La década del 20 no es una más en el campo literario argentino, ya que en ella se dan debates como el de Florida vs Boedo o en torno de la preocupación por una norma lingüística, que busque rechazar o asimilar las voces que traen los inmigrantes y que comienzan a filtrarse en la cultura popular. Esa última preocupación se hace visible en plenitud en 1927 con los textos de Américo Castro en diario La Nación, de Amado Alonso en diario Crítica y con la conferencia El idioma de los argentinos, que Jorge Luis Borges ofrece en el Instituto Popular de Conferencias. Esas intervenciones son una suerte de coda a la encuesta publicada durante junio de ese año por Crítica alrededor de la pregunta “¿Llegaremos a tener un idioma propio?”.
“Creímos que era una buena oportunidad para recuperar y dar visibilidad a la encuesta que el diario Crítica hace en 1927 a un conjunto de escritores, académicos, pedagogos y personalidades de la cultura en general”, introduce Guillermo Toscano y García, uno de los responsables del libro La lengua argentina. “Crítica era uno de los grandes diarios de Buenos Aires en un momento en el cual la circulación de la prensa escrita vive un verdadero auge. Con un perfil propio, innovador y controversial a veces, el diario hacía de las encuestas uno de sus modos habituales de intervención, de mostrar una imagen de la opinión públicamente autorizada sobre un tema políticamente sensible”, suma Juan Ennis. El libro es obra del trabajo de este grupo de investigadores de las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Litoral y Patagonia Austral, que completa Lucila Santomero. Claro que al momento de la edición aún quedaba algo por resolver: “las entrevistas venían en el diario acompañadas de una imagen de los entrevistados, en distintos formatos, cuya reproducción podía ser problemática por distintos motivos. En ese aspecto, contamos con la brillante intervención de Federico Ruvituso, que se ocupó de realizar una serie de dibujos que no solamente devuelven un rostro a todas esas voces, sino que son también un homenaje a aquellos trabajadores de la ilustración”, remarca Santomero.
- ¿Por qué creen que es posible que se haya dado aquel debate?
Guillermo Toscano y García: - Hay muchas circunstancias que convergen para que a finales de los 20 la cuestión del idioma vuelva a estar a la orden del día. La preocupación por la norma lingüística, por la gestión de la diversidad lingüística y cultural en la Argentina de los 20 es un emergente de algo que circula y se debate a lo largo de todo el espacio hispanohablante ya desde la última parte del XIX, pero que entonces condensa muchas cuestiones. Digamos que hay muchas voces nuevas y distintas, y la cultura procura acomodarse, asimilándolas o desplazándolas. Si preocupa tanto el lunfardo es porque había una imagen popular muy presente en una industria cultural también novedosa, en el tango y en la literatura; hay una sombra de lo popular que se ve avanzar también en la política y debe conjurarse poniendo en claro qué es lo propio y qué es lo extraño. También hay voces nuevas en el ámbito más especializado, y ese no es un dato menor: desde 1923 están los filólogos españoles gestionando el Instituto de Filología, y a ellos les va a tocar intervenir no en la misma encuesta sino en esa especie de coda que son las notas del final.
Juan Ennis: -Cuando se discute la lengua, casi siempre se está discutiendo la política, y cuando se habla de idioma propio, a veces no es tanto la separación con respecto a algo que está en el exterior, sino más bien la definición de quiénes son los propietarios legítimos (por lo general así, en masculino) de la voz que pueda oírse en el espacio público.
-Al recorrer la encuesta resulta llamativa la ausencia de algunas voces. ¿Es posible pensar que el recorte fue casual?
Lucila Santomero: -No habría que subestimar al azar en algunos casos, aunque también puede sospecharse que el diario haya preferido evitar aquí algunas voces. Es notable la ausencia de algunos de los jóvenes escritores ya conocidos entonces, que trabajaban para el diario y podían tener algo para decir al respecto, como Roberto Arlt, Nicolás Olivari o Raúl González Tuñón, y también la de lo que se conocía como el grupo de Boedo, así como algunos escritores cuyas firmas iban asociadas a la discusión sobre la lengua en los demás grandes diarios de Buenos Aires, como La Nación o La Prensa (es el caso de Arturo Capdevila, por ejemplo). Y, salta a la vista, aunque no es extraño para la época, son todas firmas masculinas.
-En las respuestas al posible idioma nacional se lo asocia al lunfardo, se lo empuja a los márgenes pero casi no se hace referencia al “voseo”…
J.E: - Es una omisión curiosa, aunque también es probable que simplemente se lo considerara incluido en el mismo paquete. Aparece sí, y previsiblemente, usado en la intervención de Last Reason. El voseo estaba tematizado en el discurso más conservador sobre la lengua como forma vulgar que debía ser desterrada del uso local. En la misma época Arturo Capdevila y Avelino Herrero Mayor escribían en La Prensa y La Nación sus diatribas contra el voseo, que iban de la mano de la letanía por la penetración del lunfardo en las escuelas y en los hogares de las familias “de bien”, con hipótesis que reproduciría el mismo Américo Castro, ganándose años después una de las mejores y más terribles reseñas que pueda recibir un libro, cuando Borges le dedicó sus “Alarmas”.
-¿Cuánto pesaron los medios de comunicación y las olas inmigratorias para que se dé el debate?
