Performances, fotos y pinturas de Sol Rodríguez Díaz desde miradas queer

Una artista que pone el cuerpo y a quien le interesa explorar sus límites en sus obras. Convierte en ritual las acciones. Expresión e interpretaciones. La cita a Gustavo Courbet.

“DESPEDIDA”. Finalmente no pudo derretir el duro bloque de hielo en una pequeña sala.  “DESPEDIDA”. Finalmente no pudo derretir el duro bloque de hielo en una pequeña sala.

“El origen del mundo” provocó (y lo sigue haciendo) un escándalo. La pintura de Gustavo Courbet (1866) es realismo puro y desde los pasados años 90 se exhibe en el Museo de Orsay de París.

Sol Rodríguez Díaz ganó el premio del MUNT por su obra “El origen de la revolución”, en 2015. Cita a la obra de Courbet, pero, a tono con estos tiempos en los que no es tan difícil de entender que la sexualidad se construye, es un pene el que aparece pintado en el lugar de una vagina, aunque la contiene, y en el cuerpo de una mujer, escribí en este diario en ese momento.

“Me defino como artista visual, me interesa mucho la performance como herramienta, también la pintura, pero al final los dispositivos, herramientas o lenguajes que utilizo son medios que responden a lo discursivo”, le responde a LA GACETA durante una entrevista.

Rodríguez Díaz fue abanderada y escolta en la Facultad de Artes, pero inmediatamente rompió con la academia. Participó en distintos colectivos, grupos musicales y es DJ.

FOTOGRAFÍA. El autorretrato de la artista obtuvo una mención en el Salón de Tucumán en su edición del año pasado.    FOTOGRAFÍA. El autorretrato de la artista obtuvo una mención en el Salón de Tucumán en su edición del año pasado.

Hoy realiza ilustraciones y tatuajes en esta ciudad y animaciones para una agencia de publicidad en Australia. Su experiencia en grupos es fluctuante. “No me siento cómoda en grupos de trabajo, pero soy consciente y valoro muchísimo lo colectivo”, admite. Actualmente no integra ningún colectivo de producción artística, pero sí forma parte de Tavit, que apunta a atender las necesidades de los trabajadores de las artes visuales. “El trabajo en Tavit es sobre todo de gestión y no sé si considerar la gestión parte de mi obra artística. Estuve en el colectivo ‘Bocha de Limón’ en el cual armábamos propuestas curatoriales entre todos los integrantes, pero no producíamos obra en conjunto; se trataba de armar muestras con propuestas curatoriales”, relata.

- Sos una provocadora...

- No me considero una provocadora, sí me interesa explorar los limites de mi cuerpo desde el arte, aunque soy consciente de lo que puede leer el expectador/ espectador.

- ¿Pero ‘El origen de la revolución’ no es una reivindicación provocadora de tu identidad sexual?

- No. Porque en esa obra se muestran genitales intersex. Con respecto a mi identificación, por ahora, no me siento cómoda definiéndome dentro del binomio. Vivo como una persona no binaria, pero mucho tiempo me consideré una mujer lesbiana. Definirme mujer sí me suena raro. Pero estoy lejos de ser una persona intersex. La obra se llama el ‘Origen de la revolución’ para jugar con planos históricos, de la historia del arte, de la humanidad, y jugar con el origen del mundo de Courbet y el origen de la guerra de Orlan.

- ¿Creés que poniendo el cuerpo directo te da más intimidad con tu obra?

- Sí, creo que la performance es hasta ritual. Por mi herencia, crianza católica me flashea muchísimo lo ritual y la performance tiene muchísimo de ritual. Es íntimo, espiritual, ponele. Tengo varios proyectos en mente y todo tiene que ver con el cuerpo, una perfo que subiré a redes en breve y estoy pintando.

- ¿Qué te interesa de lo que se hace en el arte contemporáneo en Tucumán?

- El Bondi Colectivo me gusta por el trabajo conceptual desde el cual emprende sus piezas. Evi Tártari, por lo intimista de su fotografía, los autorretratos me encantan en ese sentido. Y de Agustín González Goytía, disfruto mucho como espectadora y lo admiro como pintor. Los personajes, los detalles, la ejecución; me gusta como me gusta comer un sánguche de milanesa.

Hielo que quema

En el Espacio Espora, en Casa Managua (2012), pasando las 20.30, el público se fue amontonando en una pequeña sala donde la artista realizó una performance, “Despedida”. Un bloque de hielo se terminaba de instalar cuando Rodríguez Díaz se propuso derretirlo con su cuerpo, abrazándolo fuerte e intensamente durante minutos y un tiempo que no terminaba de pasar. Su fuerza no pudo con el hielo, y sus manos acabaron un tanto quemadas. En su entrega final en la facultad, también le puso su cuerpo a “Verdad”, en un local en Villa Luján, con un tapiz .

El año pasado el 47° Salón de Tucumán le otorgó una mención por su fotografía “Autorretrato acentuando mis rasgos trans”.

La artista militó en el grupo Las Cruzadas; participa en Linde, un espacio de investigación autónomo y perteneció a Charco (ya desaparecido), en la gestión. En la actualidad, a Tavit (Trabajadores de Artes Visuales de Tucumán).

Lecturas

En ese autorretrato mencionado exhibía parte de su cuerpo, en una estética decididamente queer, desde la que se posiciona la artista.

El cuerpo expresa y brinda interpretaciones y lecturas que producen reflexiones sobre la sexualidad y el erotismo. Porque queer (palabra que se acuñó en 1990 en Nueva York) es gay, lesbiana, transexual, homosexual y heterosexual.

- Pertenecés a la comunidad queer. ¿Hay un arte así?

- Creo que existen estéticas queer, o sea, podemos el enfoque queer para mirar el arte; me parece que hay discursos que pueden categorizarse o nombrarse desde lo queer. Rodo Bulacio, por ejemplo, siempre veo su obra desde este lugar y me parece muy rico su discurso en medio del bussismo. Mi obra también puede mirarse desde este enfoque. Ahora que está en boga, es una de las primeras capas de sentido que los espectadores captan. En ‘Autorretrato acentuando mis rasgos trans’, todos podemos ser trans y me gustaba acentuar la posibilidad. La performatividad del género es la que marca las definiciones y una performea el género todos los días. Pero no quita que esa obra pueda mirarse desde otro lugar.

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