Caso “Betty” Argañaraz: de testigos a acusadas de un crimen impactante

La historia detrás de la historia.

VÍCTIMA. Ángela Beatriz Argañaraz iba a ser nombrada directora de escuela cuando la hicieron desaparecer. VÍCTIMA. Ángela Beatriz Argañaraz iba a ser nombrada directora de escuela cuando la hicieron desaparecer.

Ese viernes 4 de agosto de 2006 fue clave en el esclarecimiento de la desaparición de Àngela Beatriz Argañaraz, ocurrida el 31 de julio. Previo a declarar como testigo ante la fiscala Adriana Giannoni, la sospechosa Nélida Fernández (hoy Marcos Daniel), en ese tiempo pareja de Susana Acosta, habló con LA GACETA para limpiar el nombre de ambas. “El viernes ‘Betty” almorzó en mi casa. Estaban preparando juntas la despedida que le iban a hacer a la directora que dejaba el puesto que ocuparía Ángela. Por eso parece increíble que seamos sospechosas”, dijo ese día la ex novicia que trabajaba en la municipalidad de Las Talitas.

Mientras Fernández declaraba, los investigadores sumaban más indicios en contra de las acusadas. Varios colegas de “Betty” rumoreaban -jamás lo declararon en sede judicial- que Acosta no había informado que la docente nunca había llegado a su casa. Hubo otro dato sospechoso: ninguna de las dos se había presentado a trabajar el día en el que la docente había sido vista por última vez. Y hubo más: a través de algunas irregularidades trataron de dejar asentado que sí lo habían hecho. Demasiados indicios en su contra, pero todavía no se contaba con alguna prueba contundente como para procesarlas.

Giannoni decidió que las dos declararan al mismo momento. El secretario Ernesto Baaclini interrogó a Fernández, y Carlos López Bustos, a Acosta. Las dos contaron versiones casi calcadas. No se contradijeron, pero dejaron muchísimas dudas. Por ejemplo, mintieron que ese trágico 31 de julio se desempeñaron en sus puestos laborales. Tampoco fueron claras a la hora de explicar qué hicieron durante toda esa jornada.

Los funcionarios judiciales jugaron con el tiempo. Las sospechosas esperaron horas para poder declarar. Después las hicieron aguardar durante bastante tiempo más con la excusa de que se tramitaba la devolución el Ford Orion que les habían secuestrado. En el interín, los de la fiscalía decidieron jugarse. “Estaban desesperadas para que se les devolviera el auto. Les explicamos que debían ser sometidas a unas pericias y que si querían agilizar los trámites, debían aceptar de manera voluntaria a ser revisadas”, recordó Giannoni.

Pidieron al médico de Policía que las examine para ver si podían sumar alguna otra evidencia en contra de ellas. El profesional encontró que ambas tenían hematomas que coincidían con lesiones producidas en una pelea.

Enterada de la novedad, la fiscala solicitó al médico forense realizar el mismo estudio. Coincidió con su colega y aportó otro detalle fundamental:ambas tenían lesiones en sus manos compatibles con las de personas que cavaron durante mucho tiempo. En la madrugada del 5 de agosto, Fernández y Acosta pasaron de testigos a sospechosas. No hubo término medio.

Más indicios

Fernández y Acosta fueron imputadas por la desaparición de “Betty”. Cambiaron de abogado y de estrategia defensiva. Gustavo Morales, su abogado, les recomendó que no declararan. Que se escudaran en el silencio para que fuera la fiscalía la que encontrara las pruebas en su contra. Y no tardaron en aparecer.

Pero faltaba algo más y lo fueron a buscar el lunes 7 de agosto de 2006 en el departamento de Catamarca 30, donde vivían las sospechosas. Tras horas de búsqueda, se encontraron restos de sangre en el inmueble y en automóvil que utilizaban para trasladarse.

El playero de una estación de GNC de la zona, cuando se conocieron los rostros de las acusadas, le contó a un efectivo policial que realizaba servicios adicionales que las mujeres se habían presentado dos veces en el lugar para cargar gas el día de la desaparición. “Esa versión nos llegó y citamos al empleado a  declarar. Ratificó sus dichos y aportó un dato clave: usaron una tarjeta para cargar puntos, que confirmó sus dichos. También hicimos los cálculos y utilizaron el combustible que necesitaban para trasladarse hasta El Cadillal”, explicó Baaclini.

