La creciente interna entre el gobernador Juan Manzur y su vicegobernador Osvaldo Jaldo desvela a la dirigencia del oficialismo local. Si bien el conflicto disminuyó de intensidad en el ámbito público, los roces entre las principales autoridades provinciales persisten de manera subterránea. En las últimas semanas hubo gestos y acciones que dieron cuenta de que la relación política de la dupla está quebrada y de que pasó en pocos meses del compañerismo a una tensa convivencia institucional. En el medio quedaron, precisamente, los otros miembros del oficialismo provincial, que advierten que un quiebre tan temprano sería perjudicial y que puede resultar desgastante. También se mira de reojo a la próxima contienda electoral que se aproxima, en 2021, mediante la que se elegirán a los tres senadores y a cuatro de los cinco diputados por Tucumán.

Escenas del pasado

El oficialismo provincial está dividido virtualmente entre los miembros del Ejecutivo y del Legislativo. La línea de corte no es tajante sino desdibujada, porque gran parte de los dirigentes se resiste a definir de qué lado está y seguirá en esa postura. Son pocos los que están dispuestos a arriesgarse cuando faltan tres años para los próximos comicios provinciales.

A los políticos más experimentados la situación les recuerda a la última interna entre un gobernador y un vice en funciones: la contienda que se dio entre José Alperovich y Fernando Juri a finales del primer mandato alperovichista (2003-2007).

En términos generales, entre los puntos de coincidencia con esas escenas del pasado están que el plato fuerte de la batalla silenciosa se libró antes y se da ahora también en la Cámara: los titulares de los Poderes Legislativos y sus seguidores expresan su poder marcando algunos límites al Ejecutivo y a sus adherentes ¿Cómo? Modificando aspectos de algunas iniciativas enviadas por la Casa de Gobierno; frenando o impulsando algunas normas de interés político como una reforma Constitucional o citando a funcionarios ante situaciones críticas. Si bien son facultades que tiene un cuerpo legisferante, este tipo de acciones se limitan y consensúan cuando las relaciones con el Ejecutivo son buenas. El Ejecutivo, por su parte, deja afuera de algunos actos y políticas al Legislativo

El empoderamiento de los legisladores es otra arista coincidente: cada una de las 49 bancas cuenta. Y mucho más si el ocupante cuenta con territorio y estructura propios. También se apunta en esta lista de parecidos la fortaleza política de los vices. Juri era un hombre respetado en el Partido Justicialista (PJ). Por eso se animó a disputarle la organización a Alperovich y lo enfrentó en internas. Finalmente, el jurismo las perdió frente a Beatriz Rojkés. La elección partidaria era entonces un paso fundamental para aspirar luego al sillón de Lucas Córdoba. Jaldo, por su parte, fue ministro del Interior y construyó mucho poder en municipios y comunas durante los últimas gestiones de Alperovich. Como vice, arrimó también al fogón del entonces nuevo Gobierno a sectores del peronismo que estaban disgustados y que habían buscado otros horizontes, inclusive en la oposición.

Entre las diferencias, está que se producen también en distintos momentos políticos. No sólo porque esta se da más pronto, sino porque Alperovich estaba en uno de sus mejores momentos y tenía la posibilidad de ser reelecto. Manzur está transcurriendo su segundo mandado y no tendría, salvo que se modifique la Constitución, chances de continuar en el puesto. En este punto comenzó el conflicto entre ambos: Jaldo considera que ya es tiempo de pegar un salto al primer plano y Manzur pretendía hasta hace un tiempo que se reformara la Carta Magna para poder continuar. Ni siquiera sus cercanos saben con exactitud qué quiere el mandatario para su futuro. Hay quienes comentan por lo bajo que no le disgustaría ocupar un lugar secundario en la lista de candidatos para el Senado, para contar con un respaldo a futuro. Tampoco hay ahora una disputa por el PJ, aunque son presidente y vice.

Un apartado al margen merece la interna entre Alperovich y Manzur, porque se produjo cuando ya no compartían la Casa de Gobierno. El senador anunció primero su quiebre con Jaldo y luego, que disputaría la gobernación. Las diferencias habían comenzado porque Alperovich seguía recorriendo el interior y reuniéndose con intendentes y comisionados comunales. La molestia recrudeció con el paso de los meses. Aunque en silencio, el ex gobernador seguía de cerca a su sucesor. Le molestaba que no le consultaran nada y que pretendieran mostrarlo sólo como una figurita en los actos. Después vinieron las críticas públicas de Alperovich y la respuesta fue la quita de contratos, de su puesto como asesor y hasta del partido. Nada que Alperovich no esperara ante ese escenario.

En el peronismo local los posibles sucesores saben que tendrán que romper la “lealtad” con sus antecesores eventualmente, porque hay espacios finitos y porque lo natural es ceder el liderazgo. En esta oportunidad, de acuerdo con allegados a Manzur y Jaldo, se está viviendo un aperitivo de lo que se prevé será una puja larga e intensa por el poder. Todos coinciden en que Manzur y Jaldo demorarán el quiebre, porque no les conviene hacerlo con un mandato que recién está comenzando. Los únicos que podrían beneficiarse, dicen cercanos a uno y otro, son aquellos dirigentes que buscan posicionarse mejor con la mirada puesta en el año que viene y en los próximos comicios provinciales. El resto, sobre todo aquellos con responsabilidades institucionales, plantea que los dejan en una postura incómoda prematura y que esto puede generar un desgaste innecesario para la gestión. Creen que sólo se están marcando la cancha y midiendo el poder. Tanto en el manzurismo como en el jaldismo son conscientes, además, de que hay poco margen para disputas políticas en un contexto de crisis sanitaria, económica y de inseguridad.

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