Nada de interna; una previa al gran duelo Macri-Fernández

Lo único y más interesante de los comicios de hoy, por lo menos para la dirigencia y para los analistas, será conocer la diferencia porcentual que habrá entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio a nivel nacional, porque esa distancia brindará indicios sobre si la elección presidencial estará más cerca de definirse el 27 de octubre o si el balotaje surgirá como inevitable. Especialmente si alguna agrupación supera el 40%; recuérdese que con un 45% en primera vuelta se gana (artículo 97 de la Constitución nacional). Es porque estas PASO adquirieron más vuelo político que valor electoral, porque se relegó a un segundo plano el sentido para el cual fueron creadas allá por 2009: el de abrir las competencias internas a la ciudadanía para que defina quiénes son los que pasarán a la primera vuelta superando el piso del 1,5% del total de votos emitidos. Diez años después han sido desnaturalizadas desde el propio poder al generarse cambios en la legislación que favorecieron la digitación de las listas y que ponen a unos postulantes en situación más ventajosa que a otros en una interna.

Para configurar estados de ánimo

La elección tiene esa relevancia especial porque los principales candidatos hicieron campaña por fuera del concepto de “proceso interno”, superaron esa frontera al haber desaparecido para todos la figura del contendiente en el propio espacio. Ninguno lo tiene, ninguno lo quiso, por lo que eso de interna a nivel presidencial perdió sentido. Salieron directamente a competir contra el principal adversario de la otra fuerza, transformando así las primarias en una suerte de pelea con resultado virtual de primera vuelta. Así, las PASO se presentan clave para conocer y configurar estados de ánimo, para observar quién puede sentirse más cerca de la derrota final. O de la victoria. Esta noche, con los números provisorios en la mano, habrá que detenerse a mirar con atención los rostros y a decodificar los mensajes entre líneas que se envíen. Desde este aspecto puede entenderse tanto ruego final desde ambos lados, y hasta apelando al llanto, para que vaya la mayor cantidad de ciudadanos a sufragar: para que el porcentaje de votantes supere el tradicional desinterés por las primarias y se acerque al de una primera vuelta. Cuantos más acudan a las urnas, motivados por la razón que sea, más cerca se estará de estimar qué puede ocurrir en octubre. Las estrategias proselitistas se van a diseñar de acuerdo a lo que digan esos números, con más, menos o igual desesperación.

La ansiedad debe carcomer por estas horas a los Fernández, a Macri, y a los que han jugado todas sus fichas por uno de ellos, porque la suerte puede quedar sellada hoy, de acuerdo a lo que diga la mayoría de la sociedad. Puede que gane la grieta, por lo que un empate, además de curioso, sería grave. En ese marco, cabe esperar que todo transcurra dentro de la normalidad electoral y que se realice el escrutinio de la totalidad de las urnas. Estas primarias simultáneas expondrán las preferencias reales de la sociedad, las que hablarán de niveles de aceptación y de rechazo, de uno y de otro, y en medio de una profunda división política y social. Para alguno de ellos el resultado puede ser dramático si la diferencia porcentual es de más de ocho puntos y si uno se sitúa por encima del 40%. Ese número es el que tiene nervioso al peronismo de los Fernández, porque necesitan superarlo para ir con chances verdaderas de victoria a octubre. Si no lo alcanzan, la sonrisa mutará a los macristas por más que queden detrás a unos cuantos puntos.

La inquietud que viven es lógica, tanto como lo fue la insistencia por imponer ideas fuerza negativas durante la campaña para que replicaran y se grabaran a fuego como opciones incuestionables: corruptos, antidemocráticos y autoritarios de un lado; inútiles, mentirosos e insensibles del otro. No se arrojaron flores; la grieta discursiva fue profunda. Todos anduvieron con palas a cuestas, prestos a ahondarla. Era, y es negocio. Si terminan parejos habrá ganado la división polarizadora; pero si uno saca una ventaja interesante algunas interpretaciones posteriores navegarán posiblemente por la descalificación: los corruptos les ganaron a los inútiles o estos últimos a los primeros. Si la tercera vía asoma con algún peso específico será realmente un milagro, pero si ese milagro llegara a ocurrir, Juntos por el Cambio o el Frente de Todos tendrán que acomodar sus gestos a esa posible señal de la sociedad.

