Desde un hotel en crisis por la pandemia reparten un “guiso solidario”

“Atravesamos la misma tormenta, pero en diferentes barcos”, dijo uno de los responsables de la iniciativa.

EN LA COCINA. Dos de los tres gerentes que motorizan el guiso solidario (el otro distribuye) preparan las raciones que se distribuyen entre ancianos, familias indigentes y chicos que, habitualmente, piden en los semáforos. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo EN LA COCINA. Dos de los tres gerentes que motorizan el guiso solidario (el otro distribuye) preparan las raciones que se distribuyen entre ancianos, familias indigentes y chicos que, habitualmente, piden en los semáforos. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo

El hombre se ubicó en medio de los pequeños. No quiso dar su nombre. Estaba incómodo. Su rostro exteriorizaba que ha batallado durante más de siete décadas en la vida. Y esperaba por su plato de guiso. “Esta es la única comida del día”, le dijo a Analía Jaramillo, la fotógrafa de LA GACETA que intentó retratarlo. “No m´hija, gracias; retiro la bandeja y me voy”, esbozó como excusa. El hombre cumplió. Agradeció infinitamente a los que, cada martes y viernes, organizan el “guiso solidario” en lo que fue el Hotel Garden Park. Lo curioso de esta movida es que las tres personas que organizan, cocinas y distribuyen las raciones son gerentes del establecimiento hotelero que sufrió el parate por la pandemia del coronavirus.

Emilia Palacios es una de esas personas. Las otras dos son Mónica Molloy y Ramón Urueña. Todos accionan con la venia de los propietarios del hotel. “Uno se siente bien cuando realiza este tipo de acciones. Como decimos, estamos todos atravesando la misma tormenta, pero en diferentes barcos”, señala Palacios a LA GACETA, tratando de resumir que la covid-19 no hace distinción de franjas sociales ni etarias. Ella está convencida de que su entrega “es un golpe de realidad” frente a un problema socioeconómico que se puede profundizar en los próximos meses: la pobreza. El Gran Tucumán-Tafí Viejo es un aglomerado urbano en el que el 37,3% de su población está bajo la línea de pobreza. Y esa estadística se elevará por efecto de la pandemia. “Una tiene que agradecer que tiene comida y techo y, aquí vienen familias enteras a buscar un plato de guiso. Contribuye a fortalecer el espíritu de colaboración”, acota la gerente comercial.

El “guiso solidario” arrancó hace casi un mes, con almuerzos durante los martes y los viernes. El Garden Park se había abastecido de mercaderías antes de que el 20 de marzo pasado, el presidente Alberto Fernández decretara el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) que puso en cuarentena a los argentinos y a la privada al borde del precipicio financiero. El confinamiento sigue y los hoteles (salvo aquellos que son de uso sanitario para albergar a viajeros que retornar a la provincia y están bajo estudio epidemiológico) no encuentran la manera de salir de una crisis sin precedentes. En un principio, los propietarios de la compañía dispusieron la distribución de parte de la mercadería en una treintena de empleados que siguen percibiendo su salario por efecto del Programa de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP). Muchos de ellos, por su expertise, han decidido iniciar sus propios emprendimientos, en particular vinculado al rubro gastronómico. Ellos también le dan batalla a la adversidad en medio de la pandemia.

Molloy, gerente del Garden Park, también tiene esa vocación de servicio, de salir adelante, pese al mal momento. Ella recuerda la primera vez que movilizaron a los más necesitados, al colocar un cartel que ofrecía el guiso. También cuando se avisó a los centros de beneficencias y a los comedores acerca de la iniciativa solidaria. “Había mercadería en el depósito y no sabíamos qué hacer con ella. En una reunión home office nos propusimos darle de comer a la gente que más necesita, más ahora que hace frío”, cuenta a LA GACETA. Ella, al igual que Palacios y que Urueña, se levantan cada martes y viernes a las 7 para empezar la elaboración de las 100 raciones de guisos que se distribuyen entre las 12.30 y las 14, en el 330 de avenida Soldati, justo en el polo hotelero de la capital, situado al frente del Parque 9 de Julio.

 EN LA COCINA. Dos de los tres gerentes que motorizan el guiso solidario (el otro distribuye) preparan las raciones que se distribuyen entre ancianos, familias indigentes y chicos que, habitualmente, piden en los semáforos. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo EN LA COCINA. Dos de los tres gerentes que motorizan el guiso solidario (el otro distribuye) preparan las raciones que se distribuyen entre ancianos, familias indigentes y chicos que, habitualmente, piden en los semáforos. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo

“No me olvido la primera vez que tuve que dar la bandeja con guiso a un niño; sus manos estaban dañadas por el frío. La felicidad que le generas y el agradecimiento que cosechas por esta acción alimentan nuestras ganas de seguir haciendo este aporte solidario”, relata, mientras observa cómo un adulto mayor se sube a su bicicleta, con un recipiente lleno de comida. El “guiso solidario” tal vez se proyecte hasta septiembre, si es que la mercadería alcanza hasta entonces. Mónica tiene una sensación encontrada. Transita por lo que parece una suerte de “hotel fantasma”, sin huéspedes, con mobiliario envuelto en sábanas y un edificio cerrado por la pandemia, en el que ha trabajo durante los últimos 20 años. Pero también mantiene la esperanza de que, un día, se acabe esa pesadilla llamada covid-19. “Una se siente plena cuando sabe que está haciendo algo bueno, que ayuda a que otro no pase hambre”, indica. Esa es la vocación de servicio de aquellos que trabajan en actividades como la hotelería, en la que se trata de causar empatía y recibir un gracias como salario emocional a tanta entrega.

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