“Tenemos terror de que en el barrio haya coronavirus, como en la Villa 31”

Lanzaron un comité barrial de emergencia, con vecinos y organizaciones.

CHARLA. Vecinas del barrio escuchan a representantes del CAPS explicando las medidas frente a casos de dengue. CHARLA. Vecinas del barrio escuchan a representantes del CAPS explicando las medidas frente a casos de dengue.

Dengue, dengue, dengue y miedo por el coronavirus. Vecinos y referentes barriales de La Costanera se reunieron en el medio de una de las canchitas de fútbol del ingreso al barrio desde la avenida Gobernador del Campo para lanzar el Comité de Emergencia Barrial junto a miembros de CAPS, organizaciones sociales, agrupaciones políticas, comedores, programas nacionales y equipos del ministerio de Desarrollo Social.

Tras una hora de debate, el equipo territorial del Siprosa se comprometió a brindar una capacitación sobre medidas preventivas de dengue y de coronavirus, para que los referentes reproduzcan ante sus vecinos. Acordaron coordinar acciones para que un camión circule y los vecinos puedan descartar cacharros de sus casas. Así podrán erradicar criaderos de mosquitos, porque el camión de la basura no circula por todo el barrio. Miembros del Frente Social Nueva Independencia y del Programa de Mejoramiento Barrial (Promeba) convinieron que fumigarían viviendas por tandas, para matar las larvas, y todos se comprometieron a invitar a más referentes del barrio y a volver a reunirse la semana que viene.

El miedo de los vecinos es por la cantidad de casos de dengue. El terror es que en el barrio del este de la capital ocurra como en Villa 31 en Buenos Aires, donde ya hay más de 50 casos positivos de coronavirus: anoche falleció por esa enfermedad Toribia Balbuena, de 84 años, de ese barrio. Según la organización Garganta Poderosa, en la casa de los Balbuena 11 personas compartían un baño.

Un niño de 3 años con dengue

En la ronda, manteniendo los dos metros de distancia entre cada uno, sentados en sillas de plástico, bancos y algunos cajones de verduras puestos de canto, Ezequiel Pérez escuchaba atento a las medidas del “bloqueo” que realiza el Siprosa ante cada caso positivo de dengue. Este año el barrio tuvo, hasta el jueves, 135 casos positivos de esa enfermedad según los datos del CAPS.

“A tres de cinco en mi casa nos dio dengue. Primero cayó mi chiquito de 3 años, que empezó con fiebre, dolor de cuerpo y estuvo cuatro días de cama. Después le tocó a mi mujer, a ella le agarró horrible: dolor de huesos, vómitos. Estuvo 15 días de cama. La miraba cuando la acompañaba y sentía que se me iba, que se me moría ahí nomás al lado mío”, comenzó a relatar. “Después caí yo. Tuve muchísima fiebre, estaba en cama. A la casa fueron una vez a fumigar, pero después nunca más. En el CAPS me dieron dos repelentes. Pero como no puedo trabajar desde que empezó todo esto recién ahora cuando se volvió a acreditar el pago de la AUH por los nenes pudimos comprar lavandina y productos de limpieza para tener la casa todo el tiempo desinfectada. Bajé muchísimo de peso, como cinco kilos. No podía comer, no tenía apetito y si probaba algo era amarguísimo. Sentía que me moría. Me puse a rezar. Mi miedo es que le agarre a mis otros dos hijos. Ahora cayó con dengue mi hermano, lo llevaron al hospital porque además de la fiebre él tiene problemas en los pulmones por un problema de salud que tiene, no sé cómo está porque no pude verlo”, explicó a LA GACETA. Atrás de la ronda, un caballo pastaba ajeno al merodeo de los perros. Más atrás, los miembros de un comedor de noche para chicas y chicos adictos empezaban a servir un arroz con leche para repartir entre quienes pasaban.

“Tengo miedo porque si entra el coronavirus será de terror. Encima se me rompió la máquina para cortar el pasto y no tengo cómo laburar, más allá de la cuarentena. Me llegó $ 1.500 de luz y lo mismo de gas. Para comer tenemos por la AUH y la tarjeta Alimentar, pero lo que no quiero es tener deudas”, siguió. “Acá poca gente respeta la cuarentena, un poco entiendo por cómo son las casas acá en el barrio. Lo que me preocupa es qué pasará con los chicos adictos que andan todo el día en la calle, porque ellos están mal de salud. Lo digo porque yo pasé por eso, me pude recuperar pero en un momento estuve muy mal. Si ellos se contagian se van a enfermar muy gravemente”, completó. Tras recuperarse de dengue, afirmó que estuvo una semana con angustia: no podía salir de su casa, tampoco dormir bien.

