Antes del escándalo desatado el domingo pasado en Mar del Plata, casi como un prólogo a la sentada-abandono de San Jorge en plena final del Federal A, en el ascenso argentino sucedió todo esto:
- “Vine a jugar acá porque me dijeron que el ascenso estaba arreglado”, confesó el uruguayo Juan Tejera, defensor de Estudiantes de Río Cuarto. La actuación del árbitro Sebastián Mastrángelo en el partido decisivo contra Sarmiento de Chaco fue oprobiosa. En YouTube puede verse el insólito penal que cobró a favor de los cordobeses. Los chaqueños amenazaron con llevar el caso a la Justicia, mientras la AFA se limitó suspender por seis meses a Tejera... por hablar. Así se definió el primer ascenso al Nacional B.
- Juegan Peñarol de San Juan y San Martín de Mendoza, por una de las finales del Regional Amateur (que de amateur no tiene nada, porque se trata de jugadores profesionales). En la ida ganan los mendocinos (1 a 0), pero al final del partido se les acerca Carlos Biasotti, arquero de Peñarol, y les anticipa: “la vuelta está arreglada”. Dicho y hecho. El árbitro catamarqueño Juan Carlos Bazán valida dos cuestionables goles de Peñarol y con el partido 3 a 0, a falta de 15 minutos para el epílogo, los jugadores de San Martín abandonan la cancha en señal de repudio. Uno de ellos, Nicolás Parodi, escribe en Twitter: “nos dijeron que nos iban a acostar y así fue. ¿Cómo ganar contra la corrupción?” Peñarol, para más datos, es uno de los clubes que lleva en el corazón Claudio Tapia -sanjuanino él-, presidente de la AFA.
- El árbitro correntino Sergio Pérez llevaba meses inactivo, pero sorpresivamente el Consejo Federal lo designa para dirigir otra de las finales del Regional Amateur, entre Central Norte de Salta y Guaraní Antonio Franco. “Si lo googleás a Pérez te salen todos los casos de corrupción y las denuncias que tiene -apunta el técnico de los misioneros, Manuel Dutto-. Si yo fuera el entrenador de Central Norte me daría vergüenza ascender de esta forma”. ¿Qué había pasado? Ganaron los salteños 1 a 0, con un gol insólitamente concedido por Pérez.
- Pero todo esto queda chico en comparación con lo ocurrido entre Güemes de Santiago y Social Achirense de Entre Ríos, enfrentados por el ascenso al Federal A. Designan a Guido Medina para que dirija el partido decisivo y en la categoría cunde la indignación. Hay antecedentes de arbitrajes de Medina favorables a Güemes. Achirense protesta, pero de todos modos se presenta a jugar en Santiago y pierde 3 a 0. Los dirigentes piden la anulación del partido en la AFA con el video en la mano: se sienten brutalmente perjudicados. Sus pares de Güemes replican acusándolos de haber destruido el vestuario. Todo es lamentable.
¿Cómo sorprenderse?
Con semejante previa se avizoraba la tragicomedia marplatense del fin de semana. Sobre todo cuando se confirmó que el encargado de impartir justicia en Alvarado-San Jorge sería el santafesino Adrián Franklin, un profesor de Educación Física y guardavidas de 35 años que tampoco resiste un archivo. En su prontuario sobresalen las declaraciones de Víctor Zwenger, técnico de Cipolletti, quien tras perder 1 a 0 con Deportivo Madryn -producto de un dudoso penal cobrado por Franklin- sostuvo: “acá los árbitros te roban por una puta y un avistaje de ballenas. Son unos corruptos”.
Durante toda la semana el “caso San Jorge” rivalizó con la Copa América en la agenda informativa. La vinculación de Alvarado con el clan Moyano fue uno de los títulos recurrentes y obligó a Facundo Moyano -ex presidente del club, actual precandidato a diputado nacional- a contragolpear. “Miren el resumen de las jugadas polémicas -declaró durante una entrevista en TN-. Miren si no es roja cuando le pegan a un árbitro, si no es roja cuando lo insultan, si el gol fue válido o inválido, o cómo vienen calentando los jugadores porque vienen predeterminados a eso. Les mando un link de un periodista que es de Aldosivi que analiza jugada por jugada y vean si hay una jugada que justifique lo que hicieron los jugadores de San Jorge”.
