“Ahora arranca una nueva Copa”. Fue la frase más escuchada en la zona mixta pos victoria sobre Qatar, que había depositado a Argentina en los cuartos de final de Brasil 2019.
Y vaya si fue así. La estadía de la Selección en Río de Janeiro no pudo haber sido mejor. Ayer, en ese templo del fútbol mundial llamado Maracaná, los dirigidos por Lionel Scaloni comenzaron a encontrar las respuestas a ese sinfín de preguntas que surgieron durante los primeros y dubitativos pasos en este certamen.
El 2-0 sobre Venezuela le entregó en mano mucho más que el pasaje a Belo Horizonte, donde el martes lo espera Brasil en una especie de final anticipada. Las dudas que había mostrado el entrenador durante los primeros juegos parecieron quedar olvidadas en lo más profundo del baúl de los recuerdos.
En la tarde de Río, Scaloni sacó varias conclusiones positivas. Ahora, justo antes de enfrentar al local por un lugar en la finalísima del próximo domingo, el DT tiene en claro que hay jugadores que no pueden faltar en la cancha.
A saber; con lo hecho ante la “Vinotinto”, Lautaro Martínez no puede dejar el primer equipo. Porque fue el “Man of the Match”, el que indicó el camino del triunfo con un gol de magnífica definición y el que dejó en claro que, cuando hay calidad de por medio, no interesan los años ni la experiencia en duelos picantes.
Pero el ex Racing no fue la única carta positiva que mostró el equipo. El DT encontró en Leandro Paredes el “5” que necesita todo equipo que quiere ser protagonista. El ex Boca no sólo es el mejor argentino en lo que va de la Copa, sino que pinta para adueñarse de una casa que había quedado sin dueño tras la salida de Javier Mascherano. Por ubicación, marca y control del balón, Paredes es una pieza inamovible; está en un nivel que casi no se le había visto hasta acá y da la impresión de que aún no llegó a su techo.
Rodrigo De Paul es otro que ayer confirmó lo que mostró a cuentagotas en los primeros juegos. Tiene muchas agallas, contagia ganas y es una variante de lujo para buscar el desnivel en caso de que el tridente de ataque sea bien tomado por el adversario.
Es cierto que muchos dirán que el nivel de Argentina ayer no fue deluxe; pero, por lo que venía mostrando, necesitaba de una actuación del calibre que logró ayer. La Selección necesitaba cerrar un juego con la tranquilidad y el oficio que mostró en la tarde de Río.
Además, todo esto tiene un plus. Ante Venezuela, Argentina logró superar las expectativas generadas en la previa sin depender de Lionel Messi, algo que se le viene reclamando desde hace mucho tiempo.
No se puede armar el equipo en base a Messi, no hay que cargarlo con toda la responsabilidad o hay que generar un equipo en el que “Lio” sea una variante más. Esas eran algunas de las críticas más comunes para la Selección desde 2010 a esta parte. Y ayer, Messi fue actor de reparto.
Entregó pinceladas, intentó como siempre y se asoció con los intérpretes de lujo que tuvo el equipo. Y así, con el resto de la banda funcionando a pleno, él también pareció sentirse mucho más relajado, feliz y completo.
El juego ante el “Scratch” puede ser el trampolín que impulse a Argentina mucho más alto y a ese pedestal con el que todos sueñan. Pero no hay que marearse. El equipo mostró esa identidad que se le reclamaba y, sobre todo, supo capear el temporal; ponerse de pie cuando muchos lo daban por muerto.
Repitiendo el nivel en Belo Horizonte, y con la ayuda del Messi sobrenatural que se ve en Barcelona, dar el golpe ante Brasil no es una misión imposible.