El Gobierno nacional viene lidiando con dos crisis profundas que están dejando secuelas socioeconómicas que pueden llevar años para cerrarlas. A la sanitaria le siguió una económica que se profundizó en estos días con las nuevas medidas de restricciones anunciadas por el presidente Alberto Fernández. Pero frente a los cuestionamientos sociales y de la oposición el jefe de Estado ha endurecido su discurso y eso abrió la tercera crisis, la comunicacional, por la forma que el Presidente a tomado para decir las cosas.
Imbéciles, sistema de salud relajado, nosotros no acaparamos la compra de vacunas, los chicos juegan a cambiarse los barbijos, no me mueve ningún interés político y otras expresiones más han sido parte del discurso presidencial de los últimos días. El presidente Fernández parece otra persona a la que se vio, hace un año, al inicio de la pandemia de la covid-19. Antes se lo veía como un padre o un profesor, componedor, cuidadoso, sin esgrimir excusas. Hoy se parece más a un político buscando cómo salir airoso ante una crisis que vivimos todos pero que, por su posición, se focaliza en él, observa Daniel Valli, Master en Gestión de las Comunicaciones por la Universidad Austral.
Los analistas consultados por LAGACETA.COM observan otras dos facetas de esta situación comunicacional. Por un lado, Cristian Buttie, director de CB Consultora de Opinión Pública, afirma que se está viendo a "Alberto en estado puro, el mismo que confrontaba cuando era jefe de gabinete de Néstor Kirchner o el que criticaba, con dureza, a la hoy vicepresidenta Cristina Fernández y hasta el que, en los últimos días, ha reaccionada airadamente contra una oposición a la que él califica como destructiva". Desde esa orientación, Buttie señala que el mandatario nacional debería revisar su política comunicacional y replantear la manera en cómo se dirige a los argentinos. "Todo parece indicar que se mueve con una agenda propia que ni siquiera la discute con su propio equipo y eso genera rispideces hacia adentro y hacia afuera de la gestión", agrega.
Por otro lado, Gustavo Córdoba, director de comunicación en Zuban Córdoba y Asociados, observa que los altibajos y la falta de una comunicación gubernamental profesional muestra a las claras la improvisación con la que se maneja al discurso presidencial. "Generalmente, a la cadena nacional le sigue una intervención periodística para explicar lo que quiso decir y otro mensaje en vivo, en actos públicos, para terminar de explicar algo que no se lo hizo al principio", ,señala el analista político. En este aspecto, una de las fallas más notorias pasa por no apelar a la comunicación pedagógica, de predicar con el ejemplo aquello que se le reclama a la sociedad que debe cumplir en materia de protocolos sanitarios. "Es notable en los sondeos que se realizan la falta de credibilidad de la palabra presidencial, más allá de las buenas intenciones que pueda tener", acota. Córdoba, además, también extiende estas carencias a ciertos sectores opositores que tampoco predican con el ejemplo. Menciona los casos de la líder del PRO, Patricia Bullrich, en sus últimas intervenciones durante la marcha social a Olivos, o la del presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, que insta a la autonomía de su provincia, Mendoza, de la República Argentina. "Por más que la dirigencia tenga aspiraciones políticas y sectoriales, que son legítimas, hay una agenda de jerarquías en la que esas premisas están por debajo del interés social, sanitario y económico. Esto muestra claramente el divorcio de la agenda política respecto de las demandas sociales", dice.
Frente al empeoramiento de la situación sanitaria, Valli, CEO y Socio de Valli+Partners, dice que el Gobierno debe tratar de mitigar sus efectos. "Brasil es un espejo donde nadie quiere mirarse", advierte. A eso se le suma la situación económica que sigue sin encaminarse, con el posible acuerdo con el FMI, en medio de una inflación mensual que marcó un nuevo récord y una posible nueva recaída en el consumo, por las nuevas restricciones. A eso se le suma algo aún más complejo: un ambiente conflictivo con el mundo de los negocios a través de controles, sanciones y un discurso anti empresarial casi permanente. "Posiblemente las autoridades no se den cuenta, en el mundo, no sólo en Argentina, no existen muchas empresas que deseen invertir si se las considera enemigas o, por lo menos, culpables de lo que pasa", comenta el consultor. Además, Valli indica que cada vez son más evidentes las fricciones, aunque normales, de una coalición, "en la que quien gobierna no tiene la mayoría de los votos y debe consensuar cada medida importante que toma. Y, por lo visto, el presidente piensa como la vicepresidenta en todo, algo que no estaba en la cabeza de muchos independientes que lo votaron".
En situaciones de estas características, y para simplificar al máximo, existen dos “manuales” a seguir, indica Valli. Uno de esos manuales -lo llamaremos 1- dice que es mejor mostrar control de la situación, ser componedor aún en la disputa, reconocer errores si existieran y focalizarse en las soluciones y no en los adversarios. Es el estilo de liderazgo y comunicación que podemos ver en la canciller alemana Ángela Merkel, en Barack Obama, ahora en Joe Biden, en Jacinta Ardern, primera ministra de Nueva Zelandia que se hizo famosa por su respuesta a la pandemia y hasta los uruguayos José Mujica y Luis Lacalle Pou.
Y hay otros políticos que utilizan el otro manual – lo llamaremos 2- que dice que, ante situaciones como éstas, hay que tomar la delantera, confrontar, no reconocer ningún error, buscar en otros los problemas y seguir adelante. El segundo manual tiene muchos adeptos en el mundo. Desde Donald Trump, pasando por Jair Bolsonaro, haciendo escala en Nicolás Maduro, incluye a Nayib Bukele en El Salvador, Vladimir Putin en Rusia y seguramente reconocerá algunos adeptos en Argentina. "Lo interesante del caso es que los adeptos de cada versión no tienen los mismos intereses políticos, pero tal vez sí una misma concepción del poder", puntualiza el consultor en comunicación y reputación digital.
"El presidente Alberto Fernández parecía ser un adepto del Manual 1 al inicio de su gestión y especialmente cuando comenzó la pandemia. Hoy no hay claridad sobre cuál es su preferencia. Sus discursos siguen estando en modo 1 pero ciertas frases y comentarios lo ponen en modo 2. Lamentablemente esos errores hoy se amplifican con las redes sociales. Sólo basta ver la cantidad de posteos de médicos enojados por la situación. Esto puede afectar su credibilidad y la confianza que genera, el capital más importante que tiene un dirigente político", expresa. Y todo se da en un contexto previo a las elecciones.
"Parece que ser un practicante del Manual 1 da beneficios. El presidente lo sabe. Pero el contexto, su pertenencia y la disputa política lo están llevando a un camino comunicacional muy riesgoso", finaliza Valli.