En el medio de toda esta batalla electoral previa se produjeron algunos hechos políticos para no dejar pasar fuera del análisis. Por ejemplo, el acto del Frente de Todos en el Monumento a la Bandera. No sólo el peronismo y el resto de la ciudadanía que profesa otras ideologías deben ver y analizar la foto de Rosario del miércoles, sino también Macri. Es una postal para que la recuerde. Lo que hizo la oposición pejotista en Santa Fe no sólo fue mostrar al país una imagen institucionalmente poderosa, asentada en la cantidad de gobernadores subidos al escenario, sino que, además, envió un claro mensaje al Gobierno nacional: le dijo a Macri que tendrá que lidiar con esta liga de gobernadores peronistas si finalmente se consagra para un segundo mandato. Una liga que tendrá un caudal importante de representantes en el Congreso, situación que, frente al panorama oscuro que se le pinta al país, obligará a que las negociaciones estén a la orden del día.

Circunstancia que hará que aparezcan necesariamente los operadores de un lado y del otro. Desde el lado de la Nación, a los fines de entablar tratativas con el peronismo del interior, ese papel ya tiene nombre y apellido: Miguel Pichetto. Para eso está, para eso lo pusieron, para ser el puente en ese futuro escenario de reelección de Macri. En el caso del justicialismo, Manzur es el que se anota para tratar de ser el referente del espacio opositor, o representante de los gobernadores frente al poder central. Es la mejor carta que puede jugar el mandatario para fortalecerse ante una gestión nacional que lo tilda de “desagradecido”; una forma de contrarrestar las presiones que podrían sobrevenir del Gobierno nacional por su “inconducta”. O es el negociador, o será el negociado. Se entiende, entonces, que se haya expuesto y jugado por completo a la fórmula de los Fernández. Primero, de ganar su amigo Alberto, obtiene una tabla de salvación política y, segundo, se le presenta un posible trampolín a los planos nacionales. Como sea, está condenado a emerger como el referente del peronismo de la región, para uno u otro escenario.

En fin, el peronismo salió exultante de la fiesta popular de Rosario, recurrió a toda la parafernalia propia del PJ para acometer otra elección en la que tendrá que jugar como oposición, como en 1989. Mostró unidad. En ese marco, es seguro que entre los mandatarios del interior se haya sopesado lo importante de esa unidad en términos de futuro trabajo en bloque de cara a una eventual gestión nacional de color amarillo. Para ser oposición también hay que estar preparados. De ocurrir sería la primera vez en la vuelta de la democracia que el PJ la jugaría de oposición en dos gestiones nacionales consecutivas y que, además, un gobierno no peronista culminaría su mandato, encima resultando reelecto. La apuesta de máxima del peronismo es festejar una victoria y, de mínima, a que esta fotografía quede grabada en las retinas de las futuras autoridades para que también hagan cálculos políticos sobre lo que implica tamaña muestra de poder político e institucional desde el interior del país.

En función de cómo se viene desarrollando la vida nacional, lo que cabría esperar es que el macrismo -de ganar- intente debilitar y dividir ese grupo en ciernes para negociar con ellos desde la división; y que el peronismo -desde la oposición- se esfuerce por mantener esa liga unida como una forma de sobrevivir a los eventuales embates del poder central. Una suerte de mantenimiento de la grieta, de buenos o malos modales. Después que se conozcan los números, esta noche, comenzará a dibujarse un posible futuro, con trazos gruesos o finos.

Los misterios tucumanos

En Tucumán, los misterios a develar son pocos en estas primarias, aunque políticamente interesantes: 1.- Si el justicialismo retendrá los 500.000 votos de junio y si, eventualmente, sumará a aquellos que adhirieron a Alperovich. 2.- Si Fuerza Republicana ratificará su performance del 9 de junio y si puede desbancar a Juntos por el Cambio como segunda fuerza. 3.- Si la lista que encabeza Amaya entra completa a la final, o si la de Courel logra un resultado que le permita hacerle “sopladita” a la boleta oficial. 4.- Si la izquierda, ahora unida, puede acceder a la votación de octubre superando el piso porcentual exigido.

En otras palabras: 1.- Manzur quiere arañar los 600.000 votos para seguir mostrándose como el principal referente del peronismo de la región. 2.- Bussi puede consolidar el crecimiento político y territorial de FR. 3.- Frigerio necesita que se imponga Amaya y que las internas locales en la alianza no dañen el resultado final. 4.- Osatinsky y Arreguez deben demostrar que la izquierda unida puede ser una verdadera opción no sólo para octubre.

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