Una frágil democracia

Por César Chelala - Columnista invitado.

12 Marzo 2021

Durante varias décadas, los Estados Unidos fueron considerados por muchos como un faro de la democracia en todo el mundo. No más. Los eventos del 6 de enero han demostrado que lo que una vez fue considerado un modelo del estado de derecho es, en cambio, una democracia frágil, vulnerable a eventos impredecibles. Lo que sucedió ese día amenazó el Estado de derecho y el futuro del país como una democracia a emular.

La importancia de la insurrección del 6 de enero y los eventos que la precedieron aún no se han evaluado correctamente. El país quedó en riesgo de colapso y no estábamos totalmente conscientes de ello. Es como si parte de la ciudadanía continuara sufriendo los efectos del trastorno de estrés postraumático, uno de cuyos síntomas es dificultades para recordar un evento demasiado estresante para soportar.

¿Quién puede culpar a los que quieren ignorar u olvidar? Algo totalmente sin precedentes había ocurrido en el país. El propio presidente había organizado un golpe de Estado para anular los resultados de las elecciones y permanecer en el poder. En el proceso, una multitud rebelde amenazó las vidas de Mike Pence, su leal vicepresidente y de los legisladores que tuvieron que correr desesperados y esconderse para evitar ser heridos o asesinados por los rebeldes. Mientras estos eventos estaban sucediendo, el propio presidente y su séquito estaban siguiendo complacidos los disturbios en el Capitolio. No puede haber algo más enfermo que esto.

En general, no se considera lo que habría ocurrido si en lugar de dos personas asesinadas ese día, habrían sido más. Todos vimos cómo el vicepresidente Pence fue guiado apresuradamente a una ubicación de seguridad por los agentes de los servicios secretos. ¿Y si hubiera sido herido o muerto? ¿Y si algo serio hubiera ocurrido con Nancy Pelosi, la líder demócrata? En ambos casos, uno solo puede anticipar el caos institucional que hubiera resultado.

Especialmente serio es el hecho que algunos miembros del Congreso supuestamente llevaron a algunos de los rebeldes a una visita de reconocimiento del Capitolio antes del 6 de enero, en efecto conspirando con ellos para atacar de manera más efectiva a sus propios colegas. Esto revela un grado de odio humano difícil de entender.

Estos, sin embargo, no fueron episodios aislados. Son la culminación de un proceso de cuatro años que comenzó con la elección de un candidato notablemente defectuoso, conocido principalmente por la popularidad de un programa de televisión junto con un estilo de vida extravagante. Las deficiencias de Donald Trump fueron solo desconocidas para aquellos que se negaron a creer las graves acusaciones de violación, trampa, abuso y acciones ilegales de una notoria personalidad psicopática. Varios psiquiatras prestigiosos de la Escuela de Medicina de Yale habían advertido sobre los peligros de una personalidad como la de Trump en el poder, ciego a las necesidades y sentimientos de los demás. Las deficiencias de la personalidad de Trump llevaron a una consecuencia más grave: la respuesta inapropiada a la pandemia de Coronavirus que ya ha costado más de medio millón de vidas. La mayoría de esas muertes podrían haberse evitado fácilmente haciendo al país consciente de la gravedad de la pandemia, e inmediatamente creando un grupo de trabajo para responder a la crisis. Se hubiera establecido una estrategia nacional racional para enfrentar la pandemia y suministrar recursos adecuados a los Estados.

Sin embargo, no se siguió ninguna de esas condiciones, lo que llevó a los resultados catastróficos ahora conocidos. En su lugar, se tuvo a un líder impermeable a las necesidades de las personas y de la nación, que empeoró una situación ya crítica promoviendo curas falsas para la infección que llevó a aún más muertes prevenibles. En resumen, el comportamiento del ex presidente fue criminal.

Por lo tanto, el país que durante siglo había desarrollado un sistema de gobierno y justicia se convirtió en víctima de los caprichos de una personalidad psicopática que en el corto período de cuatro años amenazó con destruir los avances ganados para llegar a una sociedad democrática y pluralista. Esta es una seria advertencia a los argentinos, quienes tenemos una tendencia enfermiza a elegir líderes corruptos que esquilman al Estado y actúan contra nuestros propios intereses.

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