Los excrementos de perros minando toda la ciudad son un problema que se agrava año tras año y parece no tener solución. En Tucumán, al igual que en las principales ciudades argentinas, hay una mascota en siete de cada diez hogares. Y es una tendencia en aumento.
Algunos eligen tener mascotas como una compañía, otros como un estímulo y un juego para los niños, otros como guardianes de la casa o simplemente porque son amantes de los animales.
Sin embargo, no muchas personas cumplen con una crianza y un cuidado responsable de sus mascotas y, sobre todo, no se respeta la convivencia que los animales deben tener con el entorno urbano, tanto por seguridad como por higiene y salud pública.
Vemos a diario cómo las heces de perros aparecen en canteros, veredas, calles, cordones, entradas de casas y edificios. Pero es en las plazas donde más preocupa la presencia de la materia fecal. En algunos paseos muy concurridos como la plaza Urquiza o la plaza San Martín no hay sendero o un metro cuadrado de césped que quede a salvo.
Hay una ordenanza municipal en la capital tucumana, la 4.832, sancionada en 2.016, que obliga a los propietarios, tenedores o paseadores de perros que transiten por el espacio público a recoger las deposiciones de sus animales ya sea en una bolsa, con un papel o un cartón. Y quien no lo hiciera puede ser multado. También indica que debería colocarse en los paseos públicos y en las calles dispensadores de bolsas y un contenedor específico para depositar la caca de perro. Sin embargo, la ordenanza no se aplica.
“El proyecto fue aprobado, pero no se tomó ninguna medida hasta el momento”, respondió en marzo de 2018 el concejal Roberto Ávila, autor del proyecto. “El municipio estuvo trabajando en otras prioridades. Pero este año empezaremos con la concientización y difusión de la norma. Podríamos hacer pruebas piloto en las principales plazas de la ciudad colocando dispensadores de bolsas y cestos de basura especiales. Buscaré concretar la ordenanza 4.832 porque es un tema importante que atenta contra el medio ambiente y la salud de los ciudadanos”, prometió el edil entonces.
También hay una ley provincial que regula la tenencia responsable de mascotas y exige a los dueños desparasitar a sus perros, tener al día el calendario de vacunas, llevar una bolsa en cada salida a los espacios públicos para recolectar las deposiciones del perro, sacarlos a pasear con correa y collar para que impedir que ande por todos lados y se contagie de parásitos de otros caninos o puedan lastimar a alguien. En octubre de 2018 el municipio de la capital anunció que avanzaría con la instalación de dispensadores de bolsitas en las plazas y parques para levantar las heces de los canes. Al excremento de perros se agrega el producido por gatos, aves, palomas y roedores, lo que genera un problema sanitario muy serio.
Hay un problema de educación y de falta de empatía con la ciudad y con los vecinos. Hay una sociedad, con sus autoridades incluidas, acostumbrada a echarle la culpa al otro y no asumir las responsabilidades que le corresponde. ¿Por dónde empezar? Quizás enviando payasos/as que les señalen con buen humor a los infractores su mala acción, como se hizo en Bogotá; o tal vez estimulando un sistema de castigo/multa que sea inapelable e incuestionable.
Sobre todo, las autoridades deben ver el modo de hacer cumplir sus normas y comenzar a predicar con el ejemplo, lo cual es un factor central de persuasión en cualquier comunidad.