"En pandemia hay que viajar con la imaginación"

Entre las pasiones que Fabián Soberón abraza hay una que considera central: recorrer el mundo. Pero la cuarentena no lo frustró, porque encontró destinos sin moverse de casa. Protagonista del campo cultural tucumano, se define como habitante de múltiples identidades. Así transita por la literatura, por el periodismo, por la docencia y por el cine.

“Me cuesta pensarme asociado a una casilla. Podría usar la figura del nómade, aquel que se desplaza de un área a otra. O la figura del viajero... Me interesa dar talleres de escritura; escribir sobre libros, sobre escritores y sobre cine; soy docente, hago investigación, soy padre. He publicado mis libros e hice documentales sobre poetas del norte argentino. Estudié filosofía, historia, artes plásticas, en algún momento pinté...”

La pregunta -“¿quién es Fabián Soberón?”- no lo tomó por sorpresa. En ese listado de actividades, el protagonista hizo un esfuerzo por resumir un perfil que podría caber en una definición: inquieto y prolífico actor de la cultura tucumana. Porque si algo caracteriza a Soberón, además de lo multifacético, es su vigor creativo y la capacidad para desdoblarse y aparecer allí donde se habla de cine, de literatura, de periodismo, del lenguaje, de docencia universitaria. Y más.

- ¿Cómo es esto de las identidades múltiples?

- Voy a citar lo que todos toman de Borges, y es lo que él decía a propósito de sus tres primeros libros, cuando se propuso ser argentino y no se había dado cuenta de que ya lo era. Eso podría decir yo a propósito de mi tucumanidad. No creo que haga falta que quiera ser tucumano porque ya lo soy.

- ¿Dónde quedan entonces tu Juan Bautista Alberdi natal, Tucumán y el NOA?

- Uno puede crear identidades o mundos que tienen que ver con el punto de partida: Alberdi, Tucumán, el norte, pero que luego se disparan en otras direcciones. Me interesa ese arco que se arma. Recuerdo una idea de Juan José Saer, cuando sostiene que si un escritor se define a sí mismo como regional se está autolimitando, porque en ese caso podría pensar en escribir sólo sobre lo que tiene cerca. Saer piensa en una idea de zona y cuando yo lo hago pienso en las posibilidades de invención. La zona está hecha de lo que ya hay, ese punto de partida del que hablamos, pero también de lo que uno imagina.

- ¿Esto tiene que ver con la polémica de la que tomaste parte, acerca de si existe una “literatura tucumana”?

- Sostuve y sostengo que las tradiciones están en el futuro. Esto significa que para que algo exista debe ser pensado, imaginado, discutido desde el presente hacia el futuro. Lo que sucede con una buena parte de la poesía, de los cuentos y de las novelas que se han producido en los últimos 100 años en Tucumán y en el norte es que no son discutidas, leídas o pensadas en el resto de Argentina, en Latinoamérica, en Europa, en Asia o en Estados Unidos. Entonces hablar de una tradición literaria implicar hablar de una tradición que no es discutida ni es pensada. En la medida en que eso no sucede, los libros o los autores no existen para la mirada de los otros. Hablar de que no existe la tradición no quiere decir que no existen los libros. Los libros están en los anaqueles, el gran problema que tenemos es de la circulación, el pensamiento y el debate crítico de esos libros. Ahí radica el problema.

- ¿Y por qué no son leídos esos libros y autores?

- No existe un sistema de distribución, de circulación y de instalación de debate a propósito de esos libros. Argentina carece de diversidad de centros, porque en Buenos Aires se concentran la circulación y la distribución. Pero también hay desde ahí una colonización -y esta es otra parte del problema- del pensamiento crítico. Los que pensamos literatura, además de escribirla, tenemos que apuntar a cómo se configura nuestro mapa de la literatura argentina. Y cuando hablamos de mapa qué hacemos con eso, de qué manera lo reorganizamos y pensamos la distribución simbólica de los libros, de los autores y de los debates.

- ¿Cómo funcionan tus procesos creativos?

- Me encuentro permanentemente en estado de escritura. Mientras la baño a mi hija aparece alguna idea y a los 10 minutos puedo escribirla en un mail que me reenvío y queda como el esbozo de un cuento. De noche, cuando los niños ya están dormidos, mientras leo anoto el inicio de la reseña de ese libro, pero también puntas para un guión, un cuento o un ensayo. Siempre estoy escribiendo.

- Otra actividad que desarrollás es el periodismo cultural. ¿Cómo encarás tus reportajes, cuánto tienen de espontáneo?

- Nunca hice una entrevista sin haber leído primero la obra de un escritor, además de otros reportajes o ponencias en alguna conferencia. Lo que me interesa son las entrevistas glosadas, en las que el periodista pone su yo y puede interpretar lo que dice el otro.

