Candidaturas que exceden lo testimonial y que revelan ambiciones

Las candidaturas testimoniales de hoy, como nunca antes, vienen a revelar lo que los dirigentes pretenden para sus futuros políticos; los desnudan. Las postulaciones exceden el actual calendario electoral y la lógica política de que siendo cabezas de lista pueden fidelizar más a la tropa o de que obtendrán más votos que otros de sus propias filas porque son más conocidos.

En esta página, Alfaro lo admite con toda crudeza: se presenta como precandidato a senador en primer término en Juntos por el Cambio porque aspira a ser gobernador en el 23. Para eso pone toda la carne en el asador. Se juega el todo por el todo.

Por cierto, las reglas internas que impusieron en la construcción de la coalición opositora prácticamente lo obligan al riesgo, y lo mismo vale para sus adversarios radicales en las primarias abiertas; porque el que gane se lleva todo. Así de sencillo.

¿Qué es todo? Tal como lo dice el acta constitutiva de Juntos por el Cambio, aceptada por todos los referentes de los partidos que la componen, la integración de la lista de senadores será por lista completa, a simple pluralidad de votos. Es decir, el que triunfe en las PASO se queda con el primero y segundo lugar. Algo similar sucederá con los aspirantes a la Cámara Baja. El se imponga se queda con el 70% de los cargos: el primero, el segundo y el tercer lugar en la nomina de candidatos a diputados.

Es decir, por las condiciones pactadas el que gane las primarias será “el” opositor -en teoría y por la fuerza de los datos de las últimas elecciones-; el principal rival del PJ en los comicios del 14 de noviembre. Y, por ende, el que se catapulte con más fuerza hacia el 23. Entonces, se entiende el porqué de las postulaciones, no sólo la de Alfaro, sino también la de los radicales José Cano -que concluye su mandato y aspira a llegar al Senado- y Mariano Campero. Todos ellos compitiendo entre sí por emerger como la figura política de la oposición. Aunque entre el diputado nacional y el intendente de Yerba Buena, además, se añade la puja de correligionarios por determinar quién se quedará con la UCR tucumana.

En el Frente de Todos pasa algo similar. El vicegobernador, Osvaldo Jaldo, ya mostró sus cartas: quiere ser gobernador en 2023, suceder a Juan Manzur. Sin embargo, a causa de la pelea con el gobernador por el liderazgo del peronismo tucumano, se vio obligado a ser otra vez testimonial, como en 2017. En esa ocasión salió a la cancha porque había que unir al peronismo y los candidatos de entonces no lo garantizaban. Ahora lo hace, no sólo para justificar que conduce una porción del PJ, sino también para conseguir que Gladys Medina por lo menos llegue a la boleta oficialista definitiva y, centralmente, para ratificar -con los votos que pueda conseguir- que es un referente potente en el justicialismo. También arriesga todo, especialmente porque no solo competirá en el peronismo, sino contra el “aparato” político-instuticionalizado, hoy en manos del titular del Poder Ejecutivo.

¿Manzur es otro testimonial? Al ser senador suplente, y por más que se impongan sus candidatos en las generales, no va a poner un pie en la Cámara Alta. A lo sumo le avisaría de esa forma a Cristina Fernández que detrás de los senadores electos tucumanos está él. El mismo que la jubiló y que a toda costa quiere seguir congraciándose con la vicepresidenta. Sin embargo, hay algo más respecto de su suplencia. Siempre se especuló sobre que si aparecía en la boleta como suplente era porque habría desistido de una candidatura provincial para 2023, ya sea como candidato vicegobernador -a lo que podría aspirar porque la Constitución no se lo impediría- y porque hoy tiene cerrado el camino a una re-reelección.

Hoy debe verse en la postulación del mandatario la necesidad de que su apellido unifique y discipline a la tropa que lo sigue, porque se estarían jugando por “el conductor” del PJ, como le gusta definirse al mandatario.

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