Tomar conciencia sobre la crisis climática

Tres de cada 10 personas en el mundo no tienen acceso a agua potable segura. En una década, según las proyecciones, la mitad de la población no tendrá agua. El crecimiento demográfico, la contaminación, el desarrollo y el calentamiento climático son los principales causantes de esa catástrofe ambiental. Y esa gente sin agua no está necesariamente en África: la crisis de la que habla la ONU es palpable en Tucumán, y el único modo de detenerla es mover la conciencia de la clase política. Para eso, se necesita una ciudadanía involucrada.

En general, los expertos coinciden en que el problema se debe más a la mala gobernanza del agua, que a su escasez. Pero el ciudadano común no se entera. Apenas mira con curiosidad esos temas de los que sí hablan insistentemente -en cambio- los jóvenes de la Generación Greta, como se conoce a los adolescentes que, inspirados en la sueca Greta Thunberg, lideran la lucha por la sostenibilidad. ¿Por qué el “gran público” no sabe que hemos hipotecado el futuro? ¿O no le interesa? ¿Los medios divulgan adecuadamente esa información? ¿Los desafíos del planeta importan menos que el dólar y la inflación?

Al periodismo le cabe un papel vital en la comunicación de esta agenda. Son un nexo entre la ciencia y la ciudadanía. La Tierra necesita de conocimiento científico y tecnológico para afrontar esta situación dramática y necesita que la información sobre esta coyuntura sea puesta a disposición de las audiencias.

El derecho al medio ambiente es considerado uno de los “derechos humanos de tercera generación” y el relator especial de la ONU sobre medio ambiente y derechos humanos ha pedido a la Asamblea General que reconozca el derecho a un medio ambiente sano para combatir los flagelos del cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación, que matan a más de 8 millones de personas cada año.

La ONU agrega que en más de 100 países, el derecho a un medio ambiente sano goza de un estatus constitucional y al menos 130 Estados han ratificado tratados regionales de derechos humanos que incluyen explícitamente el derecho a un medio ambiente sano: tratados que abarcan África, América Latina y el Caribe, Oriente Medio, parte de Asia y Europa.

También es un derecho que cada ser humano esté informado acerca de que el calentamiento cambiará el mundo que conocemos. Que los glaciares de la Antártida colapsarán. Que en las regiones húmedas, las inundaciones empeorarán. Que en las zonas estériles, las sequías también se acentuarán. Y que se necesitan medidas urgentes y a una escala sin precedentes.

La información acerca de esta situación también se refiere a la calidad de vida de las generaciones venideras. ¿Qué mundo les vamos a dejar? ¿Estamos a tiempo de hacer algo? Quizás, haya tiempo. Pero para eso, cada persona debe poner su grano de arena. Porque cada vez que compramos, nos alimentamos, viajamos o nos bañamos, lo hacemos bajo los parámetros de un modelo de desarrollo salvaje y basado en los combustibles fósiles.

Madrid recibirá, del 2 al 13 de diciembre, la 25 Conferencia de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, bautizada COP25. El cónclave se hará en un momento delicado: la cantidad de dióxido de carbono que se emite a la atmósfera debe descender en un 45 % para 2030, en comparación con 2010. Para 2050, se debe alcanzar la neutralidad del carbono. Eso se logrará sólo si el 85% de la electricidad es de origen renovable.

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