Tevez, en cadena nacional

Fue un viernes como hacía tiempo el deporte no vivía. Podía suceder primero el debate porque, la noche previa, la Selección no había jugado bien y apenas empató 1-1 contra Chile. Pero era ver otra vez a la Selección en acción. A “Leo” Messi con camiseta argentina. Y asumir que la transición sigue y hasta se profundiza, porque hay pocos nombres rutilantes y habrá que aprovechar el mejor momento de cada uno. Pero el jueves hubo cuatro debutantes y todavía cuesta imaginar el equipo. La imperiosa necesidad de crear más circuito de juego ofensivo para dejar de depender de los penales o tiro libres de Messi.

Pero no hubo debate de Selección, pese a que Argentina tiene que jugar otra vez el martes contra Colombia en Barranquilla. Claro, el viernes estaba la final de la Copa de Liga Profesional entre Colón-Racing. Tampoco fue ese sin embargo el tema. ¿La Copa América en un Brasil en crisis? Tampoco. Y eso que esa misma noche del viernes se esperaba el partido Brasil-Ecuador en Porto Alegre. Y no se lo esperaba por el resultado en sí mismo, sino porque tras el partido podía producirse un pronunciamiento del plantel “verdeamarillo” negándose a jugar la Copa América en su país. No porque los jugadores “europeos” (21 de 24) querían “irse de vacaciones”, como afirmó ligero un comentarista de nuestra TV. El problema es que los jugadores tomaron conciencia de la fuerte resistencia que generó en la sociedad brasileña la decisión individualista e inesperada del presidente Jair Bolsonaro de ofrecer a su país como sede tras las bajas de Colombia y Argentina. Brasil sufre crisis política y pandemia. No habrá derecho a la sorpresa si esta Copa América padece incidentes fuera de los estadios.

Por lo pronto, tiembla en su puesto el propio presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), Rogerio Caboclo. En menos de 48 horas aparecieron primero audios revelando que él no manda en la entidad, luego una grave denuncia de acoso sexual y, finalmente, la rebelión de los jugadores que darán a conocer su posición el martes por la noche, tras el partido de Eliminatorias contra Paraguay. Jugarán la Copa, según parece, pero quieren dejar en claro que no son juguete de nadie, ni de la CBF ni de Bolsonaro. Pero tampoco el tema Copa América en un Brasil en crisis fue el que ocupó ese viernes todas las trasmisiones televisivas. El tema fue el anuncio de Carlos Tevez de que se retiraría de Boca. Ese nuevo género del periodismo (el periodismo especulativo) se adueñó entonces de todas las trasmisiones. Que Tevez fue maltratado por Juan Román Riquelme. Que Tevez siente que Boca desarmó al equipo y que Tevez no soporta más la situación. Curioso debate cuando, en rigor, los hechos muestran que Tevez había recuperado el puesto de titular, nivel y liderato justamente con la nueva conducción que supuestamente odia.

Impresionó observar de qué modo, hasta los canales que tenían los derechos de trasmisión de Colón-Racing, demoraron todo hasta que no quedaba otra. Hasta que faltaban apenas quince minutos para que comenzara la final. Es cierto, coincidió que la conferencia de Tevez demoró su inicio, pero a esa altura ya daba igual. Lo más curioso fue que, en la conferencia, Tevez desactivó cualquier confrontación y hasta se fue abrazado con Riquelme. ¿Qué tienen diferencias y que el abrazo fue acaso más para la foto? Supongamos que es así. Pero esas diferencias no tenían por qué consumir casi ocho horas de cadena nacional. Por suerte llegó luego el partido, la fiesta merecida de Colón, los tres golazos, y la figura dominante de Luis Miguel “Pulga” Rodríguez quitándose lucimiento personal y elogiando a compañeros, a equipos rivales y con una gorra homenaje a Diego Maradona. La celebración del fútbol como fiesta colectiva, pese a todo.

Comentarios