En mayo de 2001, la mitad de la población de Tucumán era pobre; la desocupación se ubicaba unas décimas por debajo del 20% y la subocupación superaba esa cifra. El economista Ariel Osatinsky, en un trabajo publicado en una revista académica, describe de este modo la situación de los tucumanos. “En Tucumán además de la ‘casita histórica’ más de un 50% de la población es pobre... Tenemos una economía quebrada, pero hay gente produciendo arte frenéticamente. Es por eso que estamos aquí, abriendo las puertas de un ingenio, cuando la mayoría de ellas se cierran”, aseveró. Así se lo puede leer en un texto del grupo El Ingenio, citado en el diario Página 12 (publicado en 2007).
Por estas semanas, el numeroso colectivo cumple 20 años: no hay una fecha precisa de nacimiento, porque a fines de 1999 comenzaron las conversaciones, luego vinieron en mayo de 2000 las reuniones, debates y talleres en el barrio El Sifón y a principios de 2001 y 2002 surgieron algunos trabajos colectivos. El grupo duró menos de cuatro años. Pero gran parte de sus artistas produjeron importantes obras registradas ya en el arte contemporáneo; podría decirse que potenció las individuales.
“El Ingenio surgió como una forma de autocontención entre artistas muy jóvenes que estábamos terminando la Facultad de Artes y no encontrábamos en el medio local una contención institucional. Varios ya teníamos participaciones en programas de artistas en Buenos Aires y en Rosario, donde se impulsaban vínculos horizontales entre artistas de todo el país”, cuenta Pablo Guiot. Los debates eran sobre procesos individuales: cada uno mostraba al resto los avances de sus obras-proyectos y los demás hacían una devolución.
Sandro Pereira dice que el grupo se formó con un espíritu cooperativo para poder seguir produciendo obras en Tucumán y generar intercambio con artistas de otros lados. “La idea era generar un espacio de diálogo con las obras. Hubo propuestas para hacer trabajos colectivos y también para hacer algunas muestras en la que cada uno llevaba su obra y armamos una especie de discurso”, agrega el escultor. Andrea Elías resalta que fue el ejercicio de pensar y hacer colectivamente lo que orbitó siempre en su trabajo como gestora. “Fue una instancia de profesionalización a nivel individual y generacional y cabe plantearse cómo podemos actualizar esa promesa de profesionalización, reflexiona Mariana Ferrari, quien reside en Buenos Aires desde hace más de una década
Actividades
Con el respaldo del coleccionista Carlos Casal consiguieron un local para funcionar en el complejo Nicolás Avellaneda. Posteriormente llegó la obra El Maletín (o La Valija), que por $5.000 la adquirió el coleccionista Mauro Herliztka en arteBA de 2003, y al año siguiente, partió a una feria de Madrid.
En marzo de 2001 una acción colectiva con una performance de Pereira se instaló en el pub La Subasta. En 2002 hubo una muestra en el Museo de Salta, en cuyo texto de catálogo se reivindicaba a la obras de pequeño formato. El Proyecto Escalera se presentó en Expo-Trastiendas (Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2003).
Además hubo una serie de actividades que se hicieron en 2000 y que no están registradas, advierte Rolo Juárez. “Tuvimos visitas de Herliztka, de Gustavo Bruzzone y de otros artistas como Beto de Volder”, recuerda.
Una instalación
El Maletín era, en rigor, una instalación. En su interior había 24 compartimientos en los que cada artista colocó un trabajo de pequeñas dimensiones (13 x 13 centímetros por 4 cm de profundidad).
¿Qué se veía allí? Objetos, esculturas, dibujos, pinturas y fotografías. ¿Qué materiales utilizaron? Plastilina, papel, vidrio, telas, carbón, siliconas, plástico y alambre. ¿Qué objetos se podían identificar? Un bono local de dos pesos; un autorretrato incompleto; una naranja; un paisaje rural aéreo; una bombacha; una bolsita de té; un espejo; representaciones de hormigas; el bolsillo de una prenda, y hasta un ticket de un metro parisino.
“Entre los sentidos más urgentes, el maletín (la valija) -el viaje, la migración, el exilio, la fuga- es la metáfora más elocuente del presente argentino”, escribí en el diario Página 12.
Pero también la obra El Maletín vino a sostener que el arte no es sólo el producto sino también su circulación (distribución) y consumo. Y además interrogaba qué pertenece a la obra y qué no.
De los artistas de El Ingenio surgieron obras como “Homenaje al sánguche de milanesa” (Pereira), “El autito” (Guiot) o la famosa nena con un globo en una protesta en la Casa de Gobierno (Elías). El Ingenio inauguró el milenio con artistas que se despedían de la Facultad de Artes (muchos de ellos partieron a Buenos Aires). En esos años, la ebullición era inmensa. Otros colectivos venía produciendo desde antes, como La Baulera, y dos o tres años más tarde La Punta, Los Pasteles Rojos ocuparán los espacios abandonados.
Autogestión
Rosalba Mirabella no cree que el grupo influyó en su obra, “pero sí fue una buena experiencia para un grupo de artistas que habíamos terminado la facultad, que estábamos muy movilizados con muchas ideas. También vehiculizaba contactos con gente de afuera”.
“Para mí, El ingenio fue una experiencia relevante. fue la primera con grupo autogestionado que se planteaba más programáticamente una proyección local y nacional”, analiza Elías. “Claro que influyó en mi arte porque la experiencia también es de una obra grupal como fue La Valija; marca también en el sentido que tu obra se abre a otras dimensiones más alla de individual”, responde la actual directora del Museo Casa de Yrurtia a LA GACETA.
La organización no surgió por generación espontánea. “Hubo un impulso de la Facultad de Artes a través de programas de formación, donde la autogestión es un punto fuerte”, dice Ferrari. “Ojalá las instituciones pudieran hoy contener la situación actual, porque son las instituciuones las que luego formulan y reformulan estas acciones que van a contrapelo justamente, están siempre en el borde”, añade.
En la larga lista de artistas participaron, entre otros, Cecilia Córdoba, Javier Juárez, Luis Carrizo, Geli González, Luciana y Martín Guiot y Natalia Lipovetzsky. Un gran porcentaje emigró a Buenos Aires y otros abandonaron la actividad. Hace unos años Pereira y Juárez reflotaron el nombre y el grupo con otros integrantes. Pero no fue igual.
Cuando se escriba la historia del arte en Tucumán, seguramente figurará El Ingenio. No solo por su producción sino también por expresarse en un tiempo de gran crisis en el país, que tuvo en pocas horas y días distintos presidentes.