Deseos de un bicentenario que siguen pendientes

15 Julio 2019

Hay fechas bisagra en las historias de los pueblos que marcan un antes y un después en su destino. El 9 de julio de 1816, en Tucumán, la Argentina declaró su independencia de los reyes de España. En 2016, se celebró el bicentenario de la fecha patria, un momento propicio para inaugurar obras trascendentes para la provincia. En los años anteriores a la festividad circularon numerosas ideas y propuestas para revalorizar en forma integral los aspectos urbanístico, ambiental, histórico, cultural y artístico de la ciudad, así como la adecuación de infraestructura turística, deportiva, vial, de seguridad y transporte.

Días antes de la celebración del 9 de Julio pasado, nuestro diario consultó a intelectuales, profesionales y empresarios acerca de si el bicentenario había sido una oportunidad perdida para refundar Tucumán o para hacerlo progresar.

La mayoría coincidió que fue un momento desperdiciado. Una pedagoga señaló que salvo los festejos alusivos, no hubo ni evaluación de lo logrado ni diseños de proyectos sustantivos para el desarrollo provincial. Un economista destacó la diversificación productiva de Tucumán (azúcar, cítricos, frutilla, palta, arándano y soja), así como un sector industrial pujante, la presencia de cuatro universidades, un sector comercial que es el más importante del NOA. Pero en contrapartida, dijo que tiene un bajo nivel salarial del sector privado, no atrae inversiones, padece un elevado índice de empleo en negro y problemas irresueltos de infraestructura de larga data, como las recurrentes inundaciones en el sur. En su opinión, el bicentenario fue una oportunidad no aprovechada en su totalidad, debido a que Tucumán carece de una estrategia de desarrollo.

Un empresario del turismo dijo que la celebración había sido aprovechada y ello se reflejó en la concreción de varios eventos de gran magnitud, como el Congreso Eucarístico Nacional, donde hubo además un trabajo mancomunado de los privados con el Gobierno. Destacó algunas realizaciones posteriores como el Centro de Interpretación de Quilmes, las obras en El Cadillal. A su juicio, siguen faltando otras como un estadio único y la autopista al aeropuerto y a Termas de Río Hondo. Un ex rector de la UNT afirmó que tras 200 años quedan aún enormes deudas: atraso, miseria y la obligación de saldar la “paupérrima ignorancia” del alma dirigencial.

En 2013, la Fundación Miguel Lillo impulsó la firma de un documento para diseñar proyectos de trabajo y proponía una suerte de refundación de Tucumán. “Debemos superar la inmadurez crónica y las irresponsabilidades de los años mozos. La ausencia casi total del sentido institucional y republicano que nos ha llevado a caminos de personalismos excesivos, debe ser sustituida por la irrevocable decisión de someternos a la ley y a los postulados emergentes de una inteligencia colectiva que procure el consenso y la concordia”, decía el texto.

El avance de la droga, el delito y por ende, de la inseguridad; la constante pérdida de líquidos cloacales en la ciudad, el regular o mal estado de las rutas provinciales y el deficiente servicio de transporte urbano e interurbano, aguardan una solución inmediata. Mientras nuestra dirigencia siga más ocupada en consolidar o ganar espacios de poder que las necesidades de sus representados, pensar en obras de mayor magnitud que inviten a soñar a los tucumanos, pareciera estar por ahora en el plano de la ilusión.

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