Fenomenología de las PASO: 10 novedades, disrupciones y preguntas para “el diario del lunes”

La campaña para las primarias tuvo colores y notas características. Por primera vez, la dirigencia se vio obligada a hablar con barbijo. ¿Qué mensajes emitieron en un escenario dominado por la crisis económica? Las apuestas osadas proliferaron en una coyuntura de descreimiento de las encuestas.

Las primarias más útiles iban a ser canceladas

El año electoral comenzó con un pedido firme de cancelación de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) enarbolado por figuras del oficialismo con apoyo de ciertos sectores de la oposición. El riesgo de contagio de la covid-19 fue el argumento principal esgrimido para dar de baja una herramienta de selección de candidatos que la mayoría de las veces no seleccionó nada, sino que se limitó a comportarse como una “gran encuesta” previa a las elecciones generales. Algunos alegaron el costo de este mecanismo aplicado por primera vez hace 10 años. Al final, sólo hubo una postergación del calendario (pasaron de agosto a septiembre) motivada en la expectativa del avance de la vacunación contra el coronavirus.

El dato curioso es que posiblemente no haya habido en la historia de las primarias un uso más fructífero para dirimir internas que el que tendrá este domingo. Como nunca, los electores opinarán acerca de un número relevante de divisiones en oficialismos y oposiciones de diferentes distritos del país, por ejemplo, Santa Cruz, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Chubut y Santa Fe. Tucumán resulta un buen ejemplo de esa oportunidad inédita: habrá dos boletas en el gobernante Frente de Todos -una del gobernador y otra del vice- y tres en el espacio retador, Juntos por el Cambio, además de una primaria en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Los precandidatos aceptaron exponerse a las urnas, pero, ¿aceptarán el veredicto y apoyarán a quienes ganen los comicios? La campaña dejó a la vista disputas que parecen irreconciliables. No será fácil la cicatrización.

La pandemia no sabe / no contesta

La segunda ola de la covid-19 tuvo efectos letales en la sociedad. El luto y la pobreza se potenciaron durante el primer semestre de 2021, y la política de vacunación que debía apaciguar los ánimos y levantar la moral terminó siendo fuente de conflictos y controversias. Este malhumor social afectó el clima de la campaña y obligó a los políticos a hacer un esfuerzo mayor para captar la atención del electorado. Envueltas en el descrédito originado por desaciertos del pasado, las encuestas revelaron, más que preferencias e intenciones de sufragio, dificultades de conexión con los votantes.

El barbijo y el distanciamiento obligados en este período proselitista se tradujeron en mayor frialdad que otras veces, sin contar que la polémica principal de agosto fue la revelación de que el presidente Alberto Fernández violó la prohibición de reunión que él mismo había decretado. ¿Influirá la covid-19 en el voto? ¿Cómo se manifestarán la tristeza y la bronca? ¿El desánimo se reflejará en un mayor caudal de votos en blanco o en un incremento del ausentismo? ¿A quién beneficiará el evento del coronavirus? Habrá en definitiva una lectura pandémica de las PASO porque la crisis sanitaria agrega intriga y especulación a la votación.

Elecciones de cartón y papel, pero con mensajes digitales

El aislamiento intensificó la búsqueda de viralización de las consignas y estrategias de campaña. La persecución de popularidad en las redes sociales llevó a los precandidatos a convertirse en cuasi memes, si hacía falta. No hubo límites para esos intentos de ingresar a la pantalla del celular de los votantes, como acreditan las publicaciones en TikTok. Todo vale por una boleta en un sobre. En el último tramo recrudecieron la difamación y la mentira. Por ejemplo, un tucumano podía fácilmente toparse en la web con un aviso con letras rojas donde uno de los candidatos admitía que había desviado fondos públicos para hacer propaganda de su lista. Este tipo de “asaltos” proyectan el poder creciente del algoritmo en la propagación de manipulaciones y desinformaciones. La legislación y el sistema institucional encargado de velar por la limpieza de la competencia electoral lucen aún muy débiles e impotentes para contener los abusos que se amparan en la impunidad y el anonimato de internet.

Desvelan los jóvenes que votan con el pasaporte listo en el bolsillo

La necesidad y urgencia de rebotar en el entorno digital va de la mano del misterio y de los cálculos que alientan las nuevas generaciones de votantes. Esos adolescentes y jóvenes son un enigma para los adultos, mucho más para los políticos que intentan romper las brechas y conquistarlos. Los chicos menores de 20 años no tienen memoria de la última bonanza económica y están entre los sectores más perjudicados por el confinamiento. Muchos se quedaron sin el viaje y la fiesta de egresados, y, peor aún, se vieron obligados a permanecer en hogares estresados u hostiles. Son por definición una franja ilusionada con las promesas de la emigración tras haber sido destinatarios y testigos de la frustración de sus progenitores.

Los electores que tienen entre 16 y 24 años representan un quinto del padrón nacional. Serían el objeto número uno de los precandidatos que se volcaron a hablar sobre la sexualidad, la astrología y el consumo de cigarrillos de marihuana; que buscaron el calor de cumbieros o directamente expusieron su cuerpo con contorsiones provocativas. El fenómeno de los libertarios, con su popularidad en YouTube y sus llamados a “echar la casta política”, inquieta a quienes prestan atención a los discursos antisistema que llevaron al poder a “outsiders” como Donald Trump. Hay una atención justificada en las listas de los que se presentan como “los nuevos”: fueron los únicos que, en medio de una apatía generalizada, recrearon la mística de las gestas democráticas.  

