Rolo Andrada: “el teatro es mi vuelo, mi evasión, mi libertad”
Voz varonil. Ojos expresivos. Gestos. Manos y brazos que acompañan las palabras. Convocan el alma de Shakespeare. Dibujan en el aire un prólogo: “En Verona, escena de la acción, dos familias de rango y calidad, renuevan viejos odios, con pasión y manchan con sangre en la ciudad. De la entraña fatal de estos rivales nacieron dos amantes malhadados cuyas desgracias y funestos males enterrarán conflictos heredados…”. Las siluetas de Julieta y Romeo echarán a rodar su tragedia en breve… “Yo había rendido el examen de ingreso en Ciencias Económicas y aprobé, y también en el Conservatorio de Arte Dramático. Y en abril debía presentarme el mismo día y a la misma hora en ambos lados y no lo dudé: fui al Conservatorio; nunca estudié Ciencias Económicas”, cuenta Pedro Rodolfo Leonardo Andrada, uno de los actores más reconocidos que ha dado el teatro tucumano. A lo largo de su vida, Rolo ha alternado la actuación con la dirección y la docencia, otras de sus pasiones.
- ¿Las pulsiones teatristas brotaron en la adolescencia?
- Sí, a los 17 años. Yo cursaba el último año nocturno en Escuela de Comercio cuando un compañero me invitó a una audición para integrar un elenco de teatro que dirigía Hilda Uribio. Pasé la prueba, participamos en un concurso intercolegial de teatro. Ganamos y me dieron una mención al mejor actor. Eso definió mi vocación.
- ¿Qué maestros te señalaron un camino en el Conservatorio de Arte Dramático en los 70?
- Bernardo Roitman, Miguel Jordán, José María Bruguera, Marta Forté, María Angélica Robledo, Cástulo Guerra marcaron una impronta importante en mi futura carrera.
- ¿Cómo viviste el ambiente teatral e intelectual tucumano en la década del 70?
- Era muy intenso. Muy rico. Recuerdo las grandes mesas de discusión artística y política en la peña el Cardón, El Buen Gusto, La Cosechera y La Carpa. Mucha bohemia. De la mano de Fernando Arce (con quien nos hicimos muy amigos), los lunes y viernes participaba en recitales de poesía en la peña El Cardón con Arturo Álvarez Sosa, Mecha Chávez, María Elvira Juárez y luego en los bares mencionados con las hermanas Radusky, Carlitos Navarro, Gerardus Van Mameren, el Cabezón Guerrero, el Turco Juan Carlos Malcum...
- ¿Los comienzos actorales qué recuerdos te despiertan?
- Todos los días, a la siesta, iba a LV12 a ver detrás del vidrio cómo transmitían las novelas de radioteatro en vivo. Un día, salió al hall Armando de Oliva, me vio y sin conocerme, me dijo si quería hacer una experiencia. Le dije que sí, me llevó al patio de atrás y le dijo a Fanny Dupré que me enseñara. Leí los relatos. Me indicó dos o tres cosas y a los 20 minutos estaba saliendo en vivo como el nuevo relator de De Oliva. Luego me felicitó y me dijo que yo tenía una linda voz y que haría carrera. A la semana me hablaron de otras compañías. Mario Vanadía, Gómez Delcey, Ricardo Jordán, Paco de la Guerra, y me convertí en el relator oficial de todas las compañías. De LV12 y de LV7.
- ¿Cuándo llegó tu primer protagónico en el Teatro Estable? ¿Por qué estuviste tan poco tiempo en ese elenco? ¿Qué directores te dejaron enseñanzas?
