Una de las condiciones que puso Brasil para aceptar la Copa América es que los partidos deberán jugarse sin público. Con ello, la capacidad de los estadios pasó a ser mucho menos importante que la situación sanitaria de las ciudades en las que estos se ubiquen. Partiendo de ese punto, Brasil confirmó que las sedes serán cuatro: Brasilia, Río de Janeiro, Goiás y Mato Grosso.
La gran ausente es San Pablo y sus tres estadios de primer nivel: Morumbí, el Allianz Arena (de Palmeiras) y el Itaqueirao (de Corinthians). Joao Doria, gobernado del estado paulista y rival político del presidente Jair Bolsonaro, había estado de acuerdo al principio, pero luego rechazó la posibilidad de ser sede.
Las sedes elegidas terminaron siendo también una definición política: a Bolsonaro le respondió la región rural sojera (centro-oeste), aliada principal de su gestión, y no el país “futbolero” tradicional. Sin ir más lejos, Brasilia y Cuiabá (Mato Grosso) tienen estadios sin usar desde la organización del Mundial 2014.