El factor económico, ese otro interrogante

¿Pegarán la recesión y la inflación a los oficialismos del modo en el que lo hicieron en el pasado, con el bloqueo de la reelección de Mauricio Macri como antecedente más reciente? Atacada por el coronavirus, la economía objetivamente empeoró respecto de 2019 en términos de cierre de empresas y pérdida de puestos de trabajo. La inflación y los distintos cepos se mantienen firmes desde hace ya demasiado tiempo: las secuelas de pérdida de la capacidad adquisitiva no consiguen ser mitigadas por los programas de consumo. La fragilidad de la economía se puso de manifiesto con la presión hacia el dólar paralelo de los últimos días, movimiento que preanuncia una expectativa de devaluación.

En el pasado hay pocos antecedentes de elecciones celebradas en un escenario material tan angustiante. Es tal el descalabro que nadie consiguió durante la campaña instalar en este plano un discurso optimista y capitalizarlo, tal vez porque se sabe que pase lo que pase el 12 de septiembre, al día siguiente habrá que sentarse a negociar con el Fondo Monetario Internacional. Las elecciones también serán un test para la decisión del Gobierno de postergar el acuerdo con su acreedor principal.

El sector pasivo traza su propia incógnita

Especialmente sensibles a los vaivenes de la economía, los jubilados conforman un segmento electoral clave y sometido a una dinámica particular a la del resto de las franjas y capas poblacionales. Mientras algunos creen que el sólo hecho de haber sobrevivido al coronavirus y recibido la vacuna con cierta prioridad debería ser un motivo para la alegría, otros apuntan que deviene difícil festejar cuando el riesgo persevera y la inflación -otra vez- actúa como aguafiestas.

La mayor incógnita en este campo es si los mayores de 70 vencerán el temor que les genera salir de la casa e intervendrán en las PASO, aunque la ley los exime de participar a partir de esa edad. No es una cuestión baladí. Este grupo etario supone alrededor del 12% del padrón y en algunos distritos su incidencia es incluso mayor que la de los votantes más jóvenes. Los jubilados son memoriosos y valoran la posibilidad de votar, por lo mismo configuran un electorado exigente y proclive a emitir sufragios-castigo. Una hipótesis postula que una cantidad relevante de los de 60 o más años “se guardará” en las primarias con la idea de preservarse para participar en las elecciones generales, que son las que definen la representación en el Congreso.

La boleta como bien de familia

Un número llamativo de precandidaturas para las PASO pone de relieve el avance de la familia política. En Tucumán hay un ejemplo claro: un intendente se postula en primer término a senador mientras que su esposa lo secunda. La misma nómina incluye, además, a un primo. Esta tendencia también se verifica en Córdoba, donde la hija de un ex gobernador fallecido comparte boleta con la esposa del mandatario actual. En la provincia de Buenos Aires, la hija de un sindicalista y la esposa del ministro de Seguridad forman parte de la lista oficialista, y hay muchos más casos en los comicios provinciales programados en simultáneo.

Las suplencias atraen a los gobernadores

Otro fenómeno peculiar de estas primarias es la presencia de tres gobernadores en posiciones de suplentes para la categoría de senadores. La atracción por puestos de reserva no es sólo patrimonio de los peronistas (como el jefe de Estado tucumano y su par de Santa Fe): el mandatario radical de Mendoza también entró en el juego.

La suplencia funciona como un buen sustituto de la candidatura testimonial: sólo se concretaría el acceso al Senado si el candidato propuesto en primer término ganara la banca, pero no pudiera ejercer el cargo o renunciara a hacerlo. Mientras tanto, los gobernadores pueden ocuparse de terminar sus respectivos períodos. Un límite explicaría este afán de “sentarse en el banco”: ninguno de los tres mandatarios que se postulan como suplentes dispone de la alternativa de la reelección.

Competencia pareja, inseguridades para todos

De la mano del deterioro económico, la Argentina parece haber concluido la época en la que un partido o frente arrasaba en las elecciones nacionales. Por el contrario, los analistas y expertos pronostican primarias con victorias y derrotas ajustadas, y contiendas parejas en la mayor parte del país.

La idea de que las diferencias propenden a acortarse multiplica las inseguridades en la dirigencia porque un error pequeño puede inclinar la balanza en sentido desfavorable. Pero también agrega tensión al escrutinio provisorio: si el margen es ínfimo, la tendencia irreversible sólo se consigue con el cómputo de casi todos los votos. Habrá que ver qué acontece este domingo, pero los indicios apuntan a un recuento a prueba de impacientes.

Si no hay hegemonía, ¿habrá acuerdo?

Los últimos turnos electorales determinaron que en el Congreso de la Nación nadie disponga de mayorías que les permitan prescindir del resto para lograr el quórum o aprobar las designaciones que requieren de los dos tercios de los votos. Esa situación de dependencia es lo que está en juego en estos comicios: la pregunta es qué sucederá si el statu quo se mantiene, y el oficialismo, por ejemplo, no consigue los escaños que necesita para habilitar por su propia fuerza y voluntad las sesiones en la Cámara Baja. ¿Generará este resultado un estímulo para los consensos o se radicalizarán las posiciones? ¿Podrá la coalición gobernante mantener la cohesión o comenzará a resquebrajarse? En la oposición también hay indicios de que se avecina una discusión de los liderazgos y de los términos de la alianza. Se avizoran infinitas derivaciones de las primarias. Los impactos concretos se materializarán “con el diario del lunes”.


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