Por momentos da la sensación de que se puede acelerar, pero es mejor pensarlo dos veces: en cualquier instante puede cruzarse en el camino una moto con dos o más personas encima, un carro tirado por un caballo, un camión destartalado o algún colectivo repleto de pasajeros. A eso hay que sumarle los baches (algunos cubiertos por aguas dudosas que corren junto a la calzada) los peatones y las bicicletas. La enumeración de los distintos tipos de transeúntes que se concentran en el Camino del Perú podría continuar, porque se trata de una de las vías más transitadas de Tucumán.
La ruta provincial 315, conocida como Camino del Perú, nace en la avenida Aconquija (en la zona de El Cristo), pasa por el ex ingenio San José, la Curva de los Vega, Villa Carmela y desemboca en Tafí Viejo. Cada vez se hace más difícil circular por allí por su estrechez y porque hay sectores en los que el pavimento está deteriorado. A eso hay que sumarle la construcción de nuevos barrios que los últimos años intensificaron el tránsito de manera exponencial.
Desde el cruce con la avenida Aconquija hasta la Curva de los Vega, esta ruta funciona como límite entre San Miguel de Tucumán y Yerba Buena. Este último municipio dispone agentes de tránsito para que en los horarios picos organicen la circulación en las zonas más complicadas (la esquina de Italia-Frías Silva y la escuela Justiniano Frías, entre otras). San Miguel de Tucumán maneja los semáforos de la rotonda de las avenidas Belgrano-Perón; el mantenimiento de la calzada le corresponde a Vialidad Provincial.
Justamente, las mejoras en la cinta asfáltica y en las banquinas suelen ser muy esporádicas. Los últimos trabajos de cierta intensidad se realizaron en las semanas previas al Congreso Mundial de Caña de Azúcar. Básicamente consistieron en una lavada de cara: se taparon baches (algunos de los cuales volvieron a aparecer poco después), se pintó la señalización horizontal y se puso algo de cartelería.
Este problema no es nuevo: en 2011 LA GACETA contó la historia de Sofía Torino, una vecina de Villa Carmela que había perdido una pierna luego de haber sido atropellada por un vehículo en la ruta 315. “Como sucedió con otros caminos, las poblaciones fueron creciendo a su alrededor y en la actualidad no sólo poseen el tránsito natural de una ruta, sino también el de cualquier avenida de la ciudad”, resaltaba la crónica. Ocho años después, la situación no ha hecho más que empeorar.
Existe un proyecto (bastante postergado) que tiene como objetivo duplicar el ancho de la calzada de la ruta y pasar de los siete metros actuales a 14, de modo que el camino tenga dos sentidos de circulación al norte y dos al sur. Los fondos solicitados a la Nación por las intendencias de Yerba Buena y de Tafí Viejo nunca llegaron.
En vísperas de un nuevo año, sería importante que los funcionarios provinciales y los de las distintas municipalidades que tienen injerencia en el Camino de Perú arbitren los medios para lograr que, de una buena vez, esta ruta -que ya quedó obsoleta- se transforme en una moderna autopista (como la diagonal que une San Miguel de Tucumán con Tafí Viejo).