Se aislaron con los residentes del Cottolengo y no ven a su familia hace 19 días

Un grupo de profesionales y auxiliares del hogar decidió autoaislarse junto con los residentes, todos con discapacidad, para poder cuidarlos.

PARTE DEL EQUIPO. Permanecen al cuidado de los residentes todo el día. fotos obra de don orione PARTE DEL EQUIPO. Permanecen al cuidado de los residentes todo el día. fotos obra de don orione

Sabían que en algún momento podía suceder. Pero ¿quien está preparado para enfrentar a la muerte? Hasta ese momento muchos enfermeros y cuidadores del Pequeño Cottolengo Don Orione se cuestionaban en qué lugar se quedarían si se cerraba la reja de hierro. Ello ocurrió el domingo 23 de agosto, al anochecer, cuando la enfermera Fernanda Fernández activó el protocolo ante el primer caso de fiebre. Ese día cualquiera podría haber levantado un pie y salirse de la barca para correr hacia su familia. Pero nadie lo hizo. Las 13 personas que prestaban servicio se embarcaron en la guardia más larga de sus vidas, para tratar de salvar y cuidar a los 81 pacientes con discapacidad del hogar.

Fernanda trabaja hace 10 años en Don Orione y es mamá de Emanuel, de 24 años; Mariano, de 12 y Joaquín, de sólo dos años, con quienes habla todas las noches por videollamada. Su marido pidió licencia para hacerse cargo de la casa. Ese domingo, antes de la cena, ella tocó la frente de Ceci, y notó que tenía fiebre. De inmediato, con dolor en el alma, porque sabía lo que se venía, activó el protocolo. “Llamé al 107 y se la llevaron a Ceci al hospital Centro de Salud para hacerle el hisopado. Ahí comenzó la pesadilla. Al día siguiente otros residentes, muchos ancianos y con comorbilidades, amanecieron con tos y fiebre, desde entonces no paró más”, recuerda en un alto de su jornada.

ATENCIÓN. Natalia Zárate asiste a una persona con discapacidad. ATENCIÓN. Natalia Zárate asiste a una persona con discapacidad.

Hasta ayer, 49 residentes dieron covid positivo y dos fallecieron. Dos están internadas en hospitales, igual que otras dos auxiliares. Los dos sacerdotes de la Pequeña Obra de Don Orione también están enfermos con coronavirus y aislados. Uno de ellos, el director de la obra, el padre Damián Picone, acompañó hasta último momento a los pacientes en su traslado en ambulancia al hospital. El padre iba en su auto y volvía con el personal del hogar después de dejar internado al paciente.

“Fue un golpe muy duro haber perdido a nuestras dos residentes. Habían pasado toda su vida en el hogar”, cuenta sin lograr reponerse Iván Silva, coordinador administrativo. “Una de ellas fue dejada aquí cuando tenía tres años, y falleció a los 71 años. La otra tenía 80 años y vivió aquí 50 años”, dice sin consuelo.

“Ahora comienza la segunda ronda de hisopados y esperamos que haya más negativos. Hasta ahora son 31 los que dieron negativo”, agrega Silvia, que también se aisló en su casa junto al resto del personal cuando se activó el protocolo.

Para evitar los contagios y contener el foco, el cottolengo se dividió en distintos hogares- burbuja, cada uno con una población cerrada de personal y de residentes. Una casita separada de la otra. Por un lado, están las personas libres de covid-19, por el otro, las recuperadas y en otro lugar los pacientes covid positivo. Ninguno de los grupos toma contacto con el otro, sólo los médicos del Siprosa entran y salen.

“Yo ya venía charlando con mi marido y mis hijos que esto podía pasar, lo que no sabía es que me iba a tocar en mi guardia. Mi familia es mi fortaleza y sabe que los chicos del hogar son mi vida y que si no los cuidamos nosotros ¿quién lo va a hacer?”, razona Fernanda, que se sorprende porque ya le hicieron dos hisopados y sigue dando negativo.

Puertas adentro pero en la sala de covid se encuentra Natalia Zárate, encargada del hogar. En su casa deja a su madre que también la necesita. Pero ella hizo un “acuerdo” con Dios: “le dije vos encargate de mi mamá, que yo me ocupo de estos chicos”. Junto a ella, Adriana, la jefa de enfermeras, y las auxiliares Dolores Concha y Valeria Sánchez, también dejaron sus familias para cuidar a los chicos del hogar, como alguna vez lo hizo el propio Don Orione en dos terremotos ocurridos en Italia

Para Natalia y Fernanda el día comienza a las 6.30 pero nunca saben cuándo termina. A veces pasan de largo, esperando una ambulancia y despidiendo a un residente que se lo llevan al hospital y no saben si lo volverán a ver. “Es terrible ver sus caritas de miedo cuando suben a la ambulancia”, dice Fernanda, que se quiebra al verlos. El padre Damián la consuela: “esta obra son ellos, los residentes. A ellos servimos y ellos nos abrirán el día de mañana las puertas del Cielo”.

Se montó un hospital modular en el Cottolengo

“Cuando nos enteramos de que había un caso positivo en el Cottolengo, el 25 de agosto, el Ministerio de Salud envió inmediatamente un equipo médico y por iniciativa del doctor Luis Medina Ruiz se instaló un hospital modular para evitar que los pacientes se trasladen. Hicimos una evaluación de cada uno de los internos y del personal del hogar, eran más de 100 personas. Se derivó a los pacientes que tenían su salud más comprometida y el resto fue atendido en el propio hogar”, explica la doctora Dive Mohamed, que integra el equipo junto a las doctoras Nadia Ruiz y Giselle Núñez, y a las enfermeras María Eugenia Álvarez Tolaba y Berenice Contreras Caravajal. “Gracias a Dios el predio del Cottolengo es inmenso por lo tanto el centro de día se convirtió en el área limpia, en donde los enfermeros y auxiliares se cambian, comen y duermen. Del lado izquierdo se encuentran los hogares en donde están los internos y dejamos también a las enfermeras y auxiliares que ya eran contacto estrecho. La tarea del personal del hogar es fundamental desde adentro de los hogares porque son pacientes con capacidades diferentes y necesitan atención las 24 horas, y estas personas son las que más los conocen. Sacarlos de su lugar iba a ser fatal para ellos porque íbamos a modificar su hábitat y eso traería grandes problemas. El equipo se conformó, de día,  por cuatro enfermeras y ocho auxiliares y, de noche, por dos enfermeras y ocho auxiliares. Durante todo el día se realiza un monitoreo permanente a través de telemedicina y se decide en cada caso si los pacientes deben trasladarse o no”, explica la doctora Mohamed. De esa forma, en un trabajo coordinado, se logró controlar el foco epidémico que podría haber tenido consecuencias más que lamentables.

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