La Justicia no quería que le estallara otro escándalo como el de Paulina Lebbos. Por ese motivo, no escatimaron esfuerzos para tratar de esclarecer el hecho. La Corte Suprema de Justicia de la provincia solicitó que las muestras colectadas fuesen analizadas en Buenos Aires y ordenó que fuera Giannoni la que se encargara de su custodia. En la gran ciudad le prometieron que el estudio genético para determinar si los restos biológicos pertenecían a la maestra estaría listo en un mes como mucho. Y cumplieron con su palabra: en septiembre de 2006 confirmaron que el material analizados en el departamento pertenecían a la docente. El panorama de un caso difícil de resolver comenzaba a aclararse.

Mientras se esperaba el informe clave, se produjo otro hito en la investigación. En un día como cualquiera, cuando el personal de la fiscalía seguía realizando enormes esfuerzos para tratar de cerrar el expediente, en tribunales se presentaron las maestras de la hija de Nélida. Relataron que la pequeña les había contado sobre un incidente que había ocurrido en su casa en la que estuvieron involucradas su madre (Fernández), su tía (Acosta) y una mujer (supuestamente ‘Betty’).

Las docentes comentaron que estaban por realizar un campamento y que si la pequeña asistía, a modo de ejercicio, le pedirían a todos los chicos que realicen una redacción. “Ellas decían que si estaba angustiada, podría plasmar la causa. Y eso es lo que ocurrió. La niña contó todo, esa prueba fue excluida, pero nos sirvió para entender muchas cosas”, señaló Giannoni.

Y con las mujeres detenidas -como suele suceder en los casos más polémicos- los testigos comenzaron a aparecer y se pudo cerrar la teoría acusatoria.  Giannoni se enteró de un hecho de violencia que se había producido en el colegio y que tuvo como protagonistas a las ex novicias. Blanca Helena Galera dijo que en junio de 2001 había sido agredida cuando era directora del establecimiento. Según sus palabras, el hecho se produjo luego de que le llamara la atención a la ex novicia por una inconducta y le dijo que la sancionaría. Ella y su pareja se presentaron en su oficina y la golpearon. “Lamento no haber denunciado el caso antes; quizás podría haber ayudado a ‘Betty’”, dijo la ex directora, que después fue dejada sin trabajo por haber contado ese incidente.

La teoría

Con esa prueba, Giannoni redobló la apuesta: por primera vez en la historia de la justicia ordinaria de la provincia, decidió imputar el delito de homicidio a alguien sin que apareciera su cuerpo. Sólo había ocurrido algo así en los juicios de lesa humanidad. Para la investigadora, “Betty” había sido víctima de un crimen.

Según esa hipótesis, Acosta había citado a Argañaraz a su domicilio para, supuestamente, preparar la despedida de la directora saliente y luego dirigirse al colegio. Allí, siempre de acuerdo a la línea de investigación, la mataron y la trasladaron hasta algún lugar desconocido ese mismo día, aunque sospechaban que había sido algún lugar de El Cadillal, donde se orientó sin éxito la búsqueda. (En una próxima entrega se hablará sobre este tema en particular).

Un mes después del crimen, los investigadores sumaron indicios en contra de una tercera persona que habría sido un hombre. La niña lo había mencionado en su redacción. Comenzaron a sospechar de Luis Fernández, hermano de Nélida, que conducía un remise después de haber sido desplazado por cuestiones políticas -según se cansó de repetir- de su puesto en la Mutualidad Provincial. Él acompañaba al defensor Morales y era el vocero de la familia de las acusadas que no cesaban de jurar por su inocencia. En septiembre fue citado a declarar, pero nunca se presentó y terminó escapándose.

Mientras estaba prófugo, la empleada doméstica del sospechoso declaró que ella había lavado el 31 de julio una remera suya que tenía manchas de sangre, por lo que su situación procesal se agravó. “Siempre nos pareció descabellado, porque ese día hizo frío a la mañana y sólo tenía manchas de sangre en la remera. Era imposible que no haya tenido en un pulóver y hasta en una campera”, indicó uno de los pesquisas que intervino en el caso. El hombre, que había sido buscado en el país y en el extranjero, se terminó presentando a las autoridades un año después.

Con Fernández prófugo, Giannoni pidió que las ex novicias fueran juzgadas por homicidio agravado en diciembre de 2006, ya que a su criterio, actuaron con ensañamiento, de manera premeditada y con la intervención de dos o más personas. El juez Alfonso Zóttoli aceptó el planteo un año después. Lo mismo sucedió meses después con Luis Fernández. Atrás habían quedado las maratónicas jornadas de búsqueda de pruebas. Parecía un caso cerrado, pero con el correr de los tiempos fueron surgiendo detalles de una historia que nunca terminará de impactar a los tucumanos por cómo se produjo.

Mañana, cuarta entrega

Del fantasma de la intervención a los detalles más escabrosos.

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