Empezó tejiendo para no pensar; hoy piensa y teje su futuro

Esta historia empezó con su protagonista sobrellevando, a fuerza de aguja y lazadas, su tratamiento para ser madre. Hoy ese es su trabajo.

AUTODIDACTA. Así se describe Mariana Ruiz, quien posa con sus muiñecos tejidos en la plaza Urquiza. AUTODIDACTA. Así se describe Mariana Ruiz, quien posa con sus muiñecos tejidos en la plaza Urquiza.

Ella cree en los milagros. Y asegura que Amaro es el milagro que comparte con su marido, Marcelo García, tucumano por amor y por opción: contra muchos pronósticos y después de haber sorteado muchas dificultades, el hijo de ambos nació el 16 de septiembre de 2017.

Pero Mariana Ruiz también está convencida de que las cosas “suceden por algo”, y entonces -mirando la historia desde agosto de 2021- le encuentra sentido a todo: a haber dejado su trabajo (toda una apuesta, porque Marcelo tenía dos, pero los dos en negro); al miedo, a la angustia, al dolor y al esfuerzo que salpicaron el camino hacia la llegada de Amaro.

Todo nació con un ovillo de hilo y una aguja de crochet, y buscando un poco, vemos que la de Mariana se anuda con la historia de la humanidad: ella descubrió los amigurumis, esos ya famosos muñecos tejidos al crochet con hilo de algodón... Lo que quizás se sepa menos es que ayudaron ya a las japonesas a superar el desánimo después de la Segunda Guerra Mundial (Ver “En japonés”).

Pero además, buscando a Amaro, Mariana no sólo pudo cumplir el sueño de ser madre: generó lo que hoy es una fuente de trabajo, literalmente, obra de sus manos.

Volver al principio

Es el camino a ese “hoy” el que, sentada al sol en la plaza Urquiza, para compartir su historia respetando protocolos (sólo se quitó el barbijo para las fotos), relata con emoción. “Y con orgullo; me descubrí resiliente, capaz de enfrentar lo que viene y salir adelante”, agrega y sigue el relato...

Mariana y Marcelo sabían que lograr el embarazo no iba a ser fácil: ella tenía una sola trompa de Falopio, le habían sacado quistes de un ovario... Cuando vieron que el tiempo pasaba, no dudaron; y como no tenían obra social, acudieron a la Maternidad. “Todavía no lo sabía, pero el milagro empezó allí; los miembros del equipo del el Servicio de Medicina Reproductiva fueron nuestros ángeles guardianes”, asegura Mariana.

“El tratamiento se hizo largo; tenía que hacer reposo e ir todos los días, a la misma hora, a que me pusieran hormonas; fueron 67 inyecciones, no lo olvidaré jamás”, cuenta, y añade: “además mi cabeza no me daba tregua, y un día le dije a Marce ‘tengo que hacer algo; por favor comprame aguja e hilo’”.

“Cuando volvió, yo ya había empezado a mirar tutoriales en Youtube, y a traer de la memoria mis clases de tejido en el colegio (hasta los cuadraditos al crochet, llegaba) y mi título de diseñadora de interiores y equipamiento, profesión que nunca había ejercido”, relata mientras sus manos revolotean entre la aguja y una hebra de hilo gris. Y entonces toma conciencia de que se cumplió el dicho: Amaro vino con el pan bajo el brazo.

Redes, ferias y talleres

Mariana se describe autodidacta y autoexigente. “Casi no desayuno, y ya me pongo con la aguja y los hilos”, cuenta y ríe.

Además de los amigurumis, hace objetos decorativos y ropa de bebé, siempre con su “aguja salvadora”, y lo que nació como una suerte de terapia, gracias a Internet empezó a ser fuente de ingresos. Primero por encargo (“y cuando subía un muñeco a redes, los pedidos se multiplicaban, especialmente por Ig, en @marianruiz1”, cuenta) y hace unas semanas se animó, armó stock y se presentó en una feria. “No lo podía creer... ¡vendí todo!”, dice y por un momento sus manos se detienen y recuerda que le dijeron “tenés manos de oro...”.

También dictó talleres, hasta que llegó la pandemia. “Me piden más, pero todavía no me animé al zoom”, dice, piensa un segundo y reacciona de nuevo con sonrisas: “después de todo, ¿por qué no?, pero más adelante”.

Es que ahora la esperan dos nuevos desafíos: el 11 de septiembre hay otra feria de Sos Tierra, y está armando stock a toda velocidad. “Pero en el medio viene el Día de las Infancias, y ya arrancaron los pedidos; así que tengo que ponerme a full”, agrega y dice, casi sólo para sí misma: “estoy orgullosa; me convertí en una artesana”.

En japonés: amigrumi significa muñeco tejido

Esta tendencia nació en Japón, después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial: abuelas y tías comenzaron a tejer a crochet una gran variedad de muñecos para animarse y animar a los niños.

Pero es más que un pasatiempo: forma parte de que se conoce como cultura kawaii, y busca resaltar la ternura  (como contracara de la eficiencia y de la productividad). La forma básica y más difundida de los amigurumis es la esfera. Pero la versatilidad de la técnica permite crear una infinidad de formas y diseños.

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