Jaqui Ponce escuchaba atenta mientras repartía porciones de arroz con leche. “Lo que mas nos preocupa ahora es el dengue, porque la mayoría pasamos por esto. Es verdad que pasó la Municipalidad fumigando, pero cuando pasó la camioneta tirando productos a la calle se terminaron metiendo los mosquitos adentro de las casas. Que hagan al revés: que se fumigue en las casas. La gente de La Costanera vive del cirujeo, entonces guarda cosas. Debería venir un camión para que la gente descarte cacharros, así no hay mosquitos. Sería fácil si pasara el camión de la basura, pero acá salvo algunas calles, todos terminan quemando basura en el patio”. Y agregó: “tuve dengue, toda mi familia y todos mis vecinos también. Me agarró un 4 de abril a la mañana mucha fiebre, me dolía todo el cuerpo, parecía que me hubieran agarrado a garrotazos. No podía levantarme de la cama. Me fui al CAPS y a los dos días me dijeron que era positivo. Me dieron paracetamol. Estuve seis días en cama. Era un dolor inmenso, no podía ni darme vuelta, era peor el dolor del cuerpo, como si te hubieran molido a golpes en una patota”, describió.

“El miedo es que acá si agarra el coronavirus hará estragos. Las casas tienen a 10 ó 12 personas. Y la gente sale igual de la casa porque no pueden estar todos. Ahora el susto es porque llegaron trabajadores golondrina que son del barrio y venían de Río Negro. Conversé con algunos y me contaron que los que llegaron no tuvieron registro porque el chofer coimeó y pasaron sin revisar a nadie. Eso no debería ocurrir”, continuó el relato. Otra preocupación es el hambre, expresó Ponce: “lo difícil que se puso el barrio, porque la gente que anda en la calle, que es adicta, tiene los pulmones destrozados así que si se enferman les pegará durísimo, probablemente los mate. La preocupación también es el hambre, porque ahora no se puede trabajar”. Ponce dijo que trabaja limpiando casas del barrio, lavando ropa, haciendo comida. “Ahora nadie tiene trabajo así que ya no pueden pagarme. Tampoco hay alguna fiesta un fin de semana porque siempre me encargaban unas asaderas de pizza o 100 empanadas. Así que sobrevivimos todos. Hay un hambre bestial así que si no nos mata el coronavirus nos matará el hambre”, finalizó.

Rezos

Con la reunión finalizada y los compromisos asumidos para la semana próxima, un grupo fue a repartir lo que quedaba de arroz con leche por las casas. En uno de los pasillos, entre casillas de madera precarias, apuntaladas con chapas y plásticos reciclados de viejos carteles publicitarios, M. daba vuelta unos cacharros para que no acumularan agua mientras dos jóvenes y un adulto fumaban pasta base. Recibieron con alegría las porciones del alimento. En ese sector hubo varios casos de dengue.

Algunos vecinos de la zona comentaron que el precio de la cocaína y del paco aumentó tanto, que volvió a verse a niños y adolescentes aspirando pegamento.

“El dolor del dengue es un dolor de cabeza que te crece como un palpitar desde atrás de los ojos”, comentó M. mientras acompañaba con un gesto explicativo de sus manos, juntando y soltando las yemas de los dedos como cuando se ven estrellas. “Me curé rezando de día y llorando de noche, como hacemos los pobres”, agregó M. y se despidió agradeciendo a Dios por el alimento: se había quedado sin yerba ni azúcar.

Salud comunitaria: nociones de Ramón Carrillo

“El balance fue muy bueno. Permitió empezar a compartir la información y a organizarnos, vecinos y personal de diferentes áreas del Estado, para no realizar tareas aisladas sino integradas, con el CAPS a la cabeza. Se generó la idea de que si bien hay aislamiento por la cuarentena, hay que evitar la rotura de vínculos, porque deriva en ansiedad. Lo central fue trabajar con el dengue”, explicó Emilio Mustafá, psicólogo de la Secretaría de Adicciones, acompañado por Zulma Juri y Manuel Romano, del equipo territorial. Los técnicos agregaron que continuarían trabajando pese a no tener permisos de circulación del Gobierno provincial. “Además también contamos con el apoyo de la Iglesia del barrio. Es importante organizarnos porque lo peor del coronavirus no llegó y es fundamental tener educación sanitaria en el barrio. La gente demostró que quiere participar de manera activa en el cuidado de su salud. Parte de la línea sanitaria de Ramón Carrillo, que decía que frente a las enfermedades que genera la miseria, la tristeza y la angustia social, los microbios como causas de enfermedad son pobres causas. Buscamos fortalecer el liderazgo de los trabajadores de salud en los CAPS, de profesionales del Estado, con apoyo de vecinos y organizaciones”, finalizó.

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