmente le disputa los votos en el espacio común, ya sea poniendo en evidencia sus errores o tratando de exponer sus debilidades, o de mostrarlo débil. Contrincantes que pescan en la misma pecera, se diría. Nada más molesto para un político en días de búsqueda de adhesiones que otro que va por los mismos votantes, con un discurso parecido y hasta con similar perfil opositor.

Por ejemplo, la treta de pedir al adversario que baje su candidatura es muy vieja, pero no por ser un remedio añejo se deja de utilizar. Es hasta común, si repasamos casos recientes o referidos a 2015, como ya veremos. Se aplica para tratar de mostrar o de achacar una supuesta debilidad electoral del otro y dejar entrever que el solicitante captará a los eventuales simpatizantes del que se rinda. Maniobra de corto alcance. Lo vimos esta semana con Ricardo Bussi (FR) y Silvia Elías de Pérez (Vamos Tucumán). El concejal arrojó la piedra y la senadora reaccionó. Si bien ganaron la atención de los últimos días, la movida los expone como los que están jugando desde la segunda fila y que se estorban mutuamente para poder llegar a ser los primeros. Sólo los resultados del 9 de junio podrán decir si alguno andaba cerca de la realidad o si, como siempre sucede, fue otro ardid típico de campaña.

De cualquier forma, la situación lleva a preguntar si Bussi se atreverá a pedírselo a Elías de Pérez cuando el miércoles estén cara a cara, durante el debate de “Panorama Tucumano”, pese a conocer de antemano la respuesta de la senadora. Seguramente la radical vendrá preparada para sortear el temporal y contragolpear. Si la intención de Bussi es la del manual lo va a hacer, para tratar de exponerla frente al electorado que siga el debate, porque el objetivo es claro: desacomodar y deslizar que él tiene más chances de atraer el voto antiperonista. Una travesura política inverificable hasta no tener los números de las urnas en la mano. Sin embargo, esa táctica viene con graves contraindicaciones: se puede interpretar -y es peligroso para el que la usa que así lo entiendan los votantes- que el objetivo nace de la propia debilidad.

Este tipo de invitaciones suele sorprender cuando se vuelven públicas, porque hacen ruido, primero en la dirigencia y luego entre los votantes, volviéndose parte de la comidilla por unas horas o por pocos días. Hay ejemplos de sobra. El más reciente es el que le hicieron Peña y Frigerio a Ramón Mestre para que bajara su candidatura en Córdoba en beneficio de Mario Negri. O el que le hizo Elisa Carrió a José Corral para que haga lo propio para dejar libre el camino a Mario Barletta en Santa Fe. O cuando en 2015 Cristina le pidió a Florencio Randazzo que baje su postulación presidencial para no obstaculizar la de Scioli.

Muchos casos, y siempre ocurren para decir que el citado no tiene las chances de éxito en las urnas que el otro sí. Vieja treta que debe usarse con la precisión temporal de un cirujano, conveniente e inteligentemente para que produzca el efecto buscado, caso contrario puede terminar afectando al que la introduce en la batalla por los sufragios. En este caso, Bussi observa que el voto no peronista también va dividido al haber dos ofertas electorales opositoras fuertes; la suya y la de la referente de Vamos Tucumán. Lo mismo piensa la senadora radical: que la piedra en el zapato para una eventual victoria el 9 de junio es la existencia de otro espacio que compite por un mismo electorado, frente a la posible división del voto peronista. Andan con el mismo anzuelo, se molestan, se obstaculizan. Qué mejor para cualquier de ellos que el otro no esté. Sería el sueño esperado, que el rival del espacio no esté o por lo menos que caiga en las preferencias en la última semana previa a los comicios. Pero no, ambos van a competir y pelear por el mismo perfil de votante y con un discurso basado en la inseguridad para seducir a una ciudadanía afligida. Es lo más efectivo. Si hasta Alperovich navega en esas aguas. Mano dura, dice.

