Simone Biles camina reconcentrada y la cámara la sigue, hipnotizada. El mundo deportivo contiene la respiración porque la mejor gimnasta de todos los tiempos inicia sus rutinas y somos conscientes de que la cinta magnética del registro histórico echó a correr, lista para capturar cada momento. ¿Quién fue mejor? ¿Nadia Comaneci, con su 10 inaugural en Montreal 76? ¿O Biles, el portento de los saltos imposibles? El debate es apasionante. Con Michael Phelps y Usain Bolt retirados, Biles carga con la responsabilidad de ser la máxima estrella de los Juegos Olímpicos. Es a ella a quien todos quieren ver, es de ella de quien se aguardan hazañas deslumbrantes. La heroicidad, lo legendario, ese condimento que nos remite a la esencia del olimpismo, lo espera todo de Biles. Y desde el hogar podemos verla en directo.
Madrugar frente a la pantalla se explica a partir de esto. Ese esfuerzo adicional que implica quitarle horas al descanso merece un justificativo a la altura de Biles. Queremos presenciar lo excepcional en tiempo real y allí radica también el magnetismo de los Juegos. Esa explosión de belleza y plasticidad que emana del andar de Biles, las maravillas que consigue extraerle a su cuerpo desafiando los límites de lo posible, es la invitación más poderosa que el olimpismo nos transmite. Invitación a creer que seguimos siendo capaces de llegar alto, fuerte y lejos. En estos tiempos inciertos y complejos, Biles es un símbolo de la esperanza.
De los Juegos también requerimos emoción, adrenalina, batallas inolvidables. Como la que protagonizaron el pesista colombiano Luis Mosquera y el chino Chen. Cuando Mosquera levantó 331 kilos, récord olímpico, su grito de felicidad paralizó los corazones. Pero después apareció Chen para superarlo por un kilo. Impresionante. Mosquera, que venía de obtener el bronce en Río de 2016, le dio a Sudamérica la segunda medalla tras la obtenida por el ecuatoriano Carapaz en ciclismo de ruta. Y hablando de batallas, Francia y sus NBA volvieron a cachetear a Estados Unidos en el inicio de la competencia de básquet. No fue sorpresa.
Mientras, el día argentino dejó para destacar la victoria de Los Leones sobre Japón, con un golazo de Nicolás Keenan, y la recuperación del seleccionado de fútbol, que tras vencer a los egipcios depende de sí mismo para avanzar de fase. Lo aguarda España. Diego Schwartzman y Nadia Podoroska son los únicos tenistas que siguen en carrera, tras las derrotas de Francisco Cerúndolo, Facundo Bagnis y Federico Coria. También fue positivo el debut de los hermanos Melisa y Federico Gil en tiro, en una digna pelea por mantenerse en el top ten de la especialidad skeet. Esta noche se decidirá su suerte.
Era lógica la derrota de Las Panteras a manos de Estados Unidos (inapelable 0-3), pero no la goleada sufrida por Las Leonas, un 0-3 que castigó la falta de eficacia de las chicas en el tórrido mediodía de Tokio. Un golpe que el equipo deberá asimilar cuanto antes. Cuatro de las tripulaciones salieron a navegar y quedaron lejos de los punteros en sus respectivas regatas, y también fue despedida para el tenimesista Horacio Cifuentes, para el tirador Alexis Eberhardt y para Julia Sebastián en las eliminatorias de los 100 metros pecho.
Queda para el final el debut del surf en la familia olímpica y todo lo que luchó el marplatense Leandro Usuna para mantener la ilusión de un podio. No pudo ser, aunque esas figuras entre el oleaje de las costas niponas forman parte de lo nuevo, del futuro de los Juegos, de pasiones que se expanden entre las nuevas generaciones. Eso también es historia.