Jella Lepman: un puente de libros infantiles

Este viernes se celebró el día internacional del libro infantil. Jella Lepman fue una de las mayores impulsoras de los textos para chicos a nivel global. Se propuso reconstruir un mundo destruido por la violencia apostando a la lectura en la infancia.

Jella Lepman: un puente de libros infantiles
04 Abril 2021

En los no pocos años que llevo de inclaudicable relación con las letras siempre me rondaron interrogantes íntimamente relacionados con la lectura. Me preguntaba, haciéndome eco de los interrogantes de Alberto Manguel, ¿puede la creación literaria proporcionar a toda una comunidad una visión del mundo? ¿Es posible que las letras produzcan cambios en la sociedad global para poder ver en el otro a un hermano? ¿Por qué desde muy antiguo buscamos definiciones de identidad en las palabras? ¿Cuál es en esa búsqueda el papel del escritor? Y más aún, ¿cuál es el compromiso de los adultos con la infancia cuando de la integración de los pueblos se trata? Sin dudas, la de crear un puente de libros infantiles tal como lo hizo Jella Lepman con el propósito de contribuir a un mejor entendimiento internacional, convencida de que si bien había mucho trabajo por hacer a nivel material mucho más aún era lo que quedaba por realizar a nivel espiritual en aquel mundo que parecía no volver a soñar. Sentía que si a los niños no se les daban herramientas para salir de la oscuridad en la que habían vivido, para salir de un mundo del que sólo conocían muerte y destrucción iba a ser muy difícil dibujar un horizonte esperanzador.

Con estas premisas, la destacada periodista de ascendencia judía, nacida en Alemania y refugiada en Inglaterra durante el nazismo al regresar a su patria en 1945, empezó una aventura única: la de reconstruir un mundo mejor a partir de los libros infantiles. ¡Y lo logró!

¡Vaya, si lo logró! En 1946 organiza en Múnich la Primera Exposición Internacional de Libros Infantiles, una muestra que no sólo logró gran éxito y empezó a viajar por otras ciudades sino que además llamó la atención de grandes personalidades, gracias a una carta llena de entusiasmo, escrita desde el corazón en la que decía: “Los niños no tienen ninguna culpa de la guerra, y por eso los libros para ellos deberían ser los primeros mensajeros de la paz. Al ser leído el mensaje por los responsables de la Sección Humanista de la Fundación Rockefeller de Nueva York, inmediatamente Jella Lepman fue convocada y se le otorgó una subvención de 22.000 dólares, la ayuda que necesitaba a fin de hacer de la cultura la herramienta más poderosa para sembrar la paz en el mundo.

¿Y qué era lo que concretamente Jella Lepman anhelaba? Crear en Alemania La Biblioteca Internacional de la Juventud. El caso es que lo logró- Y hacia aquellos días no sólo tenía el dinero sino también el lugar ¿Y dónde estaba el lugar’?

Hay en la afueras de la ciudad de Munich un castillo de corte medieval conocido como el Palacio de las Flores que perteneció a Luis I de Baviera. En ese magnífico castillo, en 1950 Jella Lepman inaugura la Biblioteca Internacional Infantil, que hoy alberga la mayor colección de libros infantiles que existe en el mundo. Posee más de 600.000 volúmenes clasificados en diversas secciones: oriental, africana, europea, iberoamericana. Sus salas de estudio albergan a investigadores de todo el planeta

Pero Jella no se detuvo. En 1951 organiza el Congreso Entendimiento internacional a través de los libros infantiles y juveniles con la presencia del filósofo español Ortega y Gasset, ponente inaugural. Y en ese mismo año funda la Organización Internacional para el Libro Juvenil, IBBY según sus siglas inglesas. De la IBBY nacería el Premio Hans-Christian Andersen, una suerte de Premio Nobel para los libros de literatura infantil.

Jella Lepman falleció en Zurich, en 1970, pero su legado sigue vivo y gracias a su incalculable labor millones de niños en todo el mundo disfrutan de algo que debería ser un derecho primordial, poder soñar a través de los libros.

Al transitar por su obra nos encontramos con Plutarco cuando se burla de aquellos que consideraban a la Luna de Atenas superior a la de Corintio, con Aristóteles cuando en su obra Ética a Nicómano, pide que los cuentos lleguen a esos tiernos oídos para abrazar al mundo; con Dante cuando siglos más tarde advierte que Como los peces tienen el agua, yo tengo el mundo por hogar; con el historiador y ensayista francés Paul Hazard cuando señala que puede desdeñarse a la literatura infantil pero ello implica que no se conceda importancia al modo como el alma nacional se forma y se mantiene; con Juan B. Terán, el fundador de la Universidad Nacional de Tucumán, quien no sólo escribió páginas para la infancia sino que solía decir: un hombre paga a la sociedad con la misma moneda que recibió cuando niño, y junto a todos ellos, con los libros para niños traídos por migrantes provenientes de distintas latitudes que llegaron a Tucumán y con quienes me encontré en la Biblioteca Alberdi al relevar las obras de literatura infantil de la mencionada institución. ¡Nunca olvidaré aquella tarde de hace ya más de 30 años, en la que descubrí una edición de Pinocho realizada en Roma en 1880 donado por un migrante italiano,

Sin dudas, hoy más que nunca los puentes de libros infantiles a nivel mundial reclaman de nuestros esfuerzos.

© LA GACETA

Honoria Zelaya de Nader - Doctora en Letras. Miembro de número de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil. Presidente Delegación Tucumán de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional.

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