Si Chernobyl sucediera en alguna central nuclear argentina, ¿llegaría la radiación a Tucumán?

Pripyat, la ciudad fantasma que tuvo que ser abandonada tras la explosión del reactor nuclear. Foto de www.pripyat.com/en Pripyat, la ciudad fantasma que tuvo que ser abandonada tras la explosión del reactor nuclear. Foto de www.pripyat.com/en

¿Y si pasara en Argentina? ¿Y si una de las tres centrales nucleares del país volara por los aires? La radiación de Chernobyl se detectó a 1.100 kilómetros de distancia de la central nuclear luego de la explosión; ¿qué pasaría en Tucumán si la central Embalse, instalada en Córdoba, explotara?

Seguramente han sido las primeras preguntas a las que nos hemos enfrentado después de ver el quinto y último capítulo de la serie “Chernobyl” (HBO), que retrata la génesis de uno de los dos accidentes nucleares más graves de la historia.

En Argentina hay tres centrales nucleares en funcionamiento  destinadas a generar energía. Son Atucha I y Atucha II, ambas en la localidad de Zárate, a escasos 100 km de la ciudad de Buenos Aires (y a 1.100 km de Tucumán); y Embalse, emplazada en Río Tercero (a 700 km de nuestra provincia). ¿Qué pasaría si algo saliera mal?

Más allá de los datos históricos que se han revelado para el gran público, la explosión comercial que ha significado la miniserie de HBO se ha esparcido por todo el mundo y ha puesto nuevamente en agenda los temas vinculados a la industria nuclear.

Si Chernobyl sucediera en alguna central nuclear argentina, ¿llegaría la radiación a Tucumán?

Quienes trabajan en esa órbita, lo ven como algo positivo por un lado, pero lamentable por otro: es que siempre que entran en danza los asuntos de la energía atómica, lo hacen al compás de algún desastre ambiental provocado por la “materia prima” de la industria, que es la radiación ionizante.  

La contraparte, es decir los beneficios que tiene esta tecnología para el desarrollo de los países y sus ventajas en cuanto al impacto ambiental (comparándola con el uso de combustibles fósiles para generar energía), no siempre han tenido la misma difusión que las catástrofes que ha provocado, en casi todos los casos, por errores humanos.

En la sala de control de Chernobyl, antes de la explosión. Foto de www.pripyat.com/en En la sala de control de Chernobyl, antes de la explosión. Foto de www.pripyat.com/en

La comparación con la industria aeronáutica, considerada la forma más segura de viajar, se vuelve inevitable. “Lo de Chernobyl es similar a pilotear un avión ignorando todas las señales de alarma del instrumental y  omitiendo todos los protocolos básicos de seguridad. Es casi seguro que falle. Lo que pasó en esa central soviética no es representativo de la industria nuclear, porque hubo una acumulación de errores antes, durante y después del accidente, que derivaron en el desastre. Si hacés la miniserie de Atucha durante una prueba de seguridad, hay muchos componentes que seguramente no van a estar presentes”, define con seguridad Juan Pablo Gómez Omil.

Tucumano, ingeniero nuclear egresado del Instituto Balseiro, Gómez Omil (32) preside la Asociación de Jóvenes Nucleares de Argentina (AJNA). El grupo se formó, precisamente, para exorcizar los demonios (“desmitificar prejuicios”, dicen ellos) que pesan sobre esa industria y comunicar los beneficios de la tecnología nuclear en áreas como la medicina, aplicaciones industriales, desarrollo de materiales, generación de energía, usos ambientales y en la investigación científica.

“El accidente de Chernobyl es una acumulación de malos manejos y también de cuestiones de diseño. Los soviéticos necesitaban desarrollar las centrales lo más rápido posible, con el menor costo posible. No había en esas centrales, por ejemplo, estructuras de contención para casos de fugas de radiactividad. Las argentinas sí las tienen. Ese es un dato clave que debería tenernos tranquilos”, detalla Gómez Omil.

La sala de control del reactor 4, antes del accidente. Foto de www.Pripyat.com/en La sala de control del reactor 4, antes del accidente. Foto de www.Pripyat.com/en

Doble contención

Incluso con todos los errores cometidos Chernobyl, en Argentina no podría ocurrir algo de estas dimensiones, aseguró recientemente a La Nación Rodolfo Touzet, especialista en protección radiológica y nuclear de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

“Las centrales argentinas tienen una tecnología diferente de las soviéticas. Pero además están dotadas de una doble contención (una semiesfera en las Atuchas y un cilindro en Embalse) hecha de acero inoxidable de 5 cm de espesor y otra de hormigón armado de un metro de grosor, con filtros entre medio. La de Embalse tiene también un ‘reservorio de agua’ para disminuir la presión en caso de rotura de caños. Si llegara a ocurrir un accidente, el material radiactivo quedaría encerrado en el sistema primario, y si existieran pérdidas no afectarían al público”, explicó el especialista.  

¿Y en Tucumán? “Por supuesto que dependería de las condiciones climáticas del momento, en un caso hipotético, pero aún así creo que estamos bastante lejos de las centrales nucleares como para llegar a recibir dosis peligrosas de radiación en el caso de una fuga, que por el propio diseño y la contención de las plantas, es muy improbable que exista un escape”, tranquiliza el tucumano instalado en Buenos Aires.

Otro de los factores que deberían hacernos respirar en paz por estas tierras, es el humano. “Chernobyl muestra cómo los operarios, que se estaban dando cuenta de que estaban poniendo al reactor en condiciones de altísima inestabilidad y riesgo, se plantan ante la autoridad y la desafían. Porque la ciencia es eso: un desafío permanente a lo que tenemos por cierto. Pero en el caso ruso, no se ve eso como un valor, y los obligan a hacer lo que mandan los superiores. Eso acá no se ve”, finaliza Gómez Omil.

Comentarios