- En 1974, me llamó Carlos Olivera (dirigía por primera vez el Estable) para que hiciera el personaje de Jáuregui de “La fiaca”. Fue un gran éxito. Luego murió (el presidente Juan Domingo) Perón y tuvimos que bajar a sala llena. En octubre, hicimos una sociedad y salimos de gira por todo el norte. Desde Trancas hasta Tartagal, con “La fiaca”, junto al propio Olivera, Olga de Hynes O’ Connor, Alicia López Vera y Luis Giraud. Luego hice en 1978 “El conventillo de la Paloma” (mi primer coprotagónico); en 1979, “Mi bella dama”; en 1981, “Cyrano de Bergerac” y “En familia”, en 1982. En 1983, yo había construido la sala y formado el grupo “Teatro Armando Discépolo” y allí, de la mano de Jorge Alves, hice mi primer protagónico independiente: el Jorge de “El gran deschave”, un exitazo. En octubre, me llama Olivera para protagonizar “La pulga en la oreja” haciendo a Chandevisse. La idea era estrenar fines de noviembre, pero no se estrenaba y ya estábamos en febrero de 1984. Con Alves, Alfredo Fénik y Arce, habíamos contratado a Eugenio Filipelli para que nos dirigiera en “Un enemigo del pueblo”, de Henrik Ibsen, que debíamos estrenar en mayo en mi sala. Ello motivó una pelea con Olivera y mi renuncia al Teatro Estable. De Carlos aprendí mucho de los secretos del actor. Me daba toda la libertad para crear mi personaje y las únicas directivas eran: “entrá por aquí, te sentás aquí, salís por allá…” y eso me dio un crecimiento importante como creador de mis personajes.
- Saltaste de la seguridad laboral del Teatro Estable a la “inestabilidad” de la actividad independiente, ¿fue un desafío?
- Sí, por supuesto, pero creo fue una decisión acertada que me llevó a producir tres o cuatro obras por año, me obligó a dirigir y a enseñar, y me ayudó a crearme un nombre en el ambiente y en el público. Y con eso gané mucho dinero y es lo que hago desde entonces hasta la fecha.
- ¿Cómo componés un personaje? ¿Drama o comedia: cuál es tu preferencia?
- Transité por todos los géneros. Creo que soy un histrión. Me gusta el grotesco, la comedia dramática, la comedia y la tragedia. Cada personaje es un desafío nuevo una búsqueda interna apelando a mis vivencias para construir analogías con los conflictos del personaje.
- ¿Te ocurrió alguna vez un lapsus en escena? ¿Cuál fue tu rol más difícil?
- Sí, muchas veces, como a todo actor, le pasa alguna vez. Creo que fue Oberon, de “Sueño de una noche de verano”, en 1994, dirigida por el maestro Rodolfo Graciano. En realidad, fue una gran experiencia porque Graciano venía cada 15 días y estaba tres días en Tucumán y regresaba a Buenos Aires. Cada vez que venía cambiaba totalmente la puesta, en dos meses hizo como cinco puestas distintas y a todos nos volvía locos. Pero el resultado fue maravilloso gran éxito y todos actuábamos con una gran espontaneidad.
- Alves tuvo la buena idea de combinar los talentos locales con figuras nacionales, ¿cómo evalúas esa experiencia?
- Una genialidad. Trabajé con Betiana Blum en “Made in Lanús”; con Marta González en “El gran deschave”, y luego con Darío Vitori en “Teatro como en el teatro”, que se emitía por Canal 8 de Tucumán.
- La docencia tiene un papel importante en tu vida, ¿qué buscas lograr en el alumno? ¿Qué te brinda la docencia como persona?
- Una gran felicidad, disfruto tanto como actuar o dirigir. Busco desarrollar la creatividad, la espontaneidad y el compromiso psicofísico con su personaje.
- ¿Hay algún papel que te gustaría hacer y que represente un reto?
- Desde los 30 años sueño con hacer algún día Willy Loman, de “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller, aunque los derechos de autor (U$S 7.000) son un gran impedimento.
- ¿Qué es el teatro? ¿Qué monólogo elegirías decir en tu despedida?
- No puedo imaginar mi vida sin el teatro. Es mi oxígeno diario. Es un largo matrimonio de 52 años. Es mi vuelo, mi evasión, mi libertad, el más grande amor de mi vida. Diría el monólogo del padre hacia el hijo de “Largo viaje de un día hacia la noche”, de Eugene O’Neill.
Una trayectoria
Actor, director, docente, Rolo Andrada nació en Tucumán (30/11/1951). Fue primer actor del Teatro Estable de la Provincia entre 1974 y 1984. Actuó en más de 30 obras de autores argentinos y extranjeros, entre las cuales se destacan: “La fiaca”, “El conventillo de la Paloma”, “Mi bella dama”, “Cyrano de Bergerac”, “En familia”, “Montserrat”, “Tute cabrero”, “El gran deschave”, “Made in Lanús”, “Sueño de una noche de verano”, “Cambiemos los papeles” y “Por qué corres Ulises”. Se desempeñó como profesor de Teatro en la Escuela y Liceo Vocacional Sarmiento; y es docente titular de las cátedras “Expresión corporal” y “Actuación dramática”, en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino.