“Me gusta escribir pensando en desafiar la moral de una época”
Con la traducción al inglés de su primera novela fue nominada al Man Booker International, el premio literario más prestigioso del mundo después del Nobel. La prosa de Ariana Harwicz, una de las voces más innovadoras de la narrativa argentina, no da tregua al lector. Su novela Degenerado fluye a partir del sórdido monólogo de un hombre acusado de pedofilia, que interpela durante su proceso judicial al sistema y a la sociedad que lo condenan. Por Gabriela Mayer para LA GACETA.
- ¿Cómo surgió esta novela?
- Me interesan muchísimo todas las vidas de los hombres en las que, en algún momento, no se sabe por qué, algo derrapa, algo sale mal. Algo chiquito, nunca es grande, empieza a erosionarse, como una gota. Algo empieza a abrir una grieta. Se pasan al lado de la amoralidad, la ilegalidad, la clandestinidad. Estos casos, como el de El adversario, pero hay muchos otros, es lo que me interesaba de este tipo. Un tipo que aparentemente llegó a la vejez sin cometer ninguna ilegalidad, había zafado y, a último momento, (la vida) le juega una mala pasada, aunque no es ninguna víctima, y cruza el cerco.
- Uno de los cuestionamientos del protagonista es quién tiene derecho a juzgarlo.
- La ley obviamente es epocal, es contextual. La moral es fruto de una época y es estúpido pensar que sea natural. Nada más construido que una moral. Lo que me interesaba del degenerado de esta novela es ese germen que ya está en Matate, amor, cuando ella dice desafiando la ley: “si yo quiero dejar a mi hijo dentro del auto con 40 grados de calor, lo hago”. Lo que pasa que era más graciosa, no había pasado al acto. Ahora la diferencia es que pasa al acto y es ajusticiado. Pero me gusta escribir pensando en desafiar la moral de una época.
- ¿Le costó convivir en la escritura con este personaje siniestro?
- No sé si me costó. La empatía que siento con este personaje no es el pasaje al acto. Yo no pasé al acto, estoy del lado de los normales. Pero un mínimo amor hay que tener por el personaje. No podría escribir odiando a un personaje totalmente. Hay que sentir esa ambigüedad, esa histeria: sí, pero no. En lo que siento empatía con él es en este odio a la ley. Siento que Francia es un estado mucho más policiaco. Estoy exagerando, porque escribir es exagerar. Siempre cuando voy en auto y está la policía atrás digo “uy, la policía”, “pero si no hice nada”. Digo “la policía”, como si tuviera un cadáver en el baúl. Es la sensación, al ser extranjero, al no tener quizás los papeles siempre al día. Siento que hay un estado de sospecha mucho más grande que acá.
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