La responsabilidad de la paz social es de la dirigencia

Argentina atraviesa un tiempo crítico, necesita despegar, y eso únicamente se puede hacer con el esfuerzo de todos.

17 Diciembre 2019

Alimentar y alentar la confrontación es un signo de inmadurez social. Diciembre es un mes que invita a confraternizar, a tender las manos y abrir los espíritus; por lo que parece insensato que haya quienes fomenten la división entre los argentinos a partir de decisiones que se toman desde el Gobierno, ya sea que las medidas tengan argumentaciones sólidas o justificaciones débiles. Una propuesta no debe servir para enfrentar. Esto, precisamente, es lo que demanda la mayor cuota de responsabilidad a la clase dirigente, para impedir que se ahonde en la fractura ciudadana, porque hay quienes apostando sólo al fracaso del otro, están dando un envión al fracaso general, al de todos. Es lo peligroso, dejar abierta esa puerta.

De los agrietadores hay que cuidarse para no caer en la trampa de sus pasiones y tomar partido rápidamente, porque justamente se trata de eso, de no dejarse atrapar para subirse a una tribuna como un militante de verdades a medias. Cuanto más se escuchen la exposiciones de ambos lados, desprovistas de fanatismo, y se reflexione sobre lo que puede derivar en un quiebre en la sociedad, mejor será el abordaje de cualquier problemática; con más raciocinio y menos partidización. El conjunto se merece vivir en paz.

Sin embargo, no es sólo una tarea a cumplir por el ciudadano común el tener que bajar los decibeles de las diferencias, sino que es la dirigencia, la de todos los sectores, público y privado, la que debe hacer el mayor esfuerzo y poner toda su sapiencia y buena voluntad para evitar que se ahonde la grieta entre los argentinos. Son ellos, principalmente, los que tienen que poner la cuota de cordura para que no se tensen las pasiones y haya un desborde social.

De sus conductas depende la tranquilidad social, de su vocación de diálogo, de tender puentes sinceros y de apostar al consenso, máxime cuando el país atraviesa una difícil situación económica y hay un 40% de la población condenada a ser pobre, un gran segmento de argentinos en condiciones de vulnerabilidad en la que hay que poner especial atención, de manera urgente.

Es ese marco, es que resulta inconcebible que sean los que representan a distintos espacios del pueblo, desde las distintas esferas del Gobierno y desde los ámbitos privados, los que no entiendan que una de sus principales misiones es tender al bien común para el desarrollo sostenido de la sociedad. Sin sectarismos, ni egoísmos.

Deben ser los intérpretes y garantes de la paz social, y aceptar con resignación ese papel. Están obligados a escucharse, a sentarse a una mesa, a ponerse de acuerdo, a consensuar salidas; pero sobre todo a aceptar que en épocas difíciles todos tienen algo que ceder y aportar, sin que haya privilegiados.

Argentina atraviesa un tiempo crítico, necesita despegar, y eso únicamente se puede hacer con el esfuerzo de todos, en la cuota razonable que le corresponda a cada uno. Precisamente, para eso están los que gobiernan y los que hablan en representación de los distintos factores que generan normas, riqueza y desarrollo.

Encontrar el punto medio del entendimiento y ponerse de acuerdo entre todos es el mayor reto que enfrenta la dirigencia argentina, porque si no lo hace, si no se esfuerza, los que apuestan a la grieta van a seguir ganando la batalla de la división, alimentando odios y sembrando desilusiones. El país no está para el caos social.

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