G.TyG: -Todo, porque la prensa ya era masiva y ya construía opinión, y lo que estaba en juego era justamente la construcción política de un “nosotros” que pudiera asimilar toda esa población diversa, por eso está todo en tiempo en discusión si ese “nosotros” preexiste a esas olas inmigratorias y debe asimilarlas, si son ellas que lo están deformando y corrompiendo, o si es a partir de ellas que comienza a construirse.
-¿Qué importancia tiene en la actualidad recuperar aquel debate?
J.E: -En general, creo que toda forma de conocimiento histórico es valiosa, más allá de la coyuntura. El archivo siempre se arma pensando en el presente. En el caso de los que trabajamos en este volumen, este es nuestro quehacer desde hace muchos años, y la importancia pública de nuestra investigación no siempre fue evidente. Sin embargo, esta vez me parece que sí estamos en un diálogo claro con la coyuntura histórica, en la que se da una viva discusión sobre la lengua y los modos de construirla políticamente.
-¿Existe un idioma argentino?
L.S: -Probablemente no sea hoy una discusión con demasiado sentido la del idioma nacional. Es un problema muy vinculado a los nacionalismos modernos, y sabemos que tienen sus desventajas. Sí que es muy interesante que vuelva a emerger el problema de la lengua como espacio de intervención política, como lugar desde el cual trabajar sobre la construcción de una comunidad política, en el cual ensayar modos de convivencia en la diversidad, formas de conocimiento y comunicación menos dogmáticas y más dinámicas.
-¿Qué permite definir la existencia de un idioma nacional?
J.E: -Está esa frase célebre, atribuida a Max Weinreich, de que una lengua es un dialecto con un ejército y una marina. En nuestro caso, tenemos una comunidad panhispánica con cabeza en la Unión Europea y un conglomerado de empresas de comunicación, energía y finanzas parejamente distribuidas por todo su territorio. Creo que el problema sigue siendo, más que la nacionalidad del idioma, los modos de construir soberanía (esto es, formas del ejercicio legítimo del poder) a través del idioma.
-¿Cuáles han sido los últimos debates que se han dado en torno a la lengua?
L.S: -Los debates continúan durante gran parte del siglo XX, como han venido mostrando las investigaciones recientes. Ha habido más recientemente unas cuantas escaramuzas, puntuales, referidas a acontecimientos, novedades ortográficas, los congresos de la lengua como el de Rosario aquí o el de Córdoba más recientemente, pero es probable que el más notorio y sostenido sea el que estamos viviendo en lo relativo a las políticas del género en el lenguaje.
-¿Es posible trazar un paralelismo entre la amenaza que sentían los puristas con el lunfardo con la que se está dando respecto al modo de hablar y escribir en las redes y hacia el inclusivo?
J.E: -Sí, sin dudas, y tiene que ver también con el temor a lo nuevo, la necesidad de calibrar las viejas herramientas para controlar nuevos problemas. Son “amenazas” de origen diverso, pero que coinciden en esa condición, en ser vistas como algo que atenta contra cierto orden de la lengua que está atado a otros órdenes. Toda esta discusión de los últimos días sobre la Academia y la admisión del “elles” es muy divertida en ese sentido. Sin embargo, al igual que hace un siglo, no hay que subestimar a las instituciones acostumbradas al ejercicio del poder. La Real Academia fue de las instituciones más prontas a adaptarse al mundo digital, ha hecho todo lo posible para ser quien resuelva nuestras dudas idiomáticas, y logra que, en lugar de sencillamente dejar de atender a sus dictados, estemos pendientes de las decisiones que toma.
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Acerca de Vera Cartonera
Vera es una editorial cartonera inspirada, por un lado, en Eloísa Cartonera, proyecto pionero a nivel mundial que nace en Argentina en plena crisis del 2001 y, por otro lado, en la Sofía Cartonera, una editorial universitaria cordobesa. Si bien sigue la impronta de ambas, podemos decir que Vera ha ido configurando su identidad y funcionamiento de un modo particular. Vera se aloja en una universidad pública, la Universidad Nacional del Litoral, y en el principal organismo de investigación científica del país, el CONICET. Está conformada por un equipo de docentes, investigadores, escritores, artistas, traductores, diseñadores, comunicadores sociales, estudiantes de disciplinas muy variadas y, a través de una serie de colecciones, se propone no solo publicar literatura sino también comunicar ciencia”, comenta Lucila Santomero.
Perfiles
Guillermo Toscano y García es Licenciado en Letras (UBA), Magister en Filología Hispánica (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y Doctor en Lingüística (UBA). Se desempeña como docente de lingüística general en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y es director de la Revista argentina de historiografía lingüística.
Juan Lennis es Profesor en Letras por la Universidad Nacional de La Plata y Doctor en Filología Románica por la Martin-Luther-Universität Halle-Wittenberg. Enseña Filología Hispánica en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP y es Investigador independiente del Conicet.
Lucila Santomero es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad Nacional del Litoral y Especialista Docente de Nivel Superior en Alfabetización Inicial por el Ministerio de Educación de la Nación. Es becaria doctoral del Conicet y enseña Gramática del Español y Didácticas de la lengua y la literatura en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL.
Federico Luis Ruvituso es Profesor y Licenciado en Historia del Arte por la Facultad de Bellas Artes de la UNLP donde desarrolla tareas de docencia e investigación. Como ilustrador freelance ha participado en muestras individuales y colectivas y publicado sus trabajos en medios nacionales e internacionales.