En este aspecto, por portación de apellido y por lo que muchos interpretan que significa a partir del pasado setentista (orden, autoridad y disciplina o autoritarismo y represión), Bussi podría sacar una luz de ventaja. La pregunta que surge es si será la suficiente como para romper la simpatía hacia la oposición no oficialista en su favor. Entonces, la sorpresiva y oportunista solicitud del referente de FR surge como una expresión natural en este campo de acción.

De la misma forma, la senadora podría haberle demandado exactamente lo mismo, aunque prefirió denunciarlo políticamente al sostener que su contrincante es el que le resta posibilidades a la verdadera oposición al tratar de pescar el voto no peronista. Golpe por golpe, similares en el fondo en cuanto a cómo se posicionan, ya que ambos se achacan culpas por no poder construir una oposición que pueda resultar triunfante en la provincia. Entre ellos, sobra un segundo. ¿Quién será?

Hoy más que nunca, con un oficialismo que en los papeles dividirá el voto peronista -habrá que ver si el escrutinio final le da la razón a esta percepción-, Elías de Pérez y Bussi se estorban: sabe que el otro captará una porción del electorado que bien podría ser propia, y que podría darles el triunfo en las urnas. Sin embargo, el discurso frontalmente antiperonista de Bussi, en una provincia que se viene manifestando en favor del PJ en las últimas elecciones -su padre fue el único que rompió esa hegemonía en 1995-, puede ser simpático para los votantes que navegan en el mar del radicalismo, pero genera rechazo en el mundo justicialista. En el marco de las sumas y restas que hace, el candidato de FR puede sopesar tranquilamente que lo que no le alcance para llegar a la gobernación de Tucumán bien le puede sobrar para convertirse en legislador por la Capital. Y es entendible que se crea que esa es la verdadera intención del concejal: que su postulación a gobernador sea para garantizarle la llegada a la Cámara. De hecho, es con lo que los adversarios lo chicanean.

Aunque sea cuestionable la doble postulación de Bussi -lo que no está prohibido está permitido; dice una máxima política-, esta situación provoca cierta preocupación en los cabeza de lista de los acoples. Esto es porque la cifra de votos que reúna pueda marcar el techo y el piso para calcular quiénes serán los 18 que entrarán a la Legislatura por San Miguel de Tucumán. Eso se debería, centralmente, a la condición de lista única de FR, ya que una sola boleta recogería la totalidad de las adhesiones de Bussi como candidato a gobernador y a legislador a la vez, y no se fragmentaría en acoples como ocurre en el oficialismo.

Y pueden ser muchos los sufragios en la ciudad. Desde varios espacios -tanto peronistas como no peronistas- se dice que el dirigente de FR está creciendo a expensas de una supuesta caída de Alperovich. No hay encuestas detrás de esta afirmación de café, sólo “olfato” o percepciones de algunos referentes territoriales del ámbito capitalino. Pero, el ex gobernador también va con lista única en la ciudad y bien podría, en teoría, como FR, fijar la marca para empezar a hacer el D’Hont. Se habla de 11.500 votos mínimos en la Capital para ganar una banca.

Finalmente, y trazando un paralelismo entre la situación de Vamos Tucumán y de FR en cuanto a la búsqueda de los mismos votantes no oficialistas; cabría deslizar: ¿Manzur y Alperovich podrían imitar a Bussi? ¿Podría Manzur solicitarle a Alperovich que se baje, y viceversa, para garantizar la victoria del peronismo unido en Tucumán? Lo podría hacer si siente que va segundo, detrás de la oposición; sin embargo, sus encuestas le dicen que va liderando la tabla. Si así lo siente no cabría que repita el ardid del hombre de FR porque se expondría a ser observado desde una supuesta postura de debilidad. Sería un error electoral. ¿Lo hará Alperovich? Si dice que va ganando, tampoco debería hacerlo. El miércoles, si se presentan en el debate de “Panorama Tucumano”, se podrá verificar esta situación. A esperar que nadie se ausente. O a que nadie se baje hasta el 9 de junio.

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