Pese a que los cumpleaños online se volvieron habitué con la pandemia, este martes las reglas cambiaron y le llegó el momento de celebrar a un gigante digital. Instagram cumplió 10 años y, en su aniversario, cabe hacer un repaso por la historia de esta red social.
Reina de los filtros vintage, la plataforma nació en 2010 como una alternativa para retocar fotografías. Un compacto show de contrastes para smartphones que se inauguró en forma oficial al postear la imagen de un perrito.
En 2012, el encanto que despertaban las publicaciones con hashtag logró posicionar a la app como una tendencia de entretenimiento. Y el resultado fue que -mil millones de dólares después- entrata en el palco de adquisiciones de Mark Zuckerberg.
A su evolución le siguieron los chats, stories y la actual estampida de unos 10.000 millones de perfiles alrededor del mundo. “Aunque Facebook representó el verdadero estallido de los encuentros virtuales, la diferencia sustancial fue que Instagram creó su propio código de conducta. Aprendimos a comunicarnos e innovar con imágenes” comenta el especialista en Marketing Digital Javier Medina.
No obstante, el usuario insiste también en las consecuencias negativas de tener el “poder del ocio” en un bolsillo. “Hay organizaciones que reclaman la intervención estatal para frenar la adicción tecnológica. Sumado a estudios sobre cambios en el grado de concentración de la generación alpha y patologías psicológicas (como el FOMO o miedo a perderse algo)”, agrega. En su caso, los lapsus en la app lo llevaron a descargar un programa para limitar las horas frente a la pantalla.
Negociar sentimientos
Al margen de ver paisajes épicos y comidas casi eróticas, la red social dio su estocada final al convertirse en un soporte comercial. “Instagram es la nueva carta de presentación de las marcas. Cuando alguien piensa a dónde ir a tomar un café, lo primero que hacemos es buscar el negocio en la red social. Y dependiendo el resultado, se condiciona la decisión”, explica Chiara Ahumada, emprendedora de una agencia dedicada al Social Media.
Ante la sobrecarga de información, lo central es innovar a cada rato. “Siempre hay que impactar a los usuarios con algo nuevo y cuidar la estética. Estamos en la revolución de las emociones. Las marcas no deben vender productos, sino experiencias. Lo central es describir lo que va a causar el consumo del servicio, con quién podría disfrutarse o lo que vivirías de tenerlo”, añade la técnica en Comunicación Social.
Un capítulo aparte fue la llegada de oficios complementarios. “Muchos comerciantes desvalorizan la importancia de escribir bien un posteo o pagar por una bajada gráfica. En realidad, hay un trabajo extenso y -al administrar redes- debemos planificar contenidos, coordinar sesiones de multimedia y ofrecer la mejor cara de locales tan variados como kioscos, sangucherías o distribuidores de servilletas”, enfatiza la community manager Nadia Aráoz.
Además, se sumó el rol de los influencers. “Instagram es una vía de comunicación importante y que crece de manera constante. Su auge seguirá. Hoy los influencers son comunicadores y, aunque el ser auténticos o no depende de cada uno, nuestra premisa siempre fue no mostrar nada que no consumamos. Hacer lo opuesto sería subestimar a los seguidores y el público se da cuenta de esas cuestiones”, resume Iso Castillo, quien -junto a su hermana Delfina Castillo- administra desde hace dos años @enbogablog. Es una cuenta dedicada a la moda, decoración, estilismo y gastronomía.
La edad de la fama
Para algunos miniusuarios, Instagram implica una herramienta divertida para avanzar un peldaño en el sueño de ser youtubers. A eso aspira Valentino Ponce de León desde @valentinotubers. Una cuenta llena de mascotas, juguetes, efemérides patrias y curiosidades. “Tengo 7 años y arranqué a usar Instagram en 2018 para subir las previas de mis videos. Las grabaciones son armadas por mi papá, y mamá ayuda en las publicaciones. Ambos supervisan la cuenta y me avisan que tenga mucho cuidado”, dice el creador del canal “Valentino Tubers”.
Su objetivo es tener más amigos y dejar un buen mensaje sobre el cuidado del planeta. “También hay emprendimientos que me envían regalos y los muestro en las historias”, agrega.
En otras cuentas, en cambio, la gestión compartida es mayor. Hace cuatro años que José Miguel Cano tiene Instagram. Su perfil (@_doncano) es sintético y contundente: “tengo 80 años. Me gusta mucho el vino, y disfrutar con mis nietos y mis hijos”.
“Viví en el campo 40 años, y ahí era distinto. Ahora las redes sociales son necesarias por la rapidez con que nos permiten comunicarnos y ser escuchados. No soy muy bueno para la tecnología, pero tengo cuatro nietos dando vueltas que me ayudan para contactarme con las personas que quiero”, explica, con su voz entrecortada a través de un audio de WhatsApp.
La incursión digital surgió con el propósito de atesorar instantes familiares. “Si alguien lo visita, luego sube las fotos o los videos para que el resto podamos verlo y compartir un me gusta. Esto le permite estar atento a lo que publica la familia. Él se emociona cuando le leen los comentarios”, cuenta Candelaria Mukdise, quien se autodenominó en varios posteos “la favorita” del abuelo. Con 50 afortunados seguidores, priman los mensajes de cariño y las caras sonrientes de sus conocidos. A veces con regalos, y otras con mamaderas o meriendas al aire libre.