Messi en el PSG. Reuters Messi en el PSG. Reuters

En su inicio este fin de semana, ese espectáculo formidable que es la Premier League, más aún con la vuelta del público a los estadios, sólo podría lamentarse no haber sumado a “Leo” Messi al gran circo. El único club de la Premier que, según se informó, hizo una oferta formal por “Leo” fue Chelsea, nada menos que último campeón de la Champions. Pero cuando el club del magnate ruso Roman Abramovich pidió iniciar negociaciones, ya todo parecía en manos de PSG, el único en condiciones de competir con esa mina de oro que es la Premier League. PSG, sabemos, es uno de los denominados Clubes-Estado. Un club sostenido con dineros de una nación, en este caso Qatar, igual que Manchester City con Dubai. El City de Pep Guardiola prefirió la juventud (pagó 100 millones de euros por Jack Grealish) y no descarta todavía una cifra aún mayor por el más experimentado Harry Kane. Difícil que, con este nivel de gastos, el fútbol no termine en algo parecido a la Superliga europea, el proyecto elitista que fracasó la última temporada pero que, a no dudarlo, retornará más pronto que tarde.  

La diferencia brutal de poderío económico  sacudió ayer temprano al Leeds de Marcelo Bielsa, aplastado 5-1 en Old Trafford por un Manchester United que, encima, mantuvo casi hasta el final en el banco de suplentes a su fichaje millonario (Jadon Sancho, 85 millones de euros). Leeds invirtió dinero en infraestructura (el propio Bielsa casi no se tomó vacaciones supervisando el nuevo campo de entrenamiento), pero poco en refuerzos. La temporada pasada había perdido 6-2 en Old Trafford pero terminó en un notable noveno puesto final. Se jugó ahora apenas una fecha, pero con un plantel casi similar al de la temporada pasada no parece alimentar este Leeds mucha chance de Liga europea, como se ilusionan varios. Tres goles del portugués Bruno Fernandes y cuatro asistencias del francés Paul Pogba desnudaron huecos y gran fragilidad defensiva. Con público eufórico por la vuelta, Old Trafford celebró feliz. Y eso que no jugaron ayer el uruguayo Edison Cavani y el fichaje flamante Raphael Varane (ex Real Madrid). ¿Cómo se pueden tener tantos buenos jugadores dentro de un mismo plantel? ¿Cómo competir contra tamaño poderío?  

Es cierto, un día antes, Brentford, recién ascendido, ausente de la Premier durante 74 años, celebró su vuelta ganándole 2-1 nada menos  que a Arsenal. Todavía el fútbol ofrece sorpresas. Pero son las excepciones. La regla es clara. Y parece cada vez más inamovible. Cuando un entrenador como Bielsa (el más veterano de la Premier) decide adelantar líneas y jugarle mano a mano al poderoso, las diferencias, casi inevitable, saltan enseguida. Bielsa había cerrado la temporada pasada sumando 23 puntos de 30 posibles y concediendo apenas ocho goles en las últimas once fechas. Parecía un Leeds menos vertiginoso, más controlado, y también más seguro. No fue lo que vimos ayer, con una defensa cuya única novedad fue la presentación, en el segundo tiempo, del ex lateral izquierdo de Barcelona Junior Firpo, fichado por 15 millones de euros porque el macedonio Ezgjan Alioski se fue a Arabia Saudita. La nota fue la ausencia de Kalvin Phillips, centrocampista titular de Inglaterra en la última Eurocopa. Bielsa no quiso arriesgarlo porque se reincorporó tarde a los entrenamientos. En el ataque, el brasileño Raphina, el jugador más desequilibrante de Leeds, falló más de lo que acertó y el goleador Patrick Bamford, esta vez casi no entró en juego.  

Leeds, propiedad mayoritaria del italiano Andrea Radrizzani, tiene entre sus socios poderosos a la empresa matriz de San Francisco 49ers., el equipo de fútbol americano en el que años atrás jugaba Colin Kaepernick (el primer deportista que se arrodilló en protesta por la brutalidad policial contra la población negra en Estados Unidos). El racismo no tiene sede única y por eso también los jugadores de la Premier, como vimos en esta fecha inicial, decidieron que esta temporada seguirán arrodillándose también ellos antes del inicio de cada partido. Fue hasta conmovedora la ovación de pie que recibió el viernes cuando entró a la cancha el juvenil atacante de Arsenal Bukayo Saka, que había sufrido racismo atroz en las redes cuando falló un penal para Inglaterra en la final de Eurocopa contra Italia. Eso es la Premier. Combo de jugadorazos, inversiones cada vez más crecientes de Estados Unidos, racismo y reacción digna de los protagonistas.  

Es la Liga en la que los fanáticos frenaron a los patrones ambiciosos diciéndole “no” a la Superliga europea. El mismo Manchester United que ayer aplastó a Leeds, controlado por capitales de Estados Unidos, tuvo que prometer la creación de una junta asesora de hinchas para calmar la rebelión de sus seguidores. Ojalá los hinchas sigan unidos y firmes para frenar tanta avaricia. Ese gran espectáculo llamado fútbol precisa de ellos. De jugadores dignos. Y de hinchas que defiendan el juego.

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