El relato de una madre que lo perdió todo después del asesinato de su hijo

A DIARIO. Cuky trabaja frente al cementerio donde está enterrado Manuel. Todo los días lo visita. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ A DIARIO. Cuky trabaja frente al cementerio donde está enterrado Manuel. Todo los días lo visita. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ

El 12 de octubre de 2004 tres menores entraron a robar a la casa de los Castro. Manuel intentó socorrer a su padre y le pegaron un tiro en el pecho. Cuky estaba en Carlos Paz y no quisieron contarle lo inevitable.

Manuel tenía 25 años el día que lo asesinaron de un disparo en el pecho. Manuel estudiaba magisterio y esperaba terminar la pasantía en la escuela Federalismo Argentino para poder dar el siguiente paso: casarse con Miriam, su novia desde hacía cuatro años. Manuel jamás imaginó que tres menores del barrio, a quienes conocía porque vivían a tres cuadras de su casa de Alderetes, iban a ser los que le apagaron sus sueños.

Pasaron 15 años desde el 12 de octubre de 2004. Se fue la vida de Manuel y también la de Irmelda, su madre. Ella le cuenta a LA GACETA que murió junto a su hijo. Cuky no estuvo la noche del asalto, había viajado a Carlos Paz a cuidar una cuñada recién operada de cáncer que estaba muy enferma.

Esa misma noche, la del triste final, llamaron por teléfono desde Tucumán. El recorrido de Cuky, desde su habitación hasta el teléfono del living, fue tan eterno que ella lo describe hoy como si una nube gris la hubiera envuelto dentro de en un dolor tan espantoso como intenso. Sabía que algo malo había pasado. “No quisieron decirme la verdad, me decían que lo habían baleado en una pierna y que esté tranquila”.

En el operativo regreso a casa falló el plan de vuelo, no había asiento para volar desde Córdoba a Tucumán. Hubo que viajar por tierra, en taxi. En cada parada para cargar combustible, Cuky corría hacia un teléfono. La respuesta de cada interlocutor era la misma: “está todo bien, no pasa nada”.

Al llegar a Loreto llamó al Centro de Salud. Pidió por Manuel Martín Castro (h). Su cuñada fue la que atendió y la que le cortó. Entonces ella entendió que alguien se había llevado la vida de su único hijo.

Lo desgarrador de su relato no solo es el contexto, sino todo lo que siguió después. Cuky, nacida en Las Delicias, Santiago del Estero, lo perdió todo. “A los tres años del fallecimiento de mi hijo, mi marido me dejó. Hoy está en pareja él y lucho por no vender la casa, el último recuerdo de mi hijo”.

SUEÑOS TRUNCOS. Estaba a punto de recibirse de Maestro. Quería casarse con Miriam. SUEÑOS TRUNCOS. Estaba a punto de recibirse de Maestro. Quería casarse con Miriam.

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Los Castro tenían un quiosco en la propiedad. Eran conocidos en el barrio, sobre todo Cuky por ayudar a quien lo necesitaba. “Caco” Díaz, por ese entonces, de 16 años, fue el que mató a Manuel. Díaz, Emanuel “Manuelito”, de 17, y otro secuaz fueron los que irrumpieron en la casa que les había dado de comer muchas veces. Eran las 5 de la mañana. Manuel Castro (p) intentó coartar el asalto. Le empezaron a pegar, entonces, Manuel (h) intentó ayudar a su padre. Murió en el intento de sacar a unos de los ladrones hacia el patio.

“A esos chicos yo los conocía. De hecho fui varias veces a su casa a llevarles cositas. Eran de la zona; vivían a menos de tres cuadras. Intenté verlos en Tribunales, porque después de todo esto se me habían borrado sus caras. Los vi esposados a los tres y pensé en Dios. Dios era el que los iba a juzgar. Ninguno me miró. Ninguno pidió disculpas, pero yo sí los perdoné con mi corazón y el tiempo me dio la razón. Dios hizo justicia. ‘Caco’ murió hace unos años y a Emanuel González, que asesinó a un remisero tiempo después, se lo llevaron a Buenos Aires. No sé qué habrá pasado con el tercero, pero sí entendí que Dios me escuchó y se encargó de hacer justicia.

DOLOR. Manuel, único hijo de la familia Castro, tenía 25 años cuando lo mataron por defender a su padre durante un asalto. DOLOR. Manuel, único hijo de la familia Castro, tenía 25 años cuando lo mataron por defender a su padre durante un asalto.