- ¿Cuál fue tu entrevista favorita?

- La que le hice a Ricardo Piglia. El día que estuve con él en su estudio me contó que le había quedado rígido un dedo. No tenía el diagnóstico, pero ese fue el comienzo de su enfermedad (N. de la R.: al tiempo murió a causa de una ELA). Para mí es uno de los escritores centrales, capaz de combinar la faceta de narrador con la de pensador.

- ¿Cómo nació tu pasión por el cine?

- Como hicieron muchos chicos en el mundo, en Alberdi fabricamos con mi hermano Lautaro una caja donde se proyectaba una película transparente de papel y nosotros dibujábamos los cuadros. Después la pasábamos en una sábana. Lo recuerdo como un juego de chicos. La primera carrera que estudié en la UNT fue la de Sonorización. Ese fue mi ingreso al cine.

- ¿Qué es lo que más te seduce de una película?

- El trabajo con la fotografía, con la imagen, con la iluminación. Me fascina un director como Béla Tarr. Pero también me interesa la construcción de la trama, cómo narrar con imágenes, el caso de Alfred Hitchcock. Cuando ves “La ventana indiscreta” o “Los pájaros” sentís que estás frente a un gran maestro. Hitchcock es una especie de Shakespeare o Mozart del cine. Es un genio que nos entrega obras de arte a través de las imágenes y de los sonidos.

- ¿Y qué no le perdonás a una película?

- Tiene que ver con la construcción de algunos clichés, con la utilización de fórmulas repetidas. Recuerdo haberme ido a la mitad de “El código Da Vinci”, que casi me ocasiona una pelea con mi esposa (risas).

- ¿Qué te reconforta de tu labor docente en la Escuela de Cine de la UNT?

- Lo que sucede con la Escuela de Cine es fascinante y muy importante. Hay un conjunto de docentes trabajando por un mismo objetivo, y es que los egresados puedan hacer cine desde este lugar. Un gran cambio que observo es que 15 años atrás el campo audiovisual estaba semidormido; en cambio hoy podemos hablar de un campo audiovisual de Tucumán y del norte del país. La Escuela fue un gran pulmón de ese cambio.

- ¿Qué te genera esta corriente del llamado “nuevo cine tucumano”?

- Sabemos que las etiquetas son injustas y no dan cuenta de lo que sucede en el campo. La diversidad de la producción del cine tucumano es amplia; hay cine de género, hay cine fantástico; terror, ciencia ficción, drama, documental. La diversidad está ahí. Cuando se generan las etiquetas quizás se asocia a aquello que tiene repercusión. Habría que ver de qué hablamos en el caso del cine tucumano. Tal vez habría que quitarle el adjetivo “nuevo”.

- ¿Cómo te definís enseñando?

- En el aula tenemos la vocación de compartir el placer por el conocimiento. El aula se hace entre todos. Si uno logra establecer ese vínculo, que para mí debe ser horizontal, en el sentido de crear un espacio, ahí puede aparecer la interacción. Ese vínculo entre el docente y el alumno es fundamental. Lo central es escucharlos, prestar atención a por dónde va eso que se está armando colectivamente en el aula.

- ¿Cómo te está tratando la pandemia?

- Desde el punto de vista familiar estamos sobreviviendo, felizmente no ha habido un enfermo en nuestra gran familia. Yo siempre me las arreglo para hacer cosas. El año pasado escribí tres libros y organicé otros, así que para mí fue una etapa muy productiva.

- Pero te cortó la posibilidad de seguir viajando...

- Tal vez uno viaja dentro de la casa, con la imaginación.

- ¿Y dónde vas?

- Me voy a Shakespeare, a Dante, a Virgilio, a Hitchcock, que son algunos de mis dioses tutelares.

- ¿Demonios tutelares tenés?

- No (risas).

- ¿Dónde te ubicás en el campo cultural tucumano?

- Me siento muy cómodo en la medida en que interactúo con mis colegas. La producción cultural del NOA, y en especial de Tucumán, siempre sorprende por la diversidad y por la cantidad. Eso me asombra.

- Cantidad... ¿y calidad?

- Los que hacemos periodismo, los que hacemos crítica, los que pensamos en lo que se produce, lo consideramos fundamental. Tal vez habría que poner criterios, armar mapas, diagramar debates... Creo que en eso estamos todos. La producción es enorme y a veces se nos escapa todo lo que hay. Eso tiene una ciudad como Tucumán.

- ¿Tenés alguna cuenta pendiente?

- Me gustaría hacer un largometraje de ficción. Tengo guiones escritos que esperan. Tienen que ver con el policial, soy un devoto del género.

- ¿Cómo te visualizás dentro de 20 años?

- Me gustaría tener a mis hijos Bruno y Catalina cerca, y junto con mi esposa -la poeta y académica Denise León- poder escribir mientras viajamos.

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