“Para mí es tarde: ya enterré dos hijos; pero ojalá el Cepla sirva para que no sufran otras madres”

La inauguración del Cepla despierta esperanza en las madres de la Costanera, pero lamentan que la obra haya demorado seis años.

ANGUSTIA. Mónica Romero llora mientras relata el derrotero que pasó con sus hijos cuando padecían por las drogas. la gaceta / foto de franco vera ANGUSTIA. Mónica Romero llora mientras relata el derrotero que pasó con sus hijos cuando padecían por las drogas. la gaceta / foto de franco vera

Que es tarde, repite entre lágrimas Mónica Patricia Romero. Sentada en el patio de su casa en la Costanera, la mujer dice que el Centro de Atención Primaria de las Adicciones (Cepla) inaugurado esta semana -para ella- demoró demasiado. “Para mí es muy tarde, para muchas madres como yo es muy tarde porque hay muchísimos hijos que han fallecido por la droga. Hace 16 años enterré a un hijo por la droga, hace seis años lo prometieron (al Cepla). Hace 30 días enterré a otro hijo más por una sobredosis y todavía no estaba inaugurado; estaba casi listo, pero no empezaba a funcionar. Ojalá el Cepla no haya llegado tarde para otras madres, otras niñas y niños”, cuenta Romero.

El Cepla de la Costanera fue inaugurado el martes, seis años luego de que lo prometiera en 2013 el funcionario kirchnerista Juan Carlos Molina, titular de la Sedronar. Luego de que el Gobierno nacional desistiera en 2018 de avanzar con el proyecto, que había quedado paralizado, el gobernador Juan Manzur anunció que se construiría con fondos provinciales. Para las madres del barrio consultadas, la inauguración es esperanzadora. Lo es también para quienes debieron enterrar parientes que fallecieron en situaciones vinculadas al consumo problemático de paco (residuo de la producción de cocaína), cocaína o pastillas, entre otros. Es el caso de Romero.

“No me da el corazón”

Romero tuvo siete hijos, cuatro mujeres y tres varones. Los tres padecieron por el consumo problemático de sustancias. Murieron dos y uno sufrió daño neurológico severo. Apenas comienza su relato, la mamá rompe en llanto. “Me han quedado tres varones fallecidos por el tema de la droga. Perdón. Dos, dos enterrados y uno que quedó como un bebé”, intenta narrar. La mujer, de 47 años, cuenta que sus hijas mujeres tienen 32, 28, 18 y 10 años. “Esto es un dolor que no puedo sacarlo. Quisiera que ayuden a todos los chicos, que ninguna madre pase lo que estoy pasando. Nadie tiene el corazón preparado para esto. No tengo paz en mi vida, pero sigo adelante porque tengo otros hijos. Me quedaron las mujeres. Dios me sacó dos hijos por la droga, y me dejó a otro como un bebé”, insiste.

$ 30 millones costó la construcción del segundo proyecto del Cepla, con fondos provinciales.

Juan David Cassasola tenía 17 años cuando falleció. Murió en 2003 por una sobredosis; hace 16 años. Darío Antonio Cassasola tenía 30 años; falleció hace un mes tras estar internado por una intoxicación por drogas en el hospital Padilla. M.L. (se preserva su identidad), sufrió daño neurológico tras una sobredosis. “Mi otro hijo estuvo un mes en terapia intensiva, entubado, con daño neurológico. Estuvo como dormido todo ese tiempo y ahora ha quedado como un bebé. Cuando tenía problemas con las adicciones me decía ‘mamá, no puedo salir, no sé qué hacer’. Pedía ayuda y nadie me la daba. Pasaba hambre y frío, porque cuando tenía cosas se las daba a mis hijos para que las vendan, porque me decían ‘mamá, no aguanto más con la droga’, y me ponían mal, no sabía qué hacer. Me daba miedo. Tenía terror de que se lastimen ellos o a alguien más consiguiendo droga. Y como no tengo plata, soy pobre, les daba cosas para que las vendan. Me duele el corazón cuando me acuerdo”, continúa Romero. “Cuando se despertó (M.L.) no caminaba, no podía hacer nada. No podía ir al baño. Después pudo caminar y volver a usar el baño. Al menos me reconoce. Toma mucha medicación, pero me reconoce. Se me acerca en la casa y me pide jugar. Me abraza y me dice ‘mamá, yo te amo’, y me besa. Pide caramelos, quiere jugar, me dice que se siente bien. La mente de él ha quedado como la de un bebé y tiene 28 años”, agrega.

Angustia

En la casa de Romero son cuatro: la hija más chica, M.L., Romero y su marido. Su esposo está desempleado y trabaja en changas, pero cada vez consigue menos. El sostén económico, explica la mujer, depende de la pensión por los siete hijos que percibe (alrededor de $ 11.000). “La gente nos discrimina por el pesar de nuestros hijos. A la gente que murmura que es culpa de nosotros que nuestros hijos hayan caído, les digo que no es así, ellos no quieren drogarse, pero no pueden dejarlo. Quedan esclavos. Yo no puse esta maldita porquería de veneno en la calle y me duele más cuando nos discriminan. Tienen que comprender que los chicos necesitan ayuda, no que les den la espalda. Ahora hay niños que consumen y no son chicos peligrosos, son chicos que están en peligro”, piensa en voz alta Romero.

Se acuerda detalles, poco a poco. “Antes de que pasara todo esto, me levantaba temprano y Juan David se levantaba rápido. Me invitaba a tomar mates y ponía la pava. Él me acompañaba mucho, ya sabía de mis sufrimientos. Estaba conmigo. Después lo comencé a ver raro. Decía que se iba a tal lado a trabajar. Me parecía raro. Después entendí que consumía. Apareció esa maldita droga, y no lo pude sacar. Murió. Era un nene de 17. Después se enfermaron con la droga mis otros dos hijos. Empecé a vender todo, a endeudarme, a empeñarme para poder buscarles tratamiento. Después no tenía ni para pagar el colectivo. La plata no me alcanza para nada. La pensión está fundida porque me empeñé un montón. Viví así durante tantos años. Tenía cosas hermosas, colchas, muebles. Hasta una cama se llevaron”, relata. Y sigue: “ahora sigo viva por mis hijas y por mi hijo. Él juega, me pide caramelos, me dice ‘mami te amo’. Me cuenta cuando se levanta que a la noche lo tapó Darío Antonio, pero él falleció. Sueña con él”.

Esperanza

“Cada vez caen más chicos por la droga. Ojalá no sea tarde para otras madres. Que en el Cepla haya gente que quiera trabajar en el tema, porque es difícil, hay que tener un sentido de humanidad que no sé si todos tienen. Sólo espero que no sea tarde”, finaliza.

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