Todos sabían que esto sucedería, pero nadie imaginó que este capitulo en la historia de desencuentros se desencadenaría tan temprano. Si bien los rumores sobre las internas entre el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo vienen desde hace rato y ya tuvieron sus manifestaciones, en las últimas semanas hubo un punto álgido que hizo tambalear al oficialismo provincial y lo mantiene en la incertidumbre respecto de cómo seguirá la relación entre sus líderes políticos. Hay algunos hitos que es necesario repasar para entender por qué lo que pasa entre los titulares de los poderes Ejecutivo (PE) y Legislativo no era impredecible.

Del origen a la grieta

El 2015 parece lejano, pero sólo han transcurrido una gestión y media en la Casa de Gobierno. En aquel entonces, el ex gobernador José Alperovich insinuaba pero no terminaba de confirmar la fórmula. Los nombres y las versiones iban y venían por los pasillos. Manzur, ministro de Salud de la Nación y gobernador en uso de licencia, era número puesto. Se hablaba de varias posibilidades para completar la fórmula hasta que se confirmó que Jaldo, que era ministro del Interior, era el elegido. Ni a Manzur le convencía Jaldo ni a Jaldo, Manzur. Alperovich se inclinó finalmente por las cabezas de la lista de postulantes que había funcionado bien en las elecciones de diputados nacionales de 2013.

El proceso electoral fue más turbulento de lo esperado, a partir de las denuncias de la oposición y de manifestaciones en la plaza que denunciaban un supuesto fraude. Ambos comenzaron la gestión con el pie izquierdo, cuestionados. La Justicia despejó todas las dudas sembradas por los disidentes, pero los flamantes gobernantes tuvieron que recomponer sus imágenes. También tuvieron que dejar atrás cualquier diferencia preexistente. Los terminó uniendo el espanto.

La “luna de miel” del dúo durante la primera gestión (2015-2019) sorprendió a propios y ajenos. Al margen de algunos pequeños chisporroteos, la relación se mantuvo en calma y la dupla se consolidó como un equipo de trabajo. Ambos se empeñaron, con gestos políticos y discursivos, en mantener esa imagen. Manzur se ocupó de tender relaciones con los de afuera y Jaldo, puertas adentro. Esto supuso que el vice, hombre del interior, se fortaleciera políticamente desde la Cámara, donde contuvo a todas las vertientes justicialistas y en donde mantiene buena relación hasta con los opositores.

El cronograma electoral con la mirada puesta en 2023, sin embargo, está avanzando y a medida que ello ocurre las apetencias de uno y otro quedan traslucidas. Manzur pretendería acceder a un tercer mandato y Jaldo, a la gobernación. El punto de conflicto es que el primer mandatario necesitaría del apoyo de Jaldo para lograrlo, para convocar a una reforma constitucional (la Carta Magna actual permite una sola reelección). Con esa cuestión latente, Manzur comenzó a rodearse de sus propios dirigentes, algunos con mucha experiencia, y que conforman un entorno nuevo, que no existía. Hasta los más cercanos al gobernador reconocían en él hasta el año pasado a un líder enigmático, impenetrable.

Resulta que dentro del jaldismo y del manzurismo ven a los entornos de ambos responsables de abonar las diferencias para ir posicionándose para la próxima contienda electoral.

En el medio hubo algunos mensajes cruzados, subterráneos, entre los protagonistas. Para mencionar sólo algunos de ellos. Jaldo venía anunciando que el Poder que conduce no sería una “escribanía” de levantamanos para avalar lo que decidiera el Ejecutivo. Y así se lo hizo saber mediante el rechazo o la reformulación de proyectos de Manzur, como el del Fondo Unificado de Cuentas Oficiales. Palabras más o menos, implicaba que los excedentes financieros de los distintos organismos no fueran empleados a criterio de cada uno, sino de la Casa de Gobierno. También aprobaron las declaraciones de emergencias en diversas áreas, pero por tiempos acotados. Es decir, que el PE necesitará del Legislativo anualmente para renovarlas. Luego, en enero, Manzur definió la suspensión del pago de la cláusula gatillo sin consultarle al vice. Días atrás, Jaldo denunció una operación mediática por parte de políticos tucumanos y prometió dar nombres y apellidos. El jaldismo tras bambalinas señala hacia el Ejecutivo. Jaldo ve una mano local tras los duros cuestionamientos de periodistas porteños a su figura, luego de la sesión en la que parlamentarios emplearon elementos de seguridad donados para personal de la salud. El tranqueño salió con todo a cuestionar al Banco Macro, mientras Manzur sellaba un acuerdo financiero con la entidad oficial de la Provincia para pagar los salarios. Y esta enumeración de cruces se queda corta.

Lo que puede pasar

¿Qué pasará a partir de ahora? Los dos escenarios obvios posibles son dos: el menos probable, el divorcio total, y el más factible, un acercamiento ¿Cuándo será? En el jaldismo creen -y quieren- que sea pronto. Entienden que es demasiado pronto para “romper”. En el manzurismo se entusiasman con alargar la espera. Según cuentan, Manzur estaría levantando su imagen al capitalizar los resultados de cómo se está gestionando en la provincia la crisis por el coronavirus y no querría compartir el crédito. Al margen de esta especulación interna, el mandatario está en su ámbito, es especialista en estos asuntos y cuenta con la experiencia de haber afrontado en el ministerio nacional situaciones similares, con el dengue y la Gripe A.

Nadie puede hacerse el desentendido: ninguno confía plenamente en el otro. Todos sabían que tarde o temprano esta grieta se evidenciaría.

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