Se viene la fractura en el Gobierno, y la oposición podría animarla

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Que se elija o no hoy un ombudsman dirá bastante sobre el liderazgo en el oficialismo, porque lo que básicamente interesa en el Gobierno es si gana Manzur o si se impone Jaldo. Si Eduardo Cobos es o no es finalmente elegido Defensor del Pueblo será la anécdota del día, lo central será el resultado, quién ganó y quién perdió. Si el jaldismo consolida a Cobos encumbrará al vicegobernador en la lucha por el poder que se dirime en el PJ. Si no alcanzan los números para elegirlo -como confían los manzuristas-, el triunfo político será de Manzur, y en cancha ajena. Claro que la victoria del manzurismo no debería ser pírrica pensando en el propio futuro del gobernador, y también de la gobernabilidad. Eso se daría si, por ejemplo, el jaldismo logra sólo 20, 22 o 24 votos. Con ese número de parlamentarios no hay Defensor, pero tampoco reforma constitucional y, además, cualquier ley del Ejecutivo podría sufrir tropiezos impensados. Si las huestes del vice -confiadas en cuanto a que reúnen la cifra de voluntades necesarias entre propios y extraños-, imponen a Cobos, el tranqueño sonreirá de oreja a oreja, y no será precisamente porque salió electo Cobos, sino porque habrá arrodillado al manzurismo legislativo y porque le habrá propinado un duro golpe a su compañero de fórmula en la primera batalla de magnitud política entre ambos. Si sucede se puede ir anticipando la fractura del bloque oficialista, y del PJ. Anoche se habría acordado que en la sesión se anunciaría la creación del bloque “Lealtad Peronista” -vaya nombre-, que sería presidido por Roque Alvarez y secundado por Sergio Manilla. Marcaría el inicio de la división del justicialismo tucumano, la que sólo podrá saldarse en una batalla electoral interna en el PJ, ya sea este año para elegir los candidatos a diputados nacionales, o más adelante para elegir las autoridades partidarias o los postulantes provinciales para el 2023. Algo parecido a lo que sucedió en 2007 entre José Alperovich y Fernando Juri. Gane quien gane hoy la pulseada política en la Cámara, el futuro del oficialismo está cantado: se viene el agrietamiento. En las últimas horas ardieron los celulares y se multiplicaron las llamadas; tuvieron como protagonistas a los propios Manzur y Jaldo. Ninguno se privó de hablar a nadie, ni a hijo o a esposa de parlamentarios para la persuasión colateral. Porque no se trata sólo de ratificar lealtades sino de conseguir nuevas fidelidades, lo que en idioma peronista suele interpretarse con un concepto: traiciones. Incluso llegó a haber comunicaciones hasta con legisladores de la oposición para determinar o inclinar el voto. Es que el gobernador y el vicegobernador se juegan la vida en esta partida impensada en cuanto a tensión y significado político que trasuntaría una victoria o una derrota en el recinto legislativo: a eso se resume a que hoy surja o no un nuevo Defensor del Pueblo. Será para alquilar balcones, ya que hoy se puede escribir el primer hito del rumbo de división que tomará el oficialismo tucumano y el camino que seguirán los peronistas. Párrafo aparte para los opositores: hoy como nunca están en condiciones óptimas de sumar al debilitamiento y facilitar la fractura del oficialismo, justo al que deben combatir, precisamente, en este año electoral. No cabría que desaprovecharan esta ocasión que se les sirve en bandeja para horadar indirectamente al Gobierno. Está en sus manos la chance de apurar la grita. Ahora bien: ¿cómo, apoyando al candidato de Jaldo o favoreciendo al manzurismo? En el recinto se pondrá al descubierto quiénes apostaron por esta alternativa y también quiénes jugaron en función de los intereses de alguno de los dos principales contendientes en esta disputa política por el liderazgo en el PJ; si por Manzur o si por Jaldo. Lo seguro es que hoy ninguna conducta será ingenua o inocente.

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