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En unos días Cuky se irá de vacaciones con otras amigas de la iglesia a El Mollar. En el rezo encontró refugio.

Confiesa que jamás volverá a ser feliz.

Confiesa que jamás pensó en suicidarse porque eso no le corresponde a ella.

Confiesa que ella está muerta, por dentro y por fuera. Manuel no está.

Confiesa que el vacío que siente, 15 años después, continúa siendo del mismo tamaño que el pozo que la tragó cuando llegó al Centro de Salud a despedir a su hijo fallecido.

Confiesa que después de que enterró a Manuel iba religiosamente todos los días al cementerio Jardín del Cielo, de Alderetes. “Después empecé a tomar conciencia de que él no está, que duerme y no sabe nada. La que sabe soy yo, y yo soy la que recuerdo lo que pasó. Me han destruido”.

SU REFUGIO. Irmelda trabaja desde hace ocho años en el puesto de flores que está frente al cementerio Jardín del Cielo, de Alderetes. SU REFUGIO. Irmelda trabaja desde hace ocho años en el puesto de flores que está frente al cementerio Jardín del Cielo, de Alderetes.

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Mientras todo a su alrededor iba derrumbándose, Cuky encontró en las puertas del cementerio un nicho donde poder refugiarse. “Hace ocho años que trabajo en este puesto de flores, de 8 a 19.30. No me voy a mi casa porque no me conviene, por el boleto y el tiempo, de armar y desarmar el puesto. Acá me siento como en casa, estoy cerca de mi hijo”, dice.

La mirada de Cuky jamás estuvo donde nosotros charlamos, aquí en el puesto de flores. Sus ojos, siempre en compota, revelan sufrimiento. Revelan que lloran todos los días. Revelan, además, haberse escondido en mentiras. “La gente que viene a comprar a veces me pregunta ‘cuántos nietos tiene’, y yo a veces invento: ‘un montón’. Todo para no contar mi vida, porque muchas veces me escondí... Estoy solita, vivo en mi casa de siempre y no la quiero vender. Esa es la lucha que tengo ahora”.

“Creo que mi etapa ya pasó. Mi etapa de juventud pasó. Me enamoré, me casé y crié a mi hijo enseñándole valores, enseñándole que valore cada cosa, desde el par de zapatillas que mamá podía comprarle”, empezar de cero jamás fue opción para Cuky. Como tampoco condenar a Miriam por sí haberlo hecho. “Sigo en contacto con ella, la quiero un montón. Soy feliz de que la vida le haya dado un buen marido y dos buenos hijos”.

Esta es la primera vez que habla del tema. Y lo hace con total sinceridad. Decidió dejar de esconderse. “A veces me duermo sentada. Estoy con la familia y dicen, ‘¿Por qué te duermes? Estás hablando y te quedas dormida'. El 31 me pasó eso. Era tanto el sufrimiento en mi corazón que me dormí por eso. No sé si tengo envidia mala, cuando veo a mis hermas y sobrinas que se casan, tienen hijos, nietos. Solo se que siento un dolor adentro muy fuerte, porque yo no voy a poder conocer esa experiencia”.

No cabe un título para aquel que pierde y debe enterrar un hijo. Solo uno puede saber cómo llevar el fuego por dentro. “A quienes pasaron por lo mismo que yo, puedo decirles que vivan en el buen recuerdo, a mí eso me hace feliz en parte. Vivir en el recuerdo de que vos levantaste a tu hijo, lo llevaste al colegio, que conversaste con él. Que has jugado, que has vivido buenos y malos momentos, pero los has compartido. Que nos hemos abrazado cuando estuvimos juntos, que me decía que me quería y yo lo decía que lo quiero. Y a los que lo tienen, les diría que abracen, que abracen mucho, que lo importante es lo vivido, no lo material. Eso es lo que yo me voy a llevar”.

- Si lo tuvieras a Manuel por unos minutos, ¿qué le dirías?

- Que lo amo mucho, que lo extraño y quisiera tantas cosas con él. Le diría que se nos ha truncado la vida. Yo para disfrutar de mis nietos, y él de verme envejecer a mí.

SIN LUZ. Confiesa Cucky, su alma se fue con la de Manuel. Trata de sobrellevar su vida como puede. SIN LUZ. Confiesa Cucky, su alma se fue con la de Manuel. Trata de sobrellevar su vida como puede.
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