Postulaciones lógicas y preguntas estúpidas

En Juntos por el Cambio la interna es encarnizada por más que se esfuercen por mostrar que es un duelo educado.

¿Quién nos gobierna? ¿Quién controla al Gobierno? Las dos preguntas caminan juntas, como los pies. Porque en Tucumán casi todos los primeros casilleros de las listas de precandidatos a diputados y a senadores (el 65%) están ocupados por hombres y mujeres con  cargos públicos relevantes. El vicegobernador (el gobernador es suplente); los intendentes de San Miguel de Tucumán, de Yerba Buena y de Concepción, dos diputados y una senadora -entre ellos dos de los líderes de la oposición-; la ministra del área más sensible e importante de los últimos casi dos años, cuatro legisladores -entre ellos la cuarta autoridad provincial y el jefe de la tercera fuerza electoral de la provincia- y un concejal. En el resto de los puestos también se cuenta otra decena de prepostulantes con cargos públicos.

Sí, es lógico y “común” que esto suceda en las democracias de todo el mundo: quienes se someten al escrutinio de la población generalmente ocupan puestos electivos o ejecutivos al mismo tiempo. Pero lo que está sucediendo en esta pequeña, bella e indisciplinada comarca pone a Tucumán en un estado de cuasiguerra dirigencial permanente.

Porque la pelea, ya en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, es a todo o nada. Osvaldo Jaldo lo dejó en claro cuando agitó, como vikingo antes de la batalla, a que al líder del peronismo local le metan el mítico oflador por sus partes íntimas. También cuando en LA GACETA avisó que el Estado -del que él formó y forma parte- es el que pone el dinero para el “aparato” político.

Lo dijo la segunda autoridad de la provincia: se canalizan fondos por instituciones públicas diversas para bancar la campaña electoral. Lo saben todos, pero nadie se atrevió, desde adentro, a confirmar esa “leyenda popular”. Jaldo lo hizo. Ventiló otros secretos que permiten pensar que estaría dispuesto a desembuchar más, como que Juan Manzur le manifestó la intención de reformar la Constitución provincial. En la Casa de Gobierno tomaron nota.

El gobernador utilizó sus dotes diplomáticas para ningunear con altura a su vice. Le respondió que está “viejo”, que habla macanas propias de la edad y le avisó que Rosanna Chahla -no él- lo vencerá en las urnas.  Como  escribió el columnista Juan Manuel Asís, lo miró desde arriba y lo puso a la altura de su ministra, no del gobernador.

El poderoso peronismo tucumano jugará a muerte en la interna y será casi habitual escuchar, ver y sufrir con el desfile de nauseabundos trapos sucios del poder que se ventilarán a diestra y siniestra.

El ex arquero Sergio Mansilla trató de atajar las balas. También en LA GACETA, fue más moderado. Con razonabilidad más bien de un  buen número cinco, admitió que la interna del Gobierno afecta a las instituciones, que tiene la seguridad que la lista del gobernador -que apoya e integra su esposa- saldrá victoriosa, pero que hay dirigentes territoriales importantes en ambos sectores que son poderosos y que ello impedirá que se gane en  toda la provincia. Mansilla, en los últimos dos años, asoma como  el Pepe Grillo del convulsionado, quebrado y agresivo justicialismo. Primero dejó de lado su amistad con José Alperovich para “ser coherente” con el PJ y luego aceptó errores propios y ajenos del partido que integra. Lo suyo es una refrescante rareza.

Hasta aquí el argumento que sustenta el surgimiento de la primera pregunta: quién nos gobierna.

Malos disfraces

En la porción juntocambista de la oposición la disputa es igual de encarnizada, aunque los líderes de las tres listas en pugna se esfuercen para mostrar -o lo  intenten- que lo suyo es un duelo de señoritos ingleses, prolijos y educados. Ni es ni será así. Quien se imponga en las PASO muy probablemente será el candidato a gobernador del espacio dentro de dos años. Alfaro-Ávila, Sánchez-Campero y Elías-Cano lo saben, aunque busquen disfrazarlo. Por ello  salieron, desde sus respectivos espacios internos, a disparar con sus armas más potentes.

Por ahora no pueden apuntar contra aquellos  contrincantes ¿verdaderos? que están en el Gobierno, porque necesitan llegar con  “algo” a disputar el poder del espacio. No es cualquier “algo”, sino la victoria en las primarias que los habilitaría a decir: “yo soy el  gran elector”. ¿Cómo decirle a Elías-Cano que “ya fueron” si derrotan a los “nuevos”? ¿O cómo tratar de “changuitos” a Sánchez-Campero si salen primeros? ¿O cómo negarle el casillero del medio a Alfaro-Ávila si les ganan a todos? Será muy difícil cambiar el triunfo de este año por  algo  que no sea la candidatura a la Gobernación dentro de dos. Por ello las avispas del tridente de listas en disputa volaron para picar fuerte, aunque pierdan el aguijón  para siempre.

Problema extra para la oposición: ¿Jaldo quiere robarse esa bandera? En la entrevista con  LA GACETA lo deslizó con  dos frases: el peronismo -el suyo- es el único que puede frenar el proyecto personal de Manzur para perpetuarse en el poder (vía reforma) y ojo que hay opositores que de día critican al Gobierno y de noche se reúnen en privado con el gobernador.

He aquí los motivos que llevan a formular la segunda inquisitoria: quién controla al Gobierno, supuesto rol de la oposición.

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