No hay hechos, sino interpretaciones de un sistema que carece de victimarios, porque todos se consideran perjudicados por la mala fe de terceros. En Alvarado interpretan que hay una conspiración que tiene más que ver con la política que con el fútbol. Ya sabemos lo que interpreta San Jorge: anunció su retiro de las competencias del Consejo Federal y el plantel está en pleno proceso de desintegración. Marcelo Sáez, el mandamás del club, se siente ultrajado. Su amigo Miguel Acevedo -ministro del Interior de la Provincia- dice que estuvo en la tribuna del estadio “José María Minella” y que jamás pateó la puerta del vestuario de los árbitros, como había consignado Juan Manuel Lugones, máximo referente de la Aprevide (Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte). Alguien está faltando a la verdad.
Detrás de todos estos episodios el hilo conductor es una cadena de sospechas, denuncias, rumores y, por supuesto, sobreactuaciones en ambos lados del mostrador. De repente “Pachi” Raed cobra figuración nacional a partir de su renuncia al Tribunal de Disciplina del Consejo Federal. Los medios descubren que es un político con doble ciudadanía (santiagueña-tucumana), enrolado en la legión de quienes saltaron del alperovichismo al manzurismo. “Pachi” sostiene que el resultado de Alvarado-San Jorge estuvo “amañado” y su hermano, Guillermo, presidente de Mitre y vicepresidente de la AFA, lo desmiente. Los Raed no sólo son dirigentes y jueces; también ofician de sponsors a través de Secco. El logo de la bebida adorna camisetas de decenas de equipos en todas las categorías. ¿A nadie le hace un poco de ruido este juego de incompatibilidades?
La tercera pata de esta tríada de inédito poder santiagueño la conforma Pablo Toviggino, titular del Consejo Federal y operador político de “Chiqui” Tapia en el interior del país. Sin los votos que le arrimó Toviggino, Tapia no habría accedido al sillón de Julio Grondona. “Los dirigentes se han acostumbrado a buscar excusas, a buscar culpables en terceros. Sólo dos de 36 equipos pueden subir a la B Nacional. Se ha hecho una costumbre esto de reclamar periodísticamente, sin pruebas ni sustento”, afirma Toviggino.
Da la casualidad de que Santiago del Estero disfruta el mejor momento futbolístico de su historia, con Central Córdoba en la Superliga; Mitre en la B Nacional y, ahora, Güemes en el Federal A. Tan bien les va que la AFA les concedió una de las sedes de la Copa América del año que viene, en un estadio que está construyendo el Gobierno de Gerardo Zamora a módicos 1.450 millones de pesos.
Y entonces...
San Jorge se siente estafado y, como no hay derecho al pataleo más allá de las denuncias mediáticas, la historia quedará en el renunciamiento anunciado por su presidente. “Si tiene pruebas que las presente”, desafió Toviggino a Sáez. Y no, la presunta corrupción de Franklin no está documentada.
El ascenso de San Jorge habría significado un impacto con escasos antecedentes en el fútbol nacional. Que un club con apenas 10 años de vida acceda a la segunda categoría es una rareza, máxime si recordamos que en 2015 parecía desahuciado y anduvo a la pesca de alguna fusión salvadora, incluso fuera de la provincia (con Unión Comercio, de Santiago). Pero salió adelante, consiguió pisar fuerte en el Federal A y estuvo a un paso de la meteórica hazaña. La pregunta es: ¿contaba San Jorge con las bases institucionales suficientes para hacer pie en la B Nacional más allá de la coyuntura de un campeonato? En muchos aspectos el de San Jorge es un caso testigo de la realidad del fútbol nacional.
La muerte de Grondona dejó una tierra arrasada y, al estilo de las películas posapocalíticas, lo que pululan son grupos de sobrevivientes que se disputan el territorio y los restos del poder. “Chiqui” Tapia es cada vez menos primus entre pares que lo desaprueban en público y en privado.
La mirada en perspectiva es desoladora. No es fácil encontrar algo que funcione bien en el andamiaje de la AFA. La Selección navega sin proyecto; el futuro de la Superliga es cada día más vidrioso (ahora se pelean por suprimir descensos o reimplantar promociones); la mayoría de los clubes vive una crisis permanente; y al destaparse, la olla del ascenso dejó al descubierto un olor a podrido indisimulable. Olor a podrido que se desprende del sistema en su totalidad.