El caso Brito: un crudo testimonio que sirvió para escalerecer el crimen

Segunda parte.

El caso Brito: un crudo testimonio que sirvió para escalerecer el crimen

Ya se había cumplido el primer aniversario del crimen de Cecilia Elizabeth Brito y el caso estaba muy lejos de resolverse. El 12 de junio de 2011, el mismo día del homicidio, la Policía se presentó en la casa de Diego “Chaveta” Ledesma y lo detuvo. Se sospechaba que él había sido el autor del hecho, pero las pericias genéticas lo desvincularon del homicidio, recuperó la libertad tres meses después y con el correr de las semanas fue sobreseído. Los investigadores analizaron otras pistas que nunca llegaron a buen puerto.

En La Cocha se comenzaron a tejer numerosas versiones sobre qué había pasado con esa joven asesinada después de haber sido abusada y golpeada cruelmente. Los habitantes, al ver que no se encontraba a los culpables, comenzaron a salir a la calle para protestar. “Mucha gente estuvo al lado nuestro. Nos acompañó en todas las marchas que realizamos para pedir por el esclarecimiento del caso. Muchas voces se alzaron pidiendo justicia por nuestra querida hija”, dijo Rosa Graneros, la madre de Cecilia.

Dirigido por el fiscal Edgardo Sánchez, el comisario Pedro Gómez amplió el campo de la investigación. No se detuvo sólo en analizar los pasos de la víctima, sino que se puso a indagar sobre qué había sucedido esa noche en La Cocha. Después de muchas idas y vueltas, encontró un dato que le pareció relevante. En el mismo barrio donde se encontró el cuerpo de la joven se había desarrollado una fiesta privada. Los vecinos dijeron que en esa reunión se había consumido mucho alcohol y, posiblemente, drogas. Logró identificar a los participantes y ahí descubrió que varios de ellos fueron los que se encargaron de plantar pistas falsas. Ese dato cambió radicalmente el rumbo de la pesquisa.


A la comisaría

Gómez comenzó a citar a declarar a todas las personas que supuestamente habían participado de esa fiesta. En la dependencia policial, se presentaron Julio “Cabo” Tello, Griselda Carrizo y Brahian Burela, quienes estuvieron juntos esa madrugada. Los tres mencionaron a cuatro compañeros de trabajo, afirmando que podrían verificar sus dichos. Sin embargo, las personas que ellos habían mencionado los desmintieron. Incluso, uno de ellos contó que Carrizo lo había ido a buscar, para decirle lo que debía declarar si lo citaba la Policía.

Otros testigos mencionaron que William Roger Doldan y Luis Alberto Aguilar habían participado de ese encuentro, pero ellos lo negaban una y otra vez. También reconocieron que ambos habían sido vistos transitando por las calles de La Cocha en la madrugada del 12 de junio, día en la que fue asesinada Cecilia.

Pero hubo un dato importante que aportó otra testigo: dijo que mientras los peritos trabajaban en el lugar donde había sido hallado el cuerpo, José Roberto Aguilar, padre de uno de los imputados, pasó horas lavando una camioneta. Y había comenzado a hacerlo muy temprano, cuando los rayos del comenzaban a calentar la fría mañana.

La hipótesis se fue cerrando y el comisario Gómez se presentó ante el fiscal Sánchez para contarle todas las novedades con las que se consiguió la orden de detención de Tello, Carrizo y su novio Aguilar, Burela, Doldan, Eduardo Adrián Bustos, Julia Correa y Daniel Quiroga. Todos fueron encerrados en diferentes calabozos. Nadie quería que siguieran juntos para seguir manteniendo ese supuesto pacto de silencio.


La confesión

“Con el fiscal pensábamos que alguno de ellos se podría quebrar y contar lo que había sucedido esa noche. Pero jamás pensamos que la estrategia daría resultado tan rápido”, explicó Gómez a LA GACETA. “Burela, al principio, dijo que no sabía nada, que no entendía por qué estaba detenido. Pero a la noche estalló en una crisis de nervios y dijo a los gritos y llorando desconsoladamente que él sabía lo que había pasado y que quería hablar”, agregó.

El joven de 18 años fue llevado al día siguiente ante el fiscal Sánchez. Acompañado por un defensor, se le explicó cuál era su situación procesal y que si él hablaba y aportaba datos clave, podría ser considerado como un testigo arrepentido. El sospechoso, que tenía 17 años cuando ocurrió el crimen, aceptó. En una extensa declaración contó los detalles del asesinato.

Con lágrimas en los ojos, Burela dijo que estaban en una fiesta. Que de allí fueron a dar una vuelta con Doldan y Aguilar en la camioneta de este último. En el trayecto, se toparon con la víctima. A la fuerza, la obligaron a subir a la camioneta y de allí la trasladaron hasta la casa de Doldan. Siempre según el testigo, él se quedó fuera de la habitación y los otros dos la violaron y la golpearon salvajemente. “Pensaron que la habían matado por los golpes que le propinaron”, declaró.

