La ruta 307 no admite más debate; exige mayor acción

16 Enero 2021

Gladys Valdez está viva. Esta buena noticia habilita un debate que hubiera sido imposible si su accidente hubiera sido mortal. Esta mujer de 59 años salió ilesa de un accidente que a todos los que circulan por la ruta 307 alguna vez se les pasó por la cabeza. Una piedra se desprendió de uno de los tantos lugares por donde se despeñan pedazos de montaña a lo largo del camino. El martes pasado, Valdez se salvó de morir y su auto quedó semi destruido debido a una inmensa roca que se precipitó a la altura de la zona conocida como Fin del Mundo.

El episodio vuelve a poner sobre el tapete un problema para los tucumanos que se repite varias veces al año desde hace muchos lustros y que nunca encuentra solución. Sólo aparecen parches que contribuyen a postergar la verdadera y necesaria solución.

En la ruta 307 hay tres cuestiones muy claras que exigen una toma de decisión más tarde o más temprano. Sin tener en cuenta un orden de prioridades, la primera es la falta de comunicación a lo largo de unos 50 kilómetros. Cualquier cosa que ocurriere no puede ser comunicada al instante por los transeúntes. Dependen de poder llegar a los puestos de Vialidad para poder acceder a la comunicación de alguna radio o simplemente llegar a uno de los dos extremos del camino para dar la señal de alerta. Todo eso conlleva muchos minutos que ponen en riesgo vidas. La segunda, es la cuestión sanitaria. El hospital de Tafí del Valle no tiene posibilidades de dar abasto ante situaciones extremas. Valdez tuvo que bajar a Tucumán para cumplir con requisitos básicos como una radiografía y una tomografía. Las ambulancias van y vienen por la ruta 307 mostrando la incapacidad del nosocomio tafinisto y la necesidad también de tener más de estos vehículos listos para la atención. La tercera es la propia vía de comunicación que indudablemente, en verano, cuando está atestada de vehículos y los valles multiplican su población por las visitas, no se encuentra en condiciones de dar seguridad a quienes transitan por ella. Desde Vialidad se minimiza la cantidad de cortes que tiene la ruta a lo largo del año, sin embargo, cada vez que ocurre uno se plantea la imperiosa necesidad de tener otra vía de llegada a los valles que no sea por territorio salteño porque eso implicaría hacer casi 10 veces la cantidad de kilómetros.

La situación de la ruta 307 es una interpelación sobre la eficiencia de quienes tienen responsabilidades sobre esos 50 kilómetros de incomunicación y riesgo. En ese recorrido, la salud, la obra pública y las comunicaciones quedan en tela de juicio. Las mayores tensiones ocurren en los meses de vacaciones tanto del verano como del invierno. Por lo tanto, el resto del año pasan inadvertidos muchos de estos problemas que nunca figuran en las plataformas electorales ni en los discursos de campaña.

Los problemas que aquejan a la ruta 307 no son nuevos. Implican a muchas generaciones y a varias administraciones de gobierno. Por lo tanto, desnudan la ineficiencia del administrador púbico. Ineficiencia tanto para hacer como para planificar alguna salida aunque sea a largo plazo para que las generaciones del futuro no sigan debatiendo estos problemas y agradeciendo que se produzcan milagros cuando alguien se salva de morir.

Se ha hablado muchas veces de construir otro camino. La alternativa siempre llega debilitada porque esa idea tiene un color político y por lo tanto se la deja de lado. También se ha proyectado un hospital regional que dé soluciones a miles de habitantes de la zona, no sólo de Tucumán sino también de las poblaciones salteñas y catamarqueñas aledañas. El justificativo del costo siempre le ha ganado a la opción de una mejor atención para tranquilidad de la población.

El análisis de lo ocurrido reclama una gestión pública eficiente y eficaz, pues la administración pública depende de recursos coactivos que se les exige a los ciudadanos y lo que no ello se haga no deben ser respuestas aleatorias o arbitrarias. Gladys Valdez, felizmente, no murió, pero su accidente es una luz de alerta que no puede pasar inadvertida por los gobiernos, como viene ocurriendo hace varias décadas.

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