La obesidad también es un problema en zonas rurales

En 45 años, la obesidad se ha triplicado en el mundo y hoy se cuentan más de 650 millones de adultos con esta enfermedad, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud. Es decir, que se trata de una pandemia que, sin embargo, no parece asustar tanto como esta del coronavirus, pero que también causa innumerables muertes, porque tiene una incidencia directa en las afecciones cardiovasculares o complicaciones de diabetes. Hasta no hace mucho tiempo la obesidad se atribuía, especialmente, a los procesos de urbanización y a los cambios en el modo de alimentación de las poblaciones urbanas: aumento del consumo de grasas saturadas, de azúcares y harinas refinadas, sumado a una vida más sedentaria. Sin embargo, recientes estudios están demostrando que esta pandemia se está extendiendo en las zonas rurales. El año pasado se conoció el informe de un equipo de investigadores dirigido por el británico Majid Ezzati (Imperial College de Londres). El grupo examinó datos de 112 millones de personas de 200 países. Concluyeron que entre 1985 y 2017 había un aumento promedio de entre cinco y seis kilos en la población. Y más de la mitad de ese incremento, precisamente el 55% estaba entre la población rural. Los científicos destacaron que la obesidad progresa tan rápido, y hasta más, en el campo que en las ciudades. Esto mismo está ocurriendo en Tucumán. El licenciado en Enfermería Ramiro Salazar Burgos hizo su tesis de doctorado sobre el estado nutricional de la juventud rural tucumana en los comienzos del siglo XXI y llegó a conclusiones similares. Salazar Burgos destacó: “en el 45% de los chicos había malnutrición, pero en la mayoría (39%), exceso de peso, y sólo en el 6%, desnutrición. De acuerdo con su estudio, estableció que los hábitos alimentarios de los jóvenes del campo son muy similares a los de los chicos de la ciudad: pan y tortillas, guisos, gaseosas, frituras y mucha carne. A esto se suma que consumen muy pocas verduras, poca leche y casi nada de pescado. La diferencia entre unos y otros es que en las zonas urbanas hay mayor consumo de frutas que en las áreas rurales. Con su trabajo, Salazar Burgos también pudo derribar dos mitos. El primero es que la creencia en el campo es de que los gorditos son sanos. Por el contrario, el licenciado en Enfermería detectó que los jóvenes con exceso de peso sentían vergüenza de su condición y daban cuenta de que sufrían algún tipo de estigmatización. El otro mito que cayó es que la gente del campo desarrolla mayor actividad física que en la ciudad. “Observamos que los chicos pasan mucho tiempo viendo TV, lo que no sólo incide en un creciente sedentarismo, sino en los cambios de dieta, producto de la publicidad... De nuevo, la globalización en lo rural”, afirmó Salazar Burgos. Cada vez más, los estilos de vida entre las ciudades y el campo tienden a converger. “Los debates de salud pública tienden a centrarse en los aspectos negativos de vivir en las ciudades, pero vemos que las ciudades ofrecen más oportunidades para una mejor dieta, más ejercicio y una mejor salud», advierte el británico Ezzati. “Hay una necesidad urgente de cambiar varios sectores del ciclo de producción, como el cultivo, la elaboración, el envasado y la comercialización”, opina por su parte el doctor Ashkan Afshin, de la Universidad de Washington. “Hace falta una intervención integral en el sistema alimentario para promover la fabricación, distribución y consumo de alimentos saludables”, destaca.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios