Un acuerdo de gobernabilidad, pero sin acercamientos a la vista

Tregua ha sido la palabra más usada desde que el vicegobernador Osvaldo Jaldo deslizó sus intenciones de ser el sucesor de Juan Manzur para el turno electoral de 2023. Tregua se han dado a principios de año luego de los retoques en el Presupuesto de este año de elecciones, pero sin mover las partidas principales. Todo parecía indicar que la dupla gobernante llegaría unida al menos hasta el 25 de octubre, la fecha probable en la que ambos sacarían a relucir sus diferencias porque, terminada las parlamentarias, arrancaba la carrera por la gobernación. La reelección de Manzur ha quedado herida. Pero también la imagen de Jaldo. Algunos referentes peronistas sostienen que quemó las naves antes de tiempo con su enfrentamiento con el titular del Poder Ejecutivo.

El oficialismo en la Legislatura le ha dado un golpe de realismo a las aspiraciones de continuidad de Manzur. De todas maneras, la votación del nuevo ombudsman del lunes es solo una fotografía. El Partido Justicialista suele ponerle distintos matices a las películas que protagoniza para quedarse con el poder. Hoy un juramento, mañana una traición, dice la primera estrofa de un tango. El peronismo está plagado de esas historias. Y también de olvidos y de rencores contenidos.

Manzur es imprevisible. Más allá de haber entrado en cólera esta semana, con el correr de los días volvió a la normalidad. La internación de Jaldo, por efecto de la Covid-19, contribuyó a bajar las aguas de la tempestad peronista. Más allá de eso, Tucumán ha quedado en la mira de la Casa Rosada. La provincia es el sexto distrito electoral de la Argentina y uno de los bastiones justicialistas en el que se asienta uno de los pilares del plebiscito a la gestión del presidente Alberto Fernández. Hay cuatro bancas de diputados en juego, dos de ellas del Frente de Todos. Otras dos en el Senado. Cualquier resultado que resulte inferior a esa ecuación será una derrota. No para Manzur ni para Jaldo, sino para la continuidad del albertismo y, por ende, del cristinismo que, según sostienen en Buenos Aires, no juega para ninguno de los sectores en pugna en la provincia.

La Cámara Baja renueva 127 bancas, de las cuales 60 pertenecen a Juntos por el Cambio, y 51 al Frente de Todos, que intenta sumar bancas para tener mayoría propia. La oposición lo sabe, pero hasta ahora no hace más que dividirse y no tomar en cuenta que está frente a la oportunidad de quitarle espacios en el Congreso al oficialismo gobernante en el país. Al menos esa es la postal que se observa en territorio tucumano.

Frente a esta realidad, ¿qué hará el oficialismo para evitar que la grieta interna sea mayor? ¿Asumió el mensaje enviado por el ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro respecto de la necesidad de dejar de lado los intereses personales?

Aunque quisieran, la Covid no permitirá al menos en las próximas semanas que Manzur y Jaldo protagonicen un encuentro para intentar limar asperezas y lavar los trapitos sucios adentros, al decir del propio gobernador. No hay acercamientos a la vista entre los integrantes de la fórmula gubernamental. Sin embargo, varios legisladores ya se pusieron en contacto para tratar de alcanzar lo que sería un “acuerdo de gobernabilidad” que, en otras palabras, no es más que un pacto de no agresión para que las diferencias no se sientan hasta el turno electoral del 24 de octubre próximo. Aún más, sectores dialoguistas creen que el ministro del Interior, Miguel Acevedo, puede ser el interlocutor para un acercamiento entre el Poder Ejecutivo y la Cámara.

Faltan algunos detalles y, lo que es una cuestión de fondo, que los principales actores de la novela peronista avalen la intentona. Unos mencionan la necesidad de firmar un documento porque, irónicamente, sostienen que a las palabras se las lleva el viento. Otros, pretenden organizar un acto partidario para mostrar la unidad del PJ. Es parte de la liturgia peronista, en un partido en el que la conducción ha quedado jaqueada.

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