Luego, cargaron a Cecilia en la caja de la camioneta y se dirigieron hasta la cancha de fútbol. Allí, Burela señaló que los acusados la cargaron entre los dos, la pusieron en el suelo y, antes de taparla con yuyos, Aguilar volvió hacia el vehículo, tomó una botella de gaseosa con agua y le lavó sus partes íntimas -por ese motivo la víctima presentaba lesiones internas- para eliminar todo tipo de indicios genéticos. “Cuando volvían, la chica se quejó. Bajaron corriendo y la volvieron a golpear. No pude ver más porque estaba dentro de la camioneta y estaba muy oscuro”, declaró en esos tiempos.

UN DURO TRABAJO. Los bomberos de la Unidad Regional Sur retiran el cuerpo de Cecilia Brito del lugar donde había sido arrojado el 12 de junio de 2011. Los autores fueron detenidos un año después. la gaceta / fotos de jorge osvaldo ripoll UN DURO TRABAJO. Los bomberos de la Unidad Regional Sur retiran el cuerpo de Cecilia Brito del lugar donde había sido arrojado el 12 de junio de 2011. Los autores fueron detenidos un año después. la gaceta / fotos de jorge osvaldo ripoll


Antecedentes y algo más

Los principales sospechosos del crimen eran conocidos en La Cocha. Ambos tenían antecedentes por diferentes delitos. Doldan, según confiaron fuentes judiciales, también se dedicaba a la venta de droga en esa ciudad. En un allanamiento realizado en su casa, los policías encontraron cocaína lista para ser comercializada. Aguilar, en cambio, era un joven con severos problemas de adicción y que contaba con antecedentes por delitos contra la propiedad.

“En la investigación que desarrollamos había reunido información de que formaban parta de una banda temible en La Cocha. Eran peligrosos por la manera que presionaban a las víctimas. Las personas que se atrevían a denunciarlos sufrían las consecuencias. No sólo los amenazaban, sino que varias veces los lesionaban seriamente”, explicó Miguel Varela, que como ayudante fiscal participó activamente en la investigación.

Varela, que actualmente conduce la fiscalía de Homicidios del Centro Judicial Concepción, relató otro detalle de la investigación. “Doldan y Aguilar estuvieron mencionados en una causa de tentativa de abuso de una menor. Pero lo más grave del caso es lo que le sucedió a la persona que salvó a la víctima”, explicó.

El fiscal contó que el supuesto intento de ataque sexual se había producido en la casa de Doldan, lugar donde se realizaba una fiesta y donde fue abusada Cecilia. “Uno de los asistentes ayudó a la menor a escaparse. Ellos descubrieron eso y, según los testimonios que recogimos, habrían abusado de él y después le propinaron una feroz golpiza. Lo terminaron arrojando en la canchita pensando que estaba muerto. Es decir, el mismo modus operandi del caso Brito”, detalló. El hecho al que se refiere Varela nunca avanzó porque la víctima no se atrevió a denunciar el ataque y, al parecer, huyó de esa localidad por temor y vergüenza.


Hallazgo clave

Los investigadores tenían una hipótesis y a los supuestos autores tras las rejas. Contaban además con una declaración de un testigo presencial del hecho y numerosos indicios. Entre otros, en la casa de Doldan secuestraron elementos para la práctica de boxeo. El sospechoso era boxeador. Los forenses que realizaron la autopsia determinaron que la víctima había sufrido fractura de mandíbula y de un pómulo producido por golpes de puño realizado con una fuerza poco común. Pero a la pesquisa le faltaba una prueba contundente.

Y esa búsqueda se transformó en desesperada cuando las pericias genéticas que les realizaron a los acusados del crimen había dado negativo. Otra vez el comisario Gómez salió a la calle a buscar un “testigo mudo” para terminar de cerrar el caso. Después de varios intentos, coincidieron en señalar que la última esperanza era ubicar la camioneta que, según Burela, habían utilizado para trasladar a la víctima. No sería una tarea sencilla porque su propietario la había vendido a semanas de haberse producido el hecho y el paso del tiempo se transformó en implacable enemigo.

FORTUNA. Después de 13 meses de haberse cometido el crimen, los pesquisas encontraron la camioneta en la que fue trasladado el cuerpo. FORTUNA. Después de 13 meses de haberse cometido el crimen, los pesquisas encontraron la camioneta en la que fue trasladado el cuerpo.

Pero la suerte, en esta oportunidad, terminó sonriéndoles a los investigadores. Después de un arduo trabajo, lograron ubicar a la Ford Ranger marrón en Banda del Río Salí. La secuestraron y, pese a que ya habían transcurrido 13 meses de haberse producido el hecho, debajo del protector de la rueda de auxilio, los peritos descubrieron pelos que supuestamente eran de una mujer. Los analizaron y llegaron una conclusión: había similitud con los de la víctima. Era la prueba que se necesitaba para dar por cerrado el caso.

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