Alfred Nobel no sólo inventó la dinamita y patentó 355 creaciones a lo largo de su vida, sino que desde aquellos últimos años del Siglo XIX instauró un galardón que fue cobrando relevancia a lo largo de las décadas y que hoy es considerado por muchos investigadores, científicos y pensadores como uno de los últimos bastiones de la intelectualidad global.
Nobel fue un químico, ingeniero, escritor e inventor sueco que instauró el premio que lleva su nombre y que viene entregándose en las distintas categorías durante estos últimos días. Es un premio honorífico otorgado por el gobierno de Suecia, se otorga cada año a personas que hayan hecho investigaciones sobresalientes, inventado técnicas o equipamiento revolucionario o hayan hecho contribuciones notables a la sociedad. Los premios se instituyeron como la última voluntad de Alfred Nobel, firmada en el Club Sueco-Noruego de París el 27 de noviembre de 1895. Los premios que distribuye la Fundación tienden a recompensar a las personas e instituciones que más hayan contribuido al progreso y bienestar de la humanidad en los campos de la física, la química, la medicina y la fisiología, la literatura , la paz y desde 1969 también se da el premio de Economía en memoria de Alfred Nobel. Los Premios Nobel son reconocidos por unanimidad como los más prestigiosos premios que se pueden recibir en estos ámbitos. La Fundación Nobel fue creada el 29 de Junio de 1900, cuatro años después de la muerte de Alfred Nobel y el primer premio fue otorgado en 1901.
Más allá de la efeméride, lo importante es que ese galardón significa un incentivo, un resguardo y un objetivo a alcanzar por miles de investigadores y pensadores de todo el planeta, que observan que el galardón es un halo de aire fresco en medio de un mondo cada vez más efímero y reacio a recompensar el pensamiento y la investigación. La prestigiosa revista española Investigación & Ciencia publicó un artículo donde justamente destaca que no tan sólo no existe ningún otro premio en el entorno intelectual con el prestigio de los Nobel, sino que además, tienen una visibilidad que difícilmente puede ser comparada con ningún otro. “En una época en la que se están perdiendo gradualmente una serie de valores, fundamentalmente humanistas, de convivencia y generosidad, los Premios Nobel representan un último bastión. Buscamos en ellos una referencia, no solo de excelencia, sino de honestidad, entusiasmo, entrega por unos ideales, que inspira tanto a profanos como profesionales. Muchos de los galardonados eran reconocidos entre sus pares como individuos singulares, mucho antes de que fueran premiados. Y después de serlo, no han dejado de comportarse como personas con enormes cualidades humanas”, resalta la publicación.
En la reflexión también se destaca que de todos los Premios Nobel, los de Ciencias -Medicina, Física y Química- tienen un carácter más fundamental, hay un grado de verdad asociados a ellos de la que carecen los Premios Nobel de la Paz y de Literatura -y más tarde el de Economía-, y sin embargo todos ayudan a construir lo que podríamos llamar la “gran humanidad”. “Sus descubrimientos no solo generan progreso y permiten a la sociedad desarrollarse, sino que también nos ayudan a conocernos a nosotros mismos. Los conocimientos profundos sobre las leyes y los mecanismos que gobiernan la naturaleza pueden no tener ninguna aplicación inmediata, pero nos hacen ser conscientes de nuestro propio lugar en el universo; esto es, nos ayudan a ser más modestos, más responsables con nuestro entorno. Como decía Blaise Pascal, la verdadera grandeza del hombre es darse cuenta de su propia pequeñez”, añade.
El impulso de galardones de prestigio es fundamental para el desarrollo humano y, por supuesto, en menor escala de las naciones o los distritos.
De haberlos en nuestro país y provincia, seguramente proliferarían mayores descubrimientos y avances entre una población proclive a la creatividad, a la educación y a la excelencia, pero que muchas veces no allá dónde o cómo poder canalizar y desplegar sus capacidades.