La cuarentena incentivó el ejercicio físico dentro de casa y el ingenio de muchos para pensar en actividades diferentes que desarrollar durante la semana. Las terrazas de los edificios se volvieron para muchos la “salida salvadora” para despejar la cabeza y el escenario ideal para gastar algo de energía.
Vecinos de edificios con las zapatillas puestas listos para entrenarse. Algunos preparados suben sus colchonetas y mancuernas, otros sólo salen con lo puesto y dan varias vueltas a la redonda para calentar. Los ejercicios de yoga o de la clase de funcional se replican cada tarde.
Lo positivo que tiene la necesidad de hacer deporte puede que dentro de poco se vuelva negativo. Es que se anunció la posibilidad de permitirle a la gente salir a correr a las plazas. Según los primeros trascendidos sería algo ordenado, controlado y limitado diariamente. Pero ¿se sabrá aprovechar?
En Francia aplicaron esa misma medida y pareció tirar por la borda en minutos el esfuerzo previo. La gente salió de a grupos, no respetaron las distancias recomendadas ni se cubrieron la boca.
La pregunta ahora es: ¿qué pasará con nosotros? Si esta decisión se lleva a cabo, ¿seremos lo suficientemente responsables como para respetar y mantener nuestra seguridad y la de los demás? ¿Daremos el ejemplo o volveremos a ser egoístas?