Los proyectos de magnitud y la falta de visión

Los proyectos de gran envergadura provocan a menudo el resquemor, la desconfianza, de los gobernantes por los significativos esfuerzos económicos que pueden demandar. En Tucumán, hubo varios que no salieron de la idea o de algunos planos y otros pocos que se iniciaron y quedaron inconclusos.

Ante la crisis del transporte público de pasajeros que vienen padeciendo los tucumanos y que amenaza con prolongarse, la Municipalidad de Tafí Viejo elaboró un anteproyecto que propone construir una red de trenes elevados que uniría siete ciudades del Gran San Miguel de Tucumán, a través de tres líneas y que cubriría un total de alrededor de 57 kilómetros.

La iniciativa del intendente taficeño, Javier Noguera plantea tres líneas: de Tafí Viejo al Barrio 11 de Marzo; de Yerba Buena al aeropuerto Benjamín Matienzo; de El Manantial a Las Talitas. Habría cinco estaciones con cruces de ramales; el tren tendría dos vagones con capacidad para 400 pasajeros y se calcula que el costo de la obra oscilaría entre U$S 700 millones y U$S 1.000 millones, por lo tanto, requeriría de financiación internacional. Para concretarse, la iniciativa que debería contar con el apoyo de los municipios involucrado, la Provincia y la Nación, ha instalado un debate entre los intendentes, varios de los cuales no ven con malos ojos el proyecto.

En 1946, siendo interventor de la Universidad Nacional de Tucumán, Horacio Descole, tuvo el sueño de construir un complejo universitario en la Sierra de San Javier, para unificar todas las dependencias universitarias. El Instituto de Estudios Geográficos efectuó a tal fin un relevamiento en esa zona. En 1947, se compraron y se expropiaron los terrenos y el ya entonces rector consiguió un crédito nacional. El proyecto había sido diseñado por Jorge Vivanco, Eduardo Sacriste y Horacio Caminos, entre otros docentes del Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la UNT. Las obras se paralizaron en 1955 con el golpe militar. Desde entonces, la imponente estructura es un testimonio de lo que quiso y no pudo ser.

En la década de 1980, Fernando Cortés, ministro de Economía de José Domato tuvo la ocurrencia de construir un subterráneo que uniera la Banda del Río Salí con Yerba Buena. La idea fue catalogada de extravagante. En los años 90, el entonces intendente capitalino Rafael Bulacio pensó en un tren elevado que circulara por la avenida Mate de Luna. En 1997 el Concejo Deliberante capitalino aprobó un proyecto del edil José Ricardo Ascárate para la creación de un tren urbano e interurbano en el área metropolitana. Cinco años después, ya como legislador, este logró que la propuesta se transformara en ley, pero el gobernador Julio Miranda la vetó. “Las vías no son un obstáculo, sino un medio de comunicación extraordinario para la ciudad, y se podría implementar con un sistema de barreras inteligentes, como en Buenos Aires”, dijo Ascárate en esa ocasión.

Tal vez la idea taficeña prospere o quede durmiendo en un cajón como ocurrió con muchísimos proyectos. Lo cierto es que la falta de visión de futuro ha caracterizado a la mayoría de nuestros gobernantes, que prefieren ir a lo rápido y seguro que les redituará votos. “No se puede”, “más adelante se verá”, “es irrealizable”, “pero lo va a inaugurar otro”, “hay otras prioridades”, son algunas de las expresiones que reflejan por qué Tucumán sigue con problemas crónicos que ya han alcanzado la mayoría de edad.

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