“Jamás imaginé una Semana Santa así, con templos cerrados pero con la Iglesia metida en cada hogar”

Monseñor Sánchez dijo que le costó aceptar el cierre de las iglesias.

“Jamás imaginé una Semana Santa así, con templos cerrados pero con la Iglesia metida en cada hogar”

En una entrevista por audios de WhatsApp, el arzobispo de Tucumán reconoce que al principio le costó mucho aceptar que había que cerrar las iglesias. Le llegaban mensajes de otros obispos argentinos anunciándoles su decisión de cerrar los templos y él se escandalizaba: “¡Están locos, cómo van a cerrar la casa de Dios!”. Pero a los minutos le llegó otro mensaje que decía lo mismo, y después otro, y otro más ... Su rostro empalideció: “Señor, por favor, decime que está pasando, te lo suplico …”, dijo monseñor Carlos Sánchez con las manos unidas y mirando  al techo.

-  Padre como vive usted esta Semana Santa?

Ayer justamente estaba conversando con el padre (Miguel) Galland que estaba cumpliendo sus 50 años de sacerdocio. Yo tengo 32 de cura. Comentábamos que ninguno de los dos nos hubiéramos imaginado nunca una Semana Santa así: celebraciones sin gente, Cena del Señor sin lavatorio de los pies, sin adoración eucarística, sin vigilia de adoración toda la noche, un viernes sin vía crucis por las calles, ni procesiones multitudinarias … (se le nota la voz desolada)

- ¿Y qué le dice todo esto?

- Nos hace pensar mucho, discernir, ¿qué nos está diciendo el Señor con todo esto? Quizás, que tenemos que volver al hogar, a la intimidad de la vida familiar, a esta iglesia doméstica… volver a lo profundo y que lo exterior sea expresión de nuestro interior. El Señor esta vez nos da la oportunidad de meternos más en el interior de nosotros mismos para que seamos más auténticos, más coherentes y que nuestra expresión exterior esté en sintonía perfecta con nuestro interior.

- ¿Jamás hubiera imaginado esto?

Jamás me hubiera imaginado una Semana Santa así, con templos cerrados, pero con la iglesia metida en cada hogar y en cada casa parroquial, porque los curas también vivimos esta experiencia de interioridad. Y de buscar la manera de llegar con creatividad a cada rinconcito de nuestra comunidad, consolando y compartiendo con el pueblo santo de Dios.

- ¿Cuándo decidió cerrar las puertas de las iglesias?

El 16 de marzo cuando empezaba a rondar esto de la epidemia, recibí una carta de un obispo argentino que me contaba que había decidido cerrar los templos. Recién el 19 salió el anuncio del Presidente. Ese 16 yo reaccioné mal. Digo ¡pero este está loco! ¿Cómo vamos a cerrar la casa de Dios? Vamos a tener todas las prevenciones, pero no cerrar los templos. No pasó ni media hora y me llega otra carta de otro obispo que me decía lo mismo, luego de otro y de otro más. Ahí me cuestiono. ¿Qué está pasando? Ya no pensaba en mí sino en el pueblo Santo de Dios y en el valor de la vida. La vida, que es lo único, indiscutible, básico, fundamental, que tenemos que defenderla siempre. Entonces por coherencia con el valor de la vida yo decidí ese 17 a la tarde, cerrar los templos. Y lo comuniqué el 18 de marzo. Pero fue algo muy fuerte para mí. Primero fue un no rotundo, después orar, un discernimiento, y luego pedir al Señor mucha luz y escuchar a Dios que me hablaba a través de mis hermanos obispos y del colegio de consultores y de otros hermanos médicos. Dije debemos ser coherentes: el 8 de marzo decíamos sí a la vida y sí a la vida de los niños y de las mujeres, y del niño por nacer, a la vida de cada anciano y de cada integrante del pueblo santo. Así decidí cerrar los templos y vivir la celebración de otra manera, desde las casas, desde el hogar, como una iglesia doméstica.

“Jamás imaginé una Semana Santa así, con templos cerrados pero con la Iglesia metida en cada hogar”

- ¿Cómo vivió este paso de la iglesia a los hogares, de la mano de la tecnología?

En la carta que envié a los fieles de Tucumán ese 18, anunciando que cerrábamos los templos, les aclaré que no íbamos a dejar de vivir la Semana Santa. Aunque teníamos que vivirla de una manera distinta, no íbamos a dejar de ser iglesia ni de vivir la comunión. De pronto fue impresionante la explosión creativa de los fieles: las adoraciones eucarísticas, la liturgia de las horas, laudes, vísperas, todas rezadas por Facebook, el rosario, con los rostros de los niños, jóvenes y adultos …  los audios, las animaciones, las misas por Facebook, con canciones y la participación de todos.

- ¿Qué reflexión le trae todo esto?

Creo que veníamos celebrando con muchas exterioridades, ahora el Señor nos pide que vivamos más internamente. Armar el altar familiar, con todos estos signos, el pan para compartir, la foto o el librito de la Primera Comunión o la foto del bautismo, el agua, la luz … estos signos nos ayudan a vivir esta celebración con más intimidad. Me sorprendió la rápida reacción de laicos y sacerdotes, y me llenó de alegría y de gozo la creatividad de todos para evangelizar a través de los medios y poder celebrar creativamente estos misterios del Señor.

También me pareció preciosa la reacción de cuidar a los más necesitados. Los vi organizarse rápidamente desde los comedores de Cáritas y hogares de Cristo para llevar mercadería a las familias. Algunos grupos armaron barbijos y camisolines para donar junto con elementos de limpieza. Me impresionó no sólo lo devocional sino  la reacción solidaria para socorrer al hermano necesitado, que no era solamente el beneficiario de Cáritas, sino también los que suelen vender en la calle y que ahora no lo pueden hacerlo.

- ¿Por qué decidió consagrar Tucumán al Señor de la Salud?

En los siete años que estuve como párroco en la basílica de La Merced fui testigo de la devoción por la imagen del Cristo Crucificado. Es una imagen que impresiona. Que pareciera que habla, con ese rostro tan sereno y dulce a la vez. Un Cristo sufriente con el que uno se siente identificado. Los testimonios que recogí de la gente por aquellos años son impresionantes. Esa compasión del Señor ante el dolor y el sufrimiento por tantas enfermedades. Un Jesús que ha sufrido más que yo. Yo veía cómo la gente clavaba la mirada en ese rostro y encontraba consuelo.

Por eso pienso que así como en 1887 lo hemos invocado los tucumanos también ahora tenemos que ponernos en los brazos del Señor de la Salud. Dejarnos abrazar, consolar, animar y fortalecer por Cristo, que dio la vida por nosotros. Para que recibamos la salud física, pero también la salud interior y espiritual.

Por eso debemos decir consagro mi vida al Señor y le entrego, como ofrenda, mi servicio generoso a los demás. Hoy viernes Santo, no vamos a sacar en procesión al Señor de la Salud como lo hacemos todos los años, pero nos vamos a consagrar a El desde nuestras propias casas. Vamos a aprender a ser mediadores de la redención de nuestros hermanos, mediante el consuelo y el servicio a la paz. Sólo tenemos que decirle: Señor, nos